Jesús M.ª Sanchidrián Gallego[1]
En el cincuenta aniversario de la muerte de la novelista irlandesa Kate O’Brien (Limerick, Irlanda, 1897 – Canterbury, Reino Unido,1974) nos ocupamos de su figura como escritora de proyección internacional, como mujer, como feminista, como admiradora del genio de Santa Teresa, como abulense de sentimiento, como viajera enamorada de Castilla, como ilustre vecina protagonista del callejero abulense, como icono del festival literario que lleva su nombre en Limerick, como brigadista literaria en la guerra civil española, como embajadora de Ávila en la cultura anglosajona, y como nexo de unión entre Irlanda y España.
Y lo hacemos, además, tomando a la escritora irlandesa como bandera de identidades culturales de Ávila e Irlanda siguiendo a José Antonio Sierra Lumbreras, abulense de Villanueva de Gómez, quien fue fundador y director del Instituto de Cultura Español en Dublín (actual Instituto Cervantes), quien ha solicitado al Ayuntamiento capitalino su distinción como hija adoptiva de la ciudad, lo que suma a otras muchas actividades reivindicativas de hermanamiento en las que lleva embarcado desde hace décadas.
Kate O’Brien es un clamor en la literatura irlandesa y en las letras anglosajonas, donde gracias a ella Ávila ocupa también un destacado lugar con altas cotas de popularidad de la mano de Teresa de Jesús, cuya presencia en la vida de la escritora comparte fama y gloria de la mano de su pluma al lado de sus compatriotas Oscar Wilde, C. S. Lewis, James Joyce, Samuel Beckett, Bernard Shaw y Willian B. Yeats, entre otros laureados autores irlandeses.
Entre los aspectos biográficos de Kate O’Brien anotamos que cuando contaba cinco años falleció su madre quedando huérfana con otros nueve hermanos. Entonces ingresó interna en la escuela Laurel Hill regida por monjas francesas.
En 1919, se licenció en la University College Dublin y ejerció como periodista independiente para The Sphere y de The Manchester Guardian Weekly. En 1921 enseñó en el convento londinense de Santa María y viajó a Estados Unidos, y en 1922 se instala en Bilbao como institutriz de los hijos de la familia del doctor Areilza, descubriendo aquí su vocación de escritora, tal y como rememora el niño que luego fue ministro de Asuntos Exteriores, José María de Areilza (El País, 13/08/1985). En 1923 regresa a Londres y se casa con el joven holandés Gustaff Renier, de quien se separó los once meses.
Diez meses fueron suficientes para que Kate O’Brien quedara rendida ante España, a la que adoptó como su segunda patria, según ha recordado el antiguo embajador en Irlanda José Antonio Yturriaga, y también ha señalado Benedict Kiely: «España influyó en ella tan poderosamente, no solo por el hecho de que estuviera allí cuando era muy joven, sino porque en el molde de su mente había algo cercano a la tierra de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz».
Y la propia escritora confesó en su libro de viajes Farewell, Spain (1937) –Adiós, España– que se sintió «complacida y contenta con la inesperada España que encontré -aunque durante años no fuera consciente de ello – por haber conocido a un país al que tanto llegué a amar».
En sus escritos, Kate O’Brien aborda la independencia de la mujer, la libertad individual, la opresión de la moral religiosa, la sexualidad femenina, la identidad homosexual, y la resistencia antifascista. Y según la crítica actual, fue una valerosa voz a contracorriente de la censura imperante en la Europa de los años treinta, una escritora experimental que aunó el modernismo con la literatura popular, una autora clave en la literatura irlandesa, una importante activista literaria y la primera novelista de origen gaélico-irlandés que destaca por articular la posición de la mujer en la nueva Irlanda.
El conjunto de la obra de Kate O’Brien está formado por nueve novelas, obras de teatro, libros de viaje y biografías, aparte de un amplio repertorio de artículos, conferencias y otros textos. Varias de sus novelas, como That Lady, dedicada a la princesa de Éboli, y Mary Lavelle, sobre su primera experiencia en España, han sido adaptadas para el teatro y el cine.
