Julio Collado Nieto

Sostiene Pereira que estos días ha recordado su niñez y adolescencia al leer en los «papeles» la adjudicación, por fin, del nuevo Contrato de Basuras por parte del Ayuntamiento de Ávila. La noticia le llevó a preguntarse el porqué esta sociedad produce tanta basura mientras en su pueblo apenas la vio.

Allí y entonces, todo se aprovechaba, bien para los animales domésticos si eran residuos orgánicos o bien para remendar o componer otros utensilios si los primeros ya no podían hacer su función.

Recuerda cómo su padre hacía unos dediles muy eficaces contra las tarascadas de la hoz, con unos clavillos y el cuero de las viejas sandalias rotas de andar por los caminos polvorientos. También, «fabricaba» las abarcas con la rueda gastada de alguna moto que recogía en algún taller mecánico de la capital.

Recuerda cómo el señor Flores (Moya), el hojalatero, recalaba por el pueblo con su vespa y, con unas sencillas y mágicas lañas, cosía las cazuelas de barro desportilladas, los pucheros rajados y los platos azulones de cerámica de Talavera. También restañaba la cobra, las sartenes y el caldero de cobre donde se hacían los ricos chicharrones.

Era una obra de arte que hacía casi eternas las vasijas. Jamás vio que rezumaran aquellos cachivaches alañados. Y los niños ensimismados veían en vivo y en directo la obra de aquel artesano o artista, que era por las mañanas, cree recordar, guardia municipal en la capital.

Nada se tiraba al contenedor que, por otro lado, no existía. Aquello sí era Economía Circular por necesidad. Hasta la escasa ceniza de la lumbre baja se aprovechaba para abonar los ajos y otras hortalizas.

Pero, la sociedad avanza que es una barbaridad. Ahora, las gentes se ha apuntado a esa locura que llaman Consumismo y las basuras inundan los océanos, las cunetas de caminos y carreteras, los solares sin construir, las fuentes de los campos, los ríos y hasta Gredos.

En las ciudades, los pies de los contenedores también sufren la incuria de los ciudadanos que no quieren mancharse las manos o que mandan a sus hijos pequeños que no pueden levantar las tapas o los que aun no han aprendido qué color corresponde a cada reciclaje. O peor aún, dejan un fin de semana sus colchones con meadas incluidas o las ventanas desechadas o las ruedas de su coche.

¡Los tiempos avanzan una barbaridad!

«Que lo recojan los basureros que para eso les pagamos», dicen. ¡Pobre tierra que no sabe cómo librarse del consumo desorbitado de las sociedades ricas! Tan es así que, actualmente, los países miden su riqueza por las toneladas de basura que producen al año, que exilian a los países pobres a cambio de dinero. Como las ropas desechadas. Menos mal que algunos han visto que esa basura invasora puede convertirse en nuevas fuentes de producción y, quizás, ese valor supremo, que es el lucro, llegue a tiempo de auxiliar el ahogamiento «basuril».

En fin, la empresa FCC Medio Ambiente SAU, actual concesionaria, será la encargada de ejecutar, hasta el año 2034, el servicio de «contenerización», recogida, transporte de residuos urbanos y limpieza viaria en la ciudad de Ávila y sus barrios anexionados por un precio de de 8.029.011,48 euros anuales por un periodo de diez años.

El nuevo contrato aumentará la frecuencia de limpieza viaria y la recogida de residuos. Contará con contenedores de mayor capacidad y con uno nuevo de color marrón, destinado a los residuos orgánicos. Se cierra así un largo proceso de adjudicación después de que el contrato estuviera varios años prorrogado.

A ver si, ahora, se nota la mejoría en la limpieza de toda la ciudad, no solo la almendra central o museo para turistas. Los barrios también existen. Un poco más de belleza en cualquier punto de la ciudad, sea céntrico o periférico, nunca viene mal. Lo mismo que un poco más de educación cívica a la hora de colaborar para que la limpieza de calles, plazas, jardines y el campo que rodea a la ciudad, sean más hermosos y saludables.

  1. Artículo propuesto por José Antonio Sierra

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