Encontrar residuos plásticos en las playas, márgenes de ríos y carreteras, áreas naturales y calles de las ciudades de nuestra región, se ha vuelto cada vez más frecuente. Es el reflejo de un problema global que va en aumento. Se estima que desde la década de 1950, se han producido unas 9200 millones de toneladas de plásticos, de las cuales 7000 millones se han convertido en residuos, informa Juan Bello (IPS) desde Panamá.
Al degradarse, estos residuos se fragmentan y se transforman en partículas muy pequeñas conocidas como microplásticos, las cuales ya se han detectado no solamente en los lugares más remotos del planeta —como la cima del Everest o la Fosa de las Marianas— sino también en el cuerpo humano: en arterias humanas, pulmones, cerebros e incluso en la leche materna.
Las cifras más recientes nos indican que al año se generan cerca de 400 millones de toneladas de residuos plásticos, de las cuales tan solo nueve por ciento se recicla efectivamente. El resto es incinerado, enterrado o dispersado en la naturaleza —un reflejo del modelo lineal de «usar y desechar» que aún predomina.
Si no revertimos las tendencias actuales, y con base en pronósticos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la cantidad de desechos plásticos estará cerca de triplicarse, alcanzando los mil millones de toneladas anuales.
Más allá de sus impactos económicos, la contaminación por plásticos está ligada a otras crisis ambientales, incluyendo el cambio climático, la acidificación de océanos, la pérdida de biodiversidad y la desertificación.
Este 5 de junio, en el Día Mundial del Medio Ambiente, respondemos a una llamada urgente: poner fin a la contaminación por plásticos.
No se trata de una aspiración lejana. Es una meta alcanzable si transformamos la forma en que diseñamos, producimos, usamos y gestionamos los plásticos.
Este cambio es posible y, de hecho, ya está en marcha.
Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se impulsan soluciones que abarcan todo el ciclo de vida de los plásticos: desde su diseño —pensando en la reutilización y la reciclabilidad— hasta su recolección, valorización y correcta disposición.
También se apoya a los países a fortalecer sus capacidades, conectar agendas climáticas y de biodiversidad, y movilizar a la ciudadanía en torno a un consumo más informado y responsable.
Este año, el Día Mundial del Medio Ambiente llega en un momento decisivo.
En apenas dos meses, los países del mundo se reunirán nuevamente en Ginebra para la quinta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-5.2), un proceso que lideran los países con el objetivo de alcanzar un acuerdo sobre un tratado global jurídicamente vinculante para poner fin a la contaminación por plásticos.
Se trata de una oportunidad histórica para redefinir nuestra relación con lo que consideramos desechable, y para reorientar nuestros patrones de producción y consumo hacia la sostenibilidad.
Invertir en soluciones circulares no es un gasto: es una apuesta por fomentar comunidades más resilientes, economías más justas y un planeta más seguro. Es una inversión a largo plazo para garantizar un futuro.
Hoy, más que nunca, el enfoque integral de economía circular es clave. Se trata de pasar de una economía lineal de uso, desecho y desperdicio, a una circular que valore el ecodiseño, maximice la vida útil de los productos, y cambie la narrativa de residuo a recurso.
La transición hacia la economía circular representa una enorme oportunidad, no solamente como estrategia para enfrentar problemáticas complejas como la contaminación por plásticos, sino también como una fuente de innovación, generación de empleos, cierre de brechas y sostenibilidad. La región cuenta con lo necesario: experiencias concretas, voluntad política y el compromiso activo de distintos sectores.
Avanzar hacia modelos circulares no implica solo incorporar nuevas tecnologías o prácticas de gestión: exige también un cambio profundo de mentalidad y de hábitos. Apostar por la circularidad es impulsar la promoción nuevos enfoques que permitan construir un futuro más justo, resiliente y equitativo para todas y todos.