Toda su trayectoria personal y literaria se conserva en la University of Limerick (The Kate O’Brien Papers, P/12), donde queda registrada su vida y su carrera como escritora en una interesante colección formada por escritos, correspondencia, cartas, borradores, manuscritos, artículos, recortes de prensa, fotos y postales, estampas estas últimas que reproducen la imagen de Santa Teresa de Jesús y la Casa de los Deanes en Ávila.
En uno de sus viajes como exploradora, Kate O’Brien reunió un buen número de libros que otros autores habían escrito sobre España, cuyas impresiones ella esperaba comparar con las suyas propias, tal y como cuenta en la novela autobiográfica Mary Lavelle (1936), donde reseña los textos literarios de otros viajeros que también recorrieron la península dejando distintas visiones de Ávila: «Había que permitirle a [Richard] Ford y a Washington Irving y a [Téophile] Gautier y hasta el flemático [George] Borrow, quien con gran sorpresa suya, le gustaba, que tuvieran sus distintas y hasta inverosímiles Españas». Sin embargo, ella no podía perder su España, cuyo corazón era Castilla, para lo que se veía animada como Isabel la Católica en la fundación de la ciudad de Santa Fe, dice.
Aun teniendo a Ávila como el alma esencial de España y de la espiritualidad castellana de los grandes místicos Teresa de Jesús y Juan de Yepes, la ciudad aparece como un destino esperanzador de los protagonistas de la novela Mary Lavelle. En esto, los personajes de la novela se ilusionan: «Estoy demasiado cansada para un lugar como éste. No me gusta. ¡Ojalá hubiera ido a Ávila!» … «Antes de que tú aparecieras -continúo-, yo estaba pensando que ojalá hubiera ido a Ávila. ¡Menudo lío se hubiera organizado!» … «Estaba pensando que podíamos ahorrar e ir a Ávila alguna vez. Una idea loca, pero hace años que no disfrutado de unos días de vacaciones» … «Me gustaría ir a ver la sierra de Gredos otra vez».
Aunque Ávila aparece en las distintas rutas que Kate O’Brien traza por la península y la meseta castellana que cruza por la línea de los Ferrocarriles del Norte, además de figurar en su imaginario viajero por España apoyado en la Guide Bleu (ed. Librarie Hachette, eds. 1922 y ss), lo cierto es que es a partir de los veranos de 1935 cuando acude con frecuencia a la ciudad, con el paréntesis de la guerra civil y la posguerra.
Y tanto insistir en la novela Mary Lavelle, que Kate O’Brien retoma aquel viaje a Ávila guiada por Santa Teresa en el libro Adiós España (Farewell Spain, 1937): «Cuando estuve en Ávila hace dos años, conocía poco a Teresa salvo lo escrito por R. Crashaw y de ciertos piadosas anécdotas escuchadas en la infancia». Sobre ello, añadimos que el poeta inglés Richard Crashaw, llamado el «divino», compuso hermosos versos dedicados a Teresa de Ávila: «Aquí devuelvo a tu brillante nombre, / hermosa riada de santos fuegos, transfundida la llama / que saqué de leerte; ya sé que hay agravio / en que en mi canción débil y ruin/ se te ponga a brillar donde apenas despunta/ tu luz plena. Perdona si me atrevo a decir/ que los culpables son tus libros amados, / porque en ellos aprendí que el amor es elocuencia» (Apología, 1646). Después, Kate O’Brien se empapó del Libro de las Fundaciones, Castillo interior, el Libro de la vida y Camino de Perfección.
En su primera visita a Ávila, Kate O’Brien estuvo acompañada de su amiga la artista inglesa Mary O’Neill (1892-1987), quien recuerda que en ese año viajaron juntas por España recorriendo desde La Coruña y Santiago de Compostela toda Castilla por Segovia, Salamanca, Ávila y Toledo, tal y como anota al dorso del borrador mecanografiado fechado en diciembre de 1969 «Anoche tuve una experiencia feliz» (Archivo University of Limerick).
En este viaje, Mary O’Neill pintó una vista general de Ávila y trazó dibujos de los monumentos más significativos de las ciudades visitadas, una selección de los cuales fueron publicados en Teresa of Avila (1951) y en la edición en castellano de Teresa de Ávila (Ed. Vaso Roto, 2014), así como en ediciones sucesivas de Farewell Spain (Virago, 1987), publicaciones ambas que corrieron a cargo de la propia Mary O’Neill, albacea literaria de Kate O’Brien.
