Colonizar el pensamiento

Antonio Porras Cabrera[1]

Sé que hay gente empeñada en colonizar mi pensamiento… y el de todo el mundo. Son aquellos que, con su altruista vocación mesiánica, pretenden hacerme comprender que lo que ellos ven es la verdad y lo que yo veo está apartada de ella, por lo que deberíamos (ya generalizo) reconocer nuestros errores e incorporarnos al redil.

En su afán caritativo y bondadoso, pretenden salvar e iluminar mi pensamiento con su sabiduría superior, su gran capacidad intelectual y su certera sapiencia… son sabios e iluminados, carentes de argumentos lógicos, pero cargados de principios adquiridos a lo largo de su existencia, comprados en iglesias, partidos políticos, escuelas, grupos o sectas varias de poder o de credo.

No suelen usar argumentos que consoliden sus ideas, pues eso ya lo hace el dogmatismo que las conforman, estructurando un pensamiento enquistado resistente a la argumentación lógica, o sea un integrismo que acaba descalificándolos a ellos.

Pero lo peor de todo, muchas veces, es que, cuando no les haces caso y, argumentalmente, les rechazas sus planteamientos, aflora la vehemencia en lugar de la razón.

Un ejemplo: cuando se ven acorralados por la razón acaban espetando: «Tú no me vas a convencer», y desconectan acaloradamente del discurso argumental que les planteas para no caer en el debate.

Esa falta de versatilidad en el ser humano es generadora de rechazo y odio al diferente, hasta tal punto que inocula la semilla de la confrontación cainita. En lugar de utilizar su tiempo para pensar en cómo establecer sinergias, cómo acercarnos a través de los acuerdos de común interés, se aferran a lo discordante y obvian lo concordante; es decir, prevalece la visión de lo negativo sobre lo positivo hasta romper la posibilidad de consensuar esa parte positiva para lograr algo en común que nos acerque, como primer paso a dar, en un largo camino de mejora de nuestra sociedad.

Pero, tal vez, no tengan conciencia, o no quieran tenerla, de que todos formamos parte de un todo convivencial imposible de soslayar, o sea de esquivar o evadir. Somos un sistema interactivo abierto.

Tenemos como general defecto, y sálvese el que pueda, la incapacidad de escuchar al otro antes de debatir. Parece que lo importante es que, al final, el otro se quede con nuestro pensamiento en lugar del propio, colonizando el suyo con nuestras ideas.

Yo sigo siendo un mar de dudas en muchas cosas, sobre todo en aquellas que tengo un menor conocimiento, y he de decir, con absoluta convicción, que me gustaría poder resolver esas dudas con solvencia, a través de fuentes fidedignas y de mi propio razonamiento para introyectarlas como verdades «relativas»; sin embargo los voluntarios caritativos, que pretenden colonizarme con paparruchas, mandan sus mensajes por todos los medios para convencerme de que su insolvente ocurrencia o tontería es la verdad y la mejor de las visiones de la realidad.

Televisión con tertulianos, medios de comunicación con sus noticias, argumentos políticos infantiloides, desubicados, irracionales y tendenciosos, cuando no señuelos para evadir la realidad que se ha de ocultar para que no caiga sobre ellos la aplastante evidencia de su corrupción, su malicia y la certera expresión de su perverso pensar.

En todo caso, y volviendo al inicio del texto, esa colonización del pensamiento ha sido el garante del dominio sobre la sociedad y se consigue mediante el adoctrinamiento y la creación de actitudes de sumisión al poderoso, al considerado dueño, incluso, del conocimiento.

No nos damos cuenta, pero el propio mecanismo de razonamiento se sustenta sobre premisas que conforman la base de la inferencia, o sea de la conclusión a la que llegamos mediatizada por los sesgos, que no dejan de tener, en muchos casos, un componente emocional manipulable, como es un claro ejemplo el asumir la posverdad, tan usada en estos tiempos, como forma de engatusar al ciudadano a través de sus emociones, disposiciones y sesgo confirmatorio…

El ejemplo más claro de colonización del pensamiento es el religioso. De todos es conocido que en el mundo hay infinidad de religiones que, con sus diferentes credos, dan una explicación existencial desde la concepción mágica de la vida.

Digo mágica porque escapa al razonamiento, al conocimiento humano y se sustenta en bases hipotéticas que, en sus diferentes formas, pretenden explicar la espiritualidad del ser humano y sus principios existenciales a través de la fe en un ser superior que toma diversas formas según el credo.

En todo caso, cada vez más, la ciencia asume el protagonismo explicativo de la realidad que vivimos, dejando en evidencia a las religiones que, casi siempre, pretenden ir adecuándose a los principios explicativos de la ciencia, dejando los dogmas cuestionados como formas de expresión adecuadas al tiempo y no como la realidad defendida otrora a capa y espada.

Al pueblo que no piensa o no tiene capacidad para hacerlo, se le adoctrina mejor en la sumisión para colonizar el pensamiento, hasta tal punto que se le inocula la idea de que su misión es ser sumiso.

A veces es bueno huir de la «verdad supuesta» de estas personas o medios, tan seguros de lo que dicen que evitan la autocrítica, y seguir con la duda razonable que te lleva al conocimiento, porque ya lo decía Bertrand Russell: «Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas».

¡Buenos días y que usted lo piense bien!, pero antes de dar crédito a alguien, le aconsejo se siente tranquilamente, se desvista de prejuicios, mire quién, cómo, dónde y para qué lo dice, o al menos intente vislumbrarlo, y luego piense las razones, argumentos y objetivos que se adivinan tras ese pensamiento que presenta…

  1. Antonio Porras Cabrera, natural de Cuevas de San Marcos (Málaga), es profesor jubilado de la Universidad de Málaga; Psicólogo, Enfermero especialista en Salud Mental y gestión hospitalaria.
    Profesionalmente se ha dedicado a la asistencia y gestión sanitaria y a la docencia universitaria.
    En su faceta de escritor y poeta, tiene publicados once libros de diversa temática: poesía, ensayos, novela, relatos, etc;. colabora en varias revistas literarias y es articulista de prensa.
    Es miembro de la ACE-A, Ateneo de Málaga, expresidente de ASPROJUMA (Asociación de Profesores Jubilados de UMA) e integrante de diversos grupos, en el campo digital, relacionados con la actividad literaria a nivel nacional e internacional.
  2. Artículo difundido por José Antonio Sierra Lumbreras

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