Juan José Campanella es uno de los directores argentinos más reconocidos a nivel mundial. Pertenece a la tendencia humanística-psicológica del cine argentino. Sus primeras películas: El mismo amor, la misma lluvia (1999), El hijo de la novia (2001), Luna de Avellaneda (2004) hasta su film El secreto de sus ojos (2009), premiada con el Oscar, expresan “el estilo Campanella” con temas humanos, cierto toque costumbrista, y un manejo de cámara seguro e innovativo.

Campanella ha decidido dejar Argentina para radicarse en Estados Unidos y trabajar en la famosa serie Law & Orden, donde ya había incursionado en años anteriores. La televisión no le es ajena y ha realizado varios programas de ficción, sociales y educativos en Argentina, con premios en el rubro. Igualmente no le es ajeno el teatro, donde ha experimentado recientemente, con éxito, con la obra teatral ¿Qué hacemos con Walter?

Ha obtenido todos los galardones deseados: nominado al Oscar en el 2001, por El hijo de la novia, y en el 2009 obtuvo el Oscar a la Mejor película extranjera por El secreto de sus ojos, galardonada también con el Premio Goya a la Mejor película Iberoamericana, y en 2014 por mejor película de animación con Metegol. Obtuvo varios Cóndor de Plata al mejor director, mejor montaje, mejor guión adaptado y guión original, por varios de sus filmes. Obtuvo el Premio Konex como director y guionista en el 2011, y varios premios Martín Fierro por su labor televisiva, además del premio Clarín y medallas del Círculo de Escritores Cinematográficos, así como el gran premio: la admiración de su público en Argentina y en el extranjero. Su trayectoria artística es incuestionable.

Juan José Campanella entrevistado en el Festival de Cine de Miami 2020
Juan José Campanella entrevistado en el Festival de Cine de Miami 2020

En la noche de presentación de la película en el Festival de Cine de Miami, un Campanella amable y sencillo contó a la audiencia sus comienzos como cineasta y el proceso que lo llevó a concebir . El filme parte del remarque del guión de José Martínez Suárez “Los muchachos de antes no usaban arsénico” de 1976, considerado el primer documento de humor negro de Argentina, con un casting de primeros actores, donde los protagonistas son una estrella de cine, su marido, el administrador y el médico de la actriz.

Campanella fue amigo y discípulo de Martínez Suárez y tuvo palabras de recuerdo hacia “Josesito”. Quienes conocimos a Martínez Suárez sabemos de su entrega al cine y su apoyo a los proyectos fílmicos de sus colegas. Sin duda, en este filme hay un tácito homenaje a ese director argentino, que fue su maestro.

Campanella retoma la idea adaptándola y actualizándola; también se rodea de primeros actores, como lo hizo Josesito en su versión, porque ambos sabían que es película de actores, la historia reposa en la actuación, sin buenos actores es difícil mantener el eje dramático, además es un trabajo de estructura cerrada.

El relato tiene como marco la mansión Guerrero, a las afuera de Buenos Aires, casona de una diva del cine ya retirada, donde vive con su marido, un actor de reparto, y sus amigos: el director de cine y el guionista, interpretados magistralmente por Graciela Borges, Luis Brandoni, Oscar Martinez y Marcos Mundstock, respectivamente.

En el argumento hay reminiscencia del musical Sunset Boulevard y El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder, pero ese “divismo” propio del cine de los 40-50 y muy hollywoodense, cambia en la versión argentina de Campanella, ya no es solo el ‘divismo” lo que cuenta, sino que se convierte en una alegoría al mundo del cine, incluyendo: estrella, director, guionista y actor de reparto. Es una alegoría al mundo artístico cerrado, mágico y cruel. También es un credo estético del propio director que sabe de la interrelación que existe entre estos protagonistas y la realización de una producción, en la mirada alerta y sensible del director y en “lo pesado que resulta llevar un “Oscar”.

Hay guiños permanentes a la historia del cine argentino, a la hipocresía, envidia, celos, pero también solidaridad con la que se mueven los integrantes del medio artístico. Los que hemos vivido el medio, lo sabemos. Su sentimentalismo argentino tanguero aflora, como su libertad para arriesgar enfoques y mover el relato dentro del mundo de los personajes, encerrados en sus neurosis y en la casona.

Campanella actualiza el tema con la presencia de jóvenes: la actriz Clara Lago y el actor Nicolas Francella, que están actoralmente a la altura, para mostrarnos la confrontación generacional y la estafa inmobiliaria a la que son expuestos los viejos, sean o no estrellas de cine.

Choque generacional, choque de filosofía de vida y de conductas. Un pulso entre jóvenes y viejos, donde se marcan las diferencias de visión: los jóvenes sin respeto a la historia ni a sus mayores, y los viejos envueltos en sus recuerdos, sin comprensión del presente. El fraude inmobiliario como contraposición de la mansión conservada.

Campanella maneja primeros planos sin temores, encuadres audaces, esfumados y los efectos sonoros cuando la película cae en lo melodramático, para retomar la comedia, el humor negro, la sátira y, por supuesto la teatralidad, porque se trata del ‘teatro de la vida” de un documento simbólico, de ficción dentro de la ficción que es realidad.

Entre comadreja y comadreja… ¿Dónde están las fronteras?

Cuento y Realidad, Juventud y Vejez, Vida y Muerte, Bien y Mal.

El cuento de las comadrejas tal vez sea el cuento del ser humano, nosotros, con nuestras dudas, fracasos y triunfos, el “Gran Teatro” del mundo visto por “el ojo” del gran Campanella.

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