Y a la vez que Ávila ejerce una especial atracción y admiración en Kate O’Brien, hay que decir que antes quedó cautivada por Castilla, la tierra donde se adentró desde Bilbao, su casa de acogida en España, lo que hizo despojada de la angustia que suscitan los versos de Antonio Machado cuando compone «Por tierras de España» (Campos de Castilla, 1912). Esta sentida experiencia se recoge en la novela Mary Lavelle, igual que lo hace Mary O’Neill en la introducción a Farewell Spain – Adiós España:
«La luz de la tarde caía sobre la llanura. Era la tercera semana de septiembre y algunos campesinos estaban todavía aventando las cosechas de centeno y de trigo. Hombres con trajes de algodón negro se enderezaban para ver pasar el tren, y algunas veces un muchacho saludaba agitando su sombrero de paja de alas anchas. La tierra tenía un color dorado y se extendía de manera uniforme, sin pausa ni prisa, hasta encontrarse con un firmamento tan lejano y tan luminoso que solo podía considerarse azul en el sentido más etéreo e ilusorio de la palabra». Así era la Castilla que veía Kate O’Brien en la panorámica que dibuja el tren en el viaje desde Bilbao a Madrid pasando por Burgos, Medina del Campo y Ávila. Es la buena tierra a la que volverá en visitas solitarias y a intervalos durante el resto de su vida.
Ya en Ávila, en el libro Farewell Spain – Adiós España, Kate O’Brien se enfrenta a la Guía Azul francesa, de la que se sirve en sus viajes, por la descripción desatinada de la ciudad como sombría, fría y conventual. Y a ello, responde que Ávila no es ni sombría ni fría, y bajo la nieve «ninguna ciudad podría concebirse mejor con esa decoración», melancolía que recuerda también en la novela Mary Lavelle: «¿Os acordáis de aquel viaje en coche de hace dos años, cuando estaba nevando en Ávila? -dijo Nieves abstraídamente. – Sí. ¡Mis María, tiene usted que ver Ávila cubierta de nieve!».
Años después, en 1961-1962, Kate O’Brien pasó el invierno en Ávila, igual que lo hizo en una heladora primavera. Entonces, como siempre, se alojaba en el Hotel Jardín y escribía hasta altas horas de la noche. El regente del hotel, el señor Remigio, colocaba un brasero de cisco o de carbón encendido para calentar la habitación, el cual retiraba antes acostarse.
A partir de entonces, Kate O’Brien entabló una entrañable amistad con Remigio y su esposa, la señora Nicasia, y pasó algún domingo en su casa de las afueras de Ávila con sus dos hijas pequeñas, Conchita y Milagros. Más tarde, Remigio escribió a la escritora dándole noticias de la familia y adjuntando una fotografía de la niña Milagros del día en el que recibió por primera vez el ‘Pan de los Ángeles’, engalanada de primera Comunión con velo, guantes, corona y vestido largo blanco, según cuenta Mary O’Neill en Farewell Spain.
Sobre el carácter conventual de la ciudad, Ávila es, como en tiempos de Santa Teresa, «un lugar de claustros y campanas, de vísperas y funerales, de tomar el velo y de procesar votos; toda la vida de la ciudad se caracterizaba por una fe solemne y caballerosa y por la austera aceptación de los misterios de la Iglesia», escribe Kate O’Brien sobre aquella época en Teresa of Avila.
En cuanto a la impresión que produce Ávila en Kate O’Brien durante su estancia en el Hotel Jardín frente a la puerta de la muralla del Peso de la harina, ella misma lo cuenta en FarewellSpain, donde se sorprende de que la plaza Mayor tenga tanta variedad de nombres: «Una guía la llama Plaza de la Constitución, otra Plaza de Santa Teresa, una tercera Plaza del Mercado. En sus placas de identificación se anuncia como Plaza Mayor, Mercado Grande y Plaza de la República».
