Este 11 de septiembre 2023 se cumplen cincuenta años de una de las tragedias que azotó a Chile en aquellos ya lejanos años setenta del pasado siglo, y que a estas alturas de la Historia sigue marcando el día a día de una sociedad en la que unos siguen preguntándose cómo fue posible aquella atrocidad, mientras que otros la justifican sin ningún tapujo. Fue el golpe de Estado perpetrado por el ejército chileno, al mando del general Augusto Pinochet, quien se convertiría en dictador, uno más, durante muchos años.
Con datos publicados por diferentes medios a lo largo de los años, podría decirse que el golpe de Estado chileno fue, de alguna manera, la crónica de una muerte anunciada: la del entonces presidente chileno, el socialista Salvador Allende.
Cuando apareció su cadáver en el Palacio de la Moneda, asesinado por los militares golpistas, fue simplemente la constatación del tenebroso hecho ocurrido.
Chile era en aquellos momentos, y lo sigue siendo de alguna manera a la altura de nuestros días, una sociedad polarizada en la que lo importante, lo crucial, era vencer al otro, al que no pensaba como tú.
De nada sirvieron los intentos de Allende por parar, intentar arreglar, pacificar aquella sociedad sumida en la polarización y el miedo, poner coto al menos a aquella situación encrespada en la que vivía la sociedad chilena.
Fueron vanos sus intentos por acercarse a la Iglesia Católica, que tanto poder tenía a través de la Democracia Cristiana, o al ejército incluso, porque los que manejaban el poder oculto del dinero, desde dentro del país y desde fuera, hicieron todo lo posible por acabar, segar de raíz a personas o instituciones que no les interesaban.
De entre las muchas cosas que se dieron cita en aquella sociedad enfrentada, hay un dato a tener en cuenta, que no puede pasar inadvertido: fue la huelga de los camioneros, auspiciada por las clases más acomodadas, y numerosos datos apuntan a la colaboración de Estados Unidos, que no podía permitir un gobierno socialista en su proximidad.
Dicha huelga provocó el desabastecimiento de los productos de primera necesidad, con el consiguiente malestar para la población, sobre todo la más necesitada, ya que las clases medias y altas habían hecho acopio de los productos necesarios, sabedores de lo que se venía encima.
Lo cierto y verdad es que Allende murió defendiendo sus principios dentro del Palacio de la Moneda, defendiéndose y pidiendo de antemano a sus colaboradores que abandonaran el palacio para poder salvar sus vidas, como así lo hicieron muchos.
A partir del golpe de estado de Augusto Pinochet y sus conmilitones, serían perseguidos, apresados, gentes como sindicalistas, dirigentes de partidos políticos, organizaciones políticas o campesinas, estudiantiles, sospechosas de haber estado próximas al gobierno del país. La coalición de izquierda, Unidad Popular, sería masacrada sin piedad. No es de extrañar que en los días siguientes al golpe cientos de militantes de izquierda tuvieran que buscar refugio en embajadas de otros países para salvar sus vidas
Conservo en mi poder la revista La Actualidad Española, que el 27 de septiembre de 1973 publicaba un amplio reportaje gráfico de veinte páginas acompañadas de breves textos, mostrando en imágenes cómo fue el golpe de los militares, el asalto al Palacio de la Moneda, sede del gobierno, la persecución por las calles, la rendición de algunos intentando salvar sus vidas, lo único que les quedaba.
Han pasado cincuenta años de todo aquello, y las imágenes siguen siendo escalofriantes.
El reportero gráfico Chas Gerretsen, de Gamma-Cosmo Press, se jugó la vida para poder hacer aquellas fotografías que hoy son testigo de la Historia. Son fotos, como decía el semanario español, «Con olor a pólvora», acompañadas de breves titulares, porque las fotos hablan por sí solas, como «Puño de hierro en las luchas callejeras», «Arde el Palacio de la Moneda», «Granadas, bombas, disparos, humo y terror», «Moverse puede costar la vida», «El ejército sale a la calle», «Los francotiradores ofrecen resistencia» o «Pánico entre la población civil».
Aunque la Junta Militar diría al principio de la asonada que solo pretendía «Restablecer la institucionalidad quebrantada», no fue así, ya que desde el primer momento se impondría una dictadura férrea con el general Augusto Pinochet a la cabeza, en la que el ordeno y mando de los vencedores sería el camino a seguir, como en tantas otras ocasiones.
Cincuenta años después de aquel golpe de Estado militar, la sociedad chilena se encuentra en estos momentos dividida, en el Congreso chileno se respira un ambiente hostil, que nada contribuye al entendimiento. Todo ello, en un momento en el que el país tiene un gobierno de izquierdas encabezado por Gabriel Boric, un país quevive, en el recuerdo, la tragedia de aquellos días.