Cada libro es un mundo cerrado que cada lector interpreta a su manera, esa es su libertad y el principio de su gozo. Algo idéntico a lo que sucede con cada película, que cada uno tiene la capacidad de sentirlas a su manera.
Se habla mucho de las adaptaciones al cine (o a las series) de obras literarias; las primeras se suelen llevar la peor parte en la comparativa, no desvelo ningún secreto. Salvo honrosas excepciones, cuando ha ganado la versión visual de una historia, la mayoría reciben toda clase de improperios y análisis sesudos sobre la enorme diferencia a peor, incluso ataques furibundos.
Puede que lo entienda, pero no lo comparto porque es un ejercicio injusto, hasta malsano.
El cine es un arte, y la literatura, otro. O viceversa. Pero bien distintos, incluso enfrentados. El uno se basa en la imagen, y es más novedoso; el otro, en la palabra, y es bien antiguo. ¿Estoy diciendo evidencias? Claro, pero me parece inevitable partir de ellas.
Estos días se repite mucho, a propósito de la versión serial de Cien años de soledad, lo que dijo en su momento su autor, Gabriel García Márquez, para explicar su negativa a convertirla en cine:
«La razón por la cual no quiero que Cien años de soledad se haga en cine es porque la novela, a diferencia del cine, deja al lector un margen para la creación que le permite imaginarse a los personajes, a los ambientes y a las situaciones como ellos creen que es […] en cine eso no se puede. Porque en cine la cara es la cara que tú estés viendo, la imagen es de tal manera impositiva que tú no tienes escapatoria, no te deja la mínima posibilidad de creación».
¿Tiene razón?, entendamos que de ahí se infiere que no se puede trasladar a la pantalla ninguna obra literaria. En todo caso estaba en su derecho a defender ese criterio.
Gabo comentó también, en otra oportunidad, que encontraba complejo adaptar aspectos como los monólogos de los personajes, el manejo del tiempo narrativo o lo intrincadas de las generaciones de los Buendía. Bueno, sí, ahí, sin duda; hacer una adaptación que resista ese chantaje de la equiparación obliga a buscar soluciones a cuestiones complicadas, más cuando son obras como la que estamos atendiendo, bien rica, compleja.
El equipo de esta película no ha podido, con toda razón, registrar el contenido completo de la novela de García Márquez, como ocurre siempre, dado que la literatura es mucho más prolija y detallada que el cine. Lo que es preciso hacer es elegir, destacar, priorizar, centrar la trama o las tramas mediante las que se pretenda contar la historia.
El equipo de la película: cinco guionistas y tres directores, al menos.
Me imagino a los guionistas, subrayando las frases clave de la novela, eligiendo luego cuáles componían el hilo imprescindible de la trama (y que se escuchan en la serie), las claves de las subtramas, la definición más acertada de los personajes principales, cómo resolver los permanentes cambios de tiempo, cuáles eran susceptibles de ser eliminados. Y a partir de ahí componiendo el guion de la película, dejando necesariamente al margen gran parte de la enorme riqueza del texto original.
En definitiva, tenemos que asumir que una película sobre un libro es la expresión visual de una lectura determinada. Porque si comparásemos le lectura de dos personas, sin necesidad de hacer nada a partir de ella, salvó disfrutarla, seguramente serían bien diferentes. Sobre todo, si estamos hablando de una novela con las características de Cien años de soledad.
Cien años de soledad sigue siendo una obra importante, de los frutos creativos a destacar de la literatura universal. Aunque también hay lectores que aseguran haberse aburrido con ella, que la han dejado a medias, que no les ha interesado. Claro, ¿por qué no? Que sea genial para unos no impide que sea detestable para otros; la literatura, y el arte en general, es así, provoca reacciones diversas, enfrentadas incluso.
La serie que se puede ver ya en Netflix me parece espléndida. Si la vemos como una serie y, aunque tengamos en el remoto nuestras sensaciones al leer la novela (yo la he vuelto a leer según la veía y es admirable el trabajo que han hecho de conversión, de traducción), no la comparamos, reitero mi consideración de espléndida.
El ambiente de lo que cuenta, la atmósfera de los escenarios, ese estilo basado en la sucesión ininterrumpida de escenas, la permanente aparición de personajes definidos con trazos idóneos, la magia discreta que sitúa la realidad en otra dimensión, la trabazón histórica a pesar de los continuos cambios temporales.
Que no se parece a lo que determinados lectores se imaginaron al leerla, por supuesto, faltaría más. Esta serie es la consecuencia de determinada lectura grupal (la de los guionistas y directores), no se puede esperar otra cosa, y así es preferible aceptarla, lo contrario es una lástima, porque no se llegará a disfrutar de una serie muy correcta, cuidadosamente trabajada en todos los aspectos que tienen que ver con una película, y que refleja, si se ve sin prejuicios, de manera admirable, la cosmovisión de Gabriel García Márquez en su obra más popular.
La considero muy recomendable. Yo la he disfrutado… de una manera diferente a como he disfrutado, varias veces, con la novela. Como tiene que ser al tratarse de dos experiencias artísticas que poco tienen que ver. Ya ando esperando la segunda parte.