«Luminoso, conmovedor y necesario» documental sobre la disforia de género (lo que coloquialmente llamamos trans), «Una niña» (Petite fille), dirigido por el francés Sébastien Lifshitz (‘Adolescentes’, ‘Les invisibles’, ‘Plein sud’), de momento lleva acumulados el Premio al mejor Documental en el Festival Internacional de Cine de Chicago, el de la Mejor Película en el Festival de Gante, el de Mejor Película de No ficción en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, y opta al de Mejor documental Europeo del año pasado.
A Sasha, de siete años, que vive en una localidad pequeña del mapa de Francia, la inscribieron como niño cuando nació. Desde los tres años manifiesta querer ser una niña y vive rodeada de amor y comprensión en una familia que ha aceptado rápidamente que se trata de un caso de disforia de género. (Llegados a este punto conviene resaltar que Sasha ha tenido mucha suerte con la familia que le ha tocado; en muchos casos, es precisamente la familia del niño trans la principal causa de malestar y sufrimiento, al menos en los primeros años).
Sasha es una niña tímida que habla poco y juega mucho. La cámara ha seguido durante un año su vida diaria –la familia, la escuela, la clase de ballet- que se divide entre quienes la quieren, respetan y tratan como ella quiere ser tratada, y quienes se lo niegan todo, la acosan en la escuela y siguen llamándola con artículos y pronombres masculinos; y sigue también el combate de unos padres, especialmente una madre coraje, para hacer entender al resto de la sociedad su diferencia.
En el documental están las dudas, las miradas, las esperanzas y los momentos de desánimo, e incluso de lágrimas indeseadas, de la niña y sus padres, filmado todo con una sensibilidad encomiable y una cámara discreta que no se entromete, que considera que no hay tabúes y que la verdad es la única manera de hablar de un problema que afecta a una parte de nuestra sociedad: no importa el volumen, no importa a cuantas personas, que haya una sola cuyos derechos no se respeten es más que suficiente para no ignorarlo.
Por eso «Una niña» es una película emocionante, pedagógica, valiente, que vá más allá de cualquier intento moralizante, de una niña que tiene una infancia difícil y una familia valiente, con las que podemos empatizar enseguida: el amor que se respira en los padres y los tres hermanos, y los esfuerzos de comprensión y paciencia para conseguir que el resto de la sociedad aparque el tabú y acepte a la niña como es, colorean la historia de Sasha, tan real como ella misma, guapa y alegre desde la altura de sus siete años cuando nadie cuestiona su identidad; triste, llorosa, cuando la psicóloga inquiere cómo le tratan quienes en la escuela no son capaces de entender la falta de adecuación que hay entre el sexo que le asignaron al nacer y su identidad de género, quienes no comprenden que Sasha solo quiere que la acepten como es: «cada gesto de la niña nos toca, cada una de sus lágrimas nos desgarra» (Libération).
Es la madre de Sasha quien mejor lo explica todo, en un desahogo de sinceridad, casi gritando a la cámara: «Sasha no tendrá nunca la mochila que quiere, el estuche que quiere, el vestido que quiere, no vive su infancia, ¡mi hija no tiene infancia!…».
Felizmente, este fragmento de la historia de Sasha es también el de una metamorfosis. Al final del documental, las alas rosas que la niña lleva en la espalda de su camiseta mientras baila, y que evidentemente nos remiten a las mariposas que tanto le gustan, que decoran su habitación y lleva estampadas en su ropa, son el emblema de una liberación que llegará más tarde. Como dice su madre: «creo que todos tenemos una misión en la vida y Sasha está aquí cambiar las mentalidades».
«Una niña» se estrena en España este viernes, 12 de marzo de 2021,