Tres conciertos de veteranos cantaores, que han sabido conservar las esencias de un flamenco de ayer que hoy sigue inevitablemente vivo, imprescindiblemente vivo, porque ¿qué sería del flamenco si esta raíz se perdiera? Protagonistas de esta Suma dedicada Al sur del sur, Pansequito nacido en el Campo de Gibraltar, en La Línea de la Concepción, Aurora Vargas de Sevilla, con ascendencia gaditana, La Macanita de Jerez, del barrio de Santiago, la esencia más genuina del cante flamenco, de la mismísima cuna del cante y otro santiaguero, Vicente Soto Sordera, patriarca de Casa Sordera, tres siglos de flamenco a cuestas.
Pansequito y Aurora Vargas
Se conocen bien, han actuado juntos muchas veces, nunca han pretendido hacer otra cosa que disfrutar y hacer disfrutar a quienes escuchan. Ahora se han reunido en esta Virtud Flamenca que han presentado en la sala Verde de los Teatros del Canal en formato de dos conciertos independientes. Parece que esto está de moda en los festivales. Menos mal que en esta ocasión no han sido mini conciertos de treinta y siete minutos cada uno. Por fortuna han alargado los tiempos.
Creo que este no es formato adecuado ni para un festival de prestigio ni para un gran escenario. La Virtud flamenca hubiera sido perfecta con un formato teatral, con el cuarteto en escena, utilizando recursos lumínicos más sofisticados, poniendo más en valor la actuación de los artistas cantando mano a mano, evitando la repetición de palos en dos conciertos sucesivos.
Junto a la esencia y raíz de los cantes, la nota de modernidad, de paso del tiempo, hubieran enriquecido el concierto con los recursos disponibles y esperables en un teatro. Es además lo lógico, ya que se presentan bajo un mismo título. Los festivales deben tener otros modos de representación. ¿Por qué sí en el baile y no en el cante?
Dicho esto, tanto Pansequito como la gran Aurora Vargas cantaron para emocionar, dando testimonio de las leyendas vivas que son. Pansequito sorprendió con una minera, nada habitual ni entre la gente del sur ni en Madrid. Soleá, bulerías y tientos – tangos. Aurora Vargas cantó por soleá, tientos, seguiriya y bulerías.
La Macanita: «Mirando al sur»
Su voz y sus esencias gitanas son incomparables. Jerez es tan protagonista en sus conciertos que sería capaz de trasladarle hasta el mismísimo Radio City de Nueva York. No se sabe cómo lo hace, pero hace olvidar que estamos en Madrid, en la sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes. Ella recrea su Jerez más ancestral, el de la época de sus cantes y nunca falta un ¡viva! a Jerez de la Frontera.
Prescinde del gran escenario que le brinda el teatro y recrea el mundo de aquel barrio de Santiago, en el que las mujeres gitanas no cantaban profesionalmente, solo en familia. Ahí reside el gran poder de La Macanita, Tomasa Guerrero Carrasco, apellidos de resonancias históricas. Canta derrochando emociones, pone drama hasta en sus cantes festeros, se desgarra en los cantes solemnes. Ella canta «Mirando al sur». El mundo que ella crea con sus cantes es único, irrepetible.
Mirando al Sur, es un recital con la valentía y con la autenticidad de quien afirma su manera de entender el cante. La Macanita nos sobrecoge con su cante por soleá, con esos tercios canónicos en los que se recrea con la sabiduría de quien está en el secreto. Con su metal inconfundible, transita con sabor a bronce por las gitanísimas bulerías de Jerez. Y con la seguiriya se mete hasta en la piel de Paco la Luz.
Con ella desaparecerá esa forma de cante.
Vicente Soto Sordera: «Cante de Sevilla, Cádiz y Jerez»
Patriarca de Casa Sordera. Descendiente directo de Paco la Luz, representa tres siglos de cante jerezano. Es el que más ha cantado a todos los poetas del 27 y del 36. Ha cantado a Cervantes y a Fernando Pessoa. Ha recorrido el mundo, sabe como nadie estar en un gran escenario. Sabe ser muy generoso con su guitarrista, «mi Manuel Valencia», sus palmeros y su cajonista. Sabe ser cercano con su público, explicando la procedencia de sus cantes y quien los cantaba.
Certifica su amor por Madrid, ciudad en la que se siente como en casa. Y tiene una voz tan física, un metal tan de bronce, que arrastra cuando canta y cuando habla. Hace de un concierto un espectáculo.
Su forma de salir a escena, solo, de pie, para empezar cantando un martinete y crear con sus dedos los golpes de fragua, impresiona. Él solo llena toda la escena, tiene esa capacidad. Presencia física, presencia cantaora, presencia de las fraguas de San Miguel y Triana. Esas son sus credenciales.
El concierto es un viaje musical por las tres ciudades más emblemáticas del flamenco del suroeste andaluz, Sevilla, Cádiz y Jerez de la Frontera. Cada cante tiene su historia, que él cuenta, reviviendo sus memorias. Y empieza a revivirlas en la figura de Mercedes la Serneta, nacida en Jerez, en el barrio de San Pedro, criada en Utrera, quien empezó su carrera a mediados de los años setenta del siglo diecinueve en el primer café cantante de Sevilla, creado por Silverio. Las soleares fueron su especialidad, por soleares la recuerda Sordera.
Por tangos nos trae a la memoria al Titi de Triana, a los patios con aroma a jazmín. Los tangos del Titi hicieron época en una Triana donde se concentraba un porcentaje muy alto de arte flamenco por metro cuadrado. Cantaba en el Corral Nuevo, muy cerquita de la Casa de los Palos donde vivía. La cultura flamenca del Sordera es asombrosa. Deleita y enseña, algo que no es frecuente.
Se queda solo con su joven guitarrista Manuel Valencia, nacido en lo que puede considerarse el cuarto barrio flamenco de Jerez, La Asunción, adonde fueron llegando las familias que cambiaban la casa de vecinos por un piso con luz y agua corriente, cuarto de baño y habitaciones individuales. Sin embargo, dicen que algo se perdió, aquel ambiente de los patios, cuna del cante jerezano. Cante y toque por seguiriyas y ahí nuestro cantaor se hace eco de quienes le precedieron en este cante, hasta llegar a su ancestro Paco la Luz, creador de una seguiriya. Esto es más que un concierto, esto es historia pura.
¡Ya estamos en Cái! Anuncia Vicente Soto. Y en Cái hay que empezar por alegrías, y por alegrías contagiosas se arranca el cantaor jerezano con más solera de la actualidad, si bien es cierto que estas alegrías de Cádiz, tienen un no sé qué jerezano que él no puede evitar. Cádiz, la Caleta, la Viña, Santa María, la bahía … Y La Perla de Cádiz en la memoria colectiva de todos.
No podía faltar el recuerdo y homenaje a Enrique el Mellizo, Cádiz hubiera sido otra cosa sin él. Y canta la más famosa malagueña de todas, la Malagueña de El Mellizo. La guitarra de Manuel Valencia suena diferente cuando toca para el maestro. Estamos de fiesta, estamos en Cái.
Este concierto solo podía terminar por Bulerías de Jerez. Jerez es la suma de todos los ecos fragüeros y cortijeros de las gitanerías de Santiago y San Miguel. Y como es la costumbre, en memoria de los patios, hay que acabar echando un bailecito en el que todos participan. Hasta en el baile, Vicente Soto Sordera, derrocha duende.