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«Corazones rotos», de Gilles Lellouche, haciéndose un lío con el amor y la guerra

«Filmar el amor significa no solo haberlo vivido, sino comprenderlo, sentirlo y hacerlo traspirar a través del cuerpo. ¿Lellouche sabe realmente lo que es? Lo ha filmado como un fantasma, el famoso amor maldito, una idea vieja atrofiada e hinchada. Como resultado de lo cual, nada, ni una oleada de emoción, ni una sola chispa sulfurosa y sexualizada. El viento glacial de la indiferencia». (culturopoing.com)

Saga amorosa sobre fondo de una guerra de bandas en una localidad del norte de Francia, «Corazones rotos» («L’amour ouf») es una historia de amor dirigida por Gilles Lellouche ( «Los infieles», «Astérix et Obelix: L’empire du milieu», «El gran baño»), uno de los monstruos sagrados del cine francés visto desde la óptica de la taquilla, con guión del propio Lellouche, Audrey DiwanEl acontecimiento») y algunos otros colegas.

Adèle ExarchopoulosLa vida de Adèle», «Voleuses») y François Civil («El canto del lobo», «Milady». Los tres mosqueteros») encarnan, a lo largo de más de dos décadas, a un pareja incombustible («Romeo y Julieta contemporáneos» dice la promoción, mejor «West Side Story» diría yo si es necesario), que la vida está empeñada en separar.

Acompañan en el reparto a la pareja unos cuantos nombres muy conocidos del público francés, como Vincent Lacoste («Les beaux gosses», «Hippocrates», «Un oficio serio»), Alain Chabat («Asterix y Obelix: Misión Cleopatra», Benoît Poelvoorde («Nada que declarar», «Asterix en los Juegos Olímpicos», «El gran baño») y Elodie Bouchez («La vida soñada de los ángeles», «Pupille»).

En los años 1980, Jackie (adolescente Mallory Wanecque, y de mayor Adèle Exarchopoulos) y Clotaire (de chaval Malik Frikah y después François Civil) crecen en el mismo pueblo y se conocen un día a la salida del instituto.

Jackie, de clase media, perdió a su madre siendo muy niña en un accidente, vive con su padre y se toma los estudios en serio, mientras que Clotaire, procedente de una modesta familia numerosa cuyo padre trabaja en la estiba del puerto, ha abandonado las clases con la excusa de hacer una formación profesional, que no está cumpliendo.

Cuando sus caminos se cruzan se enamoran, como nos enamoramos todos en la adolescencia. Pasado el tiempo, Clotaire, quien ha entrado a formar parte de una banda de violentos pistoleros atracadores, tendrá que cumplir doce años de cárcel por un crimen que no cometió antes de montar su propio imperio criminal. Mientras, Jackie se casará con un tipo al que no quiere para escapar de los malos rollos del hombre de su vida.

«Corazones rotos[1]» es una mezcla de géneros agotadora «que oscila entre el thriller grotesco y el romance barato», entre la historia de gansters más convencional y el melodrama grandilocuente, bastante kitsch por cierto.

Una película interminable -dura casi tres horas, la primera mitad tendría un pase, hablamos de adolescentes que todavía tienen los sueños intactos-, sobre un amor frustrado, interrumpida por algunas sesiones de insoportable música de discoteca y algunas «hipérboles estériles» (Critikat).

Con discusiones familiares, enfrentamientos armados, algunas secuencias de estilo tarjeta postal (el abrazo de los amantes en medio de un campo de dorado cereal), estereotipados números de baile, «fascinación por la violencia y con un mensaje nefasto para la juventud desfavorecida» (un amigo), y una «exaltación de la brutalidad» como principal valor, Gilles Lellouche («mejor actor que realizador» según el mismo amigo) ha fabricado una decepcionante historia, adaptación de una novela de Neville Thompson, con la que aspira a llevarse varios trofeos en los Premios César (equivalentes a nuestros Goya) que la Academia del cine Francés entregará en abril.

  1. «Corazones rotos» estará en la cartelera madrileña a partir de mañana, viernes 31 de enero de 2025.
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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