Marisa González, artista de Bilbao de 81 años, premio Velázquez en 2023, es pionera de un arte que utiliza las nuevas tecnologías de la comunicación para crear un universo estético de imágenes cuyas preocupaciones miran hacia los graves problemas que atraviesa la sociedad contemporánea: los movimientos sociales, el ecologismo, el pacifismo, la arquitectura industrial, la violencia contra la mujer, el feminismo…
Como ejemplos prácticos, se pueden ver en esta exposición la instalación dedicada al desmantelamiento de la central nuclear de Lemóniz o la denuncia del sistema esclavista que explota a migrantes filipinas en Hong Kong.
El Museo Reina Sofía muestra una veintena de estas obras que tratan de alertar sobre algunos problemas vigentes.
A pesar de su larga trayectoria, la obra de Marisa González no ha tenido el reconocimiento popular que merece y que esta antológica pretende de alguna manera proyectar para que llegue a un público mayoritario.
La fotografía, el video, el ordenador, el termofax, las fotocopiadoras… son algunas herramientas que desde hace cincuenta años vienen siendo utilizadas por la creadora de un arte al que denomina generativo (no copiativo ni replicativo), en sus palabras, «un nuevo orden en el que tiene cabida la obra que no es pintura, ni estampa, ni fotografía, pero lo combina todo, aplicando las tecnologías de reproducción y producción de imágenes basadas en electricidad, electrónica y telecomunicaciones».
Uno de los ejemplos más explícitos es la serie de retratos hechos a través del sistema informático Lumena.
Ya desde la instalación que inicia esta muestra se ponen de manifiesto los elementos que utiliza la artista: rollos de colores de papel matriz de fotocopiadoras suspendidos del techo y pruebas de impresión con papel termosensible.
La estancia de Marisa González en Estados Unidos, en el Art Institute de Chicago, le sirvió para aprender el procesado de imágenes multiplicadas a las que somete a diferentes experimentos, distorsiones y anomalías para obtener nuevas texturas y efectos visuales, que refleja en siluetas y autorretratos.
En la segunda sala se exponen algunos materiales con los que trabaja, aparatos de tecnologías que ya no se utilizan, cabezas de muñecas, guatas…
En Washington se comprometió con los movimientos feministas, y creó la serie «Maternidad» (creada durante los meses de su embarazo), denuncia los discursos religiosos, médicos y jurídicos que condicionan el cuerpo de la mujer.
Estos principios se manifiestan con toda su fuerza en «Violencia mujer», que en su obra más emblemática, ‘La descarga’, reúne fotografías de mujeres que denuncian torturas y violaciones durante la dictadura de Pinochet.
Utilizando la fotocopiadora Color Bubble, que le permitió imprimir en un formato más grande, Marisa González creó «Vértigos de identidad» y «La violación», dos de sus series representativas.
Gracias a su formación musical (estudió la carrera de piano) aborda instalaciones con nuevos lenguajes conceptuales, como «Grafías musicales», series de fotocopias generadas a partir de partituras. En «Mar de cristal o la catedral sumergida de Debussy», se inspira en la pieza musical del compositor francés.
En «Presencias» argumenta a favor del ecologismo promoviendo el reciclaje y la resignificación de objetos.
Marisa González llama guata a la pelusa que se acumula en los filtros de lavadoras y secadoras. Con este elemento, donde se mezclan los colores de las diferentes prendas de ropa de las que proceden las pelusas, elabora esta serie aplicándoles lo que llama «pintura a la luz» y convirtiendo de esta forma materiales de desecho en una nueva forma expresiva.
Utilizando el sistema gráfico informático Lumena, elaboró sus series «Transgénicos» y «Desviaciones II: bocas locas», donde lo transgénico es símbolo de las imperfecciones que rompen con el ideal. Con esta tecnología hizo retratos de su círculo cultural y artístico que reflejan distorsiones con las que trata de mostrar la complejidad de los retratados.
En la instalación «Estación Fax/Station» la artista trabajó con el fax para conseguir imágenes y textos de todo el mundo que aquí se exponen formando una pirámide que cuelga del techo.
En «Ellas, filipinas» denuncia con videos documentales y fotografías la explotación laboral y la situación de desprotección de mujeres migrantes en Hong Kong.
Y en «Nuclear Lemóniz» documenta el proceso de desmantelamiento de los equipos de la polémica central nuclear que nunca llegó a funcionar debido a la presión social, incluidos atentados de ETA. Acumuló planos, archivos, objetos, útiles y piezas de maquinaria y equipamiento informático de la central nuclear, que se muestran en esta instalación. La mole que iba a albergar la central permanece aún en pie sin que las autoridades sepan qué hacer con ella.
La exposición se cierra con «Luminarias», una instalación de arquitectura industrial compuesta de veinticuatro lámparas que aborda el proceso de declive de la Panificadora de Bilbao durante la reconversión industrial.
Las lámparas iluminan fragmentos del pasado, documentos antiguos guardados en los archivos del Consejo de Administración de la empresa, libros de familia de los trabajadores, voces que denuncian las duras condiciones laborales de aquella industria, símbolo de la decadencia de la arquitectura industrial del siglo veinte.
Esta exposición de Marisa González se podrá ver a partir del 29 de octubre en Azkuna Zentroa-Alhóndiga de Bilbao
- TÍTULO. Marisa González. Un modo de hacer generativo
- LUGAR. Museo Reina Sofía. Madrid
- FECHAS. Hasta el 22 de septiembre