Y añade, «creo que también ha sido conocida como Plaza de Torquemada, Plaza de San Segundo y Plaza del Alcázar». Sobre ello, señala que Santa Teresa es la gloria de Ávila, y pide que los republicanos abulenses bien podían ceder nombrando la plaza del mercado con su nombre, donde ya figura a la cabeza del monumento de las grandezas de Ávila, como debe ser, siendo la única de ellas que el visitante recordará.
Kate O’Brien hizo por Ávila y por la biografía de Santa Teresa el mismo peregrinaje que la escritora y activista inglesa Gabriela Cunninghame, autora del libro Santa Teresa, her life and times (1894), había hecho a finales del siglo diecinueve, quien compartió con Emilia Pardo Bazán la siguiente impresión: «Existen, según creo, misteriosas afinidad y semejanza entre el carácter de Santa Teresa y la ceñuda y avanzada fortaleza de Castilla que le dio nacimiento. Una edad de fe intensa y de guerrear constante produjo a los dos; ambos representan plenamente el espíritu de la época. Un espíritu guerrero, un pasado tormentoso y luchador, está impreso en cada piedra de Ávila» (R. Maeztu, La Época, 15/05/1905).
Y lo mismo que Gabriela Cunnighame declaró convencida que «Santa Teresa, de haber sido nuestra contemporánea, sería socialista», Kate O’Brien añade que más bien debía ser comunista: «Que ninguna hermana tenga algo propio, pero todo en común y a cada una se le dé según su necesidad». Al mismo tiempo, apuesta por el carácter feminista de la Santa en el universo literario de Safo de Lesbos, Jane Austen, las señoras Curie, Emily Dickinson o Emily Brontë, alma gemela esta de Santa Teresa de Ávila, aunque en diferentes contextos, que escribió: «La Esperanza solo fue una amiga asustadiza; / se sentaba al otro lado de la reja de mi celda /a observar cómo se iba».
En Ávila, como bien dijo el profesor Daniel Pastor García cuando se inauguró la calle Kate O’Brien en 2011, la novelista se sentaba en los cafés, observaba a las personas y entablaba conversación con ellas. Amaba sus monumentos, sus calles, su pasado histórico, la sencillez y el calor humano, la sensación de no sentirse extraña y, por supuesto, la personalidad de su hija más ilustre, Santa Teresa, cuyas obras, que empezó a leer en 1934, pese a no ser católica practicante, atraparon por completo su corazón:
«Ávila representaba, para O’Brien, la esencia misma del espíritu español: Castilla en su estado más puro, la tierra de los grandes místicos y escritores, y lo austero del paisaje, el cielo azul inmaculado, como de ensueño, y la sobriedad de sus edificios y monumentos, de un intenso color dorado, cobraban expresión en las cualidades de abnegación, sencillez, nobleza de sentimientos y escrupuloso sentido a la tradición, con lo que en fin, se identificó plenamente».
En la misma línea, y siguiendo el relato de Kate O’Brien en Farewell Spain – Adiós España, observamos que Ávila, como Santiago de Compostela, es una mezcla de granito y arenisca que en verano adquiere una brillante tonalidad en medio de un paisaje rubio bañado por el sol. «Sus famosas murallas de granito con sus ochenta y seis [88] torreones todavía tienen el aspecto de una fortificación maravillosamente buena». La Catedral es un ejemplo de transición del románico al gótico que forma parte de la fortificación de la muralla, en cuya plaza está guardada por leones de granito unidos por cadenas.
La ciudad se desliza sobre los lados de una colina dorada y las montañas rodean su paisaje. En los días de mercado la plaza está llena de pastores y labriegos que parten en mulas a la sierra o a la Paramera. La Encarnación aparece en un sombreado lugar y silencioso. Los Cuatro Postes son pilares vigías donde Teresa, con cinco años, quiso ir al martirio.
En Santo Tomás duermen Torquemada y el Joven Infante Juan, el único hijo de Isabel la Católica. San José testimonia la primera Fundación teresiana. San Vicente es el edificio más precioso, con decoración románica, porticado y blanqueado por el sol con algunos árboles a su alrededor. Otros monumentos reseñables son el Ayuntamiento con su sobria plaza, el palacio de Polentinos, la Iglesia de San Juan y la iglesia de la Santa.
Una frondosa alameda discurre desde la puerta de la Santa (o de Montenegro) junