Almudena Grandes se nos va a los 61 años. Se nos ha ido tan pronto. Tampoco la muerte -con esa inesperada puñalada trapera- avisó de su cercanía. Almudena, una escritora, columnista y luchadora coherente con sus palabras y actos en defensa de los que no tienen, no han tenido, voz.

El primer libro que leyó -regalo de su abuelo paterno- fue La Odisea -el viaje titánico de Ulises-, e identificada con él, inició el suyo, primero leer y leer, y después, escribir. Viajar por fuera, viajar por dentro, viajar con ella.

Estudió Historia en la universidad madrileña, pero siguió el camino marcado por su poderoso deseo de escribir. Al principio como ‘negra’ de narrativa que firmaban otros. La novela ‘Las edades de Lulú’, premio La Sonrisa Vertical, cambió su vida y le dio la oportunidad de hacer lo que siempre había querido hacer, la oportunidad de convertirse en escritora.

En sus cuatro primeras novelas -desde ‘Las edades de Lulú’ hasta ‘Atlas de geografía humana’ habla del mundo que le rodeaba -su generación, su país, su querido Madrid- con su voz femenina. Posteriormente -desde ‘Los aires difíciles’- se expresa también con voz masculina.

Y Almudena vuelve a sus estudios de Historia como novelista que rescata la memoria de los que sufrieron y lucharon contra la dictadura fascista en España. Consciente de que la literatura puede no tener que ver con la política, pero siempre tiene que ver con la ideología. Para ella, escribir es tomar posición en el mundo, porque la escritura en sí misma es un acto ideológico.

Desde una posición independiente: «Siempre digo que mis lectores son mi libertad. Yo escribo lo que me da la gana, porque mis lectores me sostienen. Si ellos me abandonaran, no podría escribir los libros que creo que tengo que escribir, tendría que ponerme a escribir los libros que otros creen que tengo que escribir».

Su trabajo simultáneo como columnista en El País le hace tomar aguda conciencia de la realidad que trataba en sus columnas, lo que eclosiona en 2010 en su proyecto más ambicioso: seis novelas sobre los ‘Episodios de una guerra interminable’. Una tarea titánica -sus libros no tienen menos de 500 páginas-, que en 2020 llegaría a ‘La madre de Frankenstein’ -la quinta y penúltima-, y nos queda pendiente la sexta y última.

Almudena era consciente de que: «Escribir una novela resulta bastante esquizofrénico. Es como vivir en dos lugares distintos, dos vidas paralelas, la realidad auténtica y la realidad de la novela, dos planos paralelos que nunca se deben mezclar. Aunque la creación de los personajes, de los conflictos, etc., siempre tiene que ver con el interior del autor». Viajar por fuera, viajar por dentro.

A Almudena le hubiera gustado llamar a su serie ‘Nuevos Episodios Nacionales’ como homenaje a Benito Pérez Galdós, pero tuvo miedo de que no fuera adecuado y muchos españoles no se reconocieran. Almudena ha defendido al escritor: «Galdós ha acabado sufriendo el absurdo desprestigio en España, él que fue la conciencia pública de la izquierda española de entonces ha pasado como un escritor conservador, reaccionario y casposo».

Galdós quizá le hubiera dedicado, en agradecimiento, este párrafo de ‘Los Ayacuchos’, de su serie ‘Episodios Nacionales’: «Créame usted, Sr. D. Fernando: la Inglaterra ha comprado a buen precio la ruina de nuestra industria algodonera, librándose, por el medio más sencillo, de un competidor formidable. El esparterismo, o sea la revolución, necesita, para sostenerse, del apoyo de los ingleses. ¿Quién gobierna en España? En apariencia, su ídolo de usted, elevado al poder supremo por las turbas indoctas; en realidad, el Embajador británico, asistido de la caterva de Ayacuchos, que con nombre tan feo designamos a los que componen la camarilla del Regente».

Como Almudena decía: «Yo creo que la literatura es vida de más: emociones de más, risa de más, experiencia de más…». Viajar por fuera, viajar por dentro, viajar con ella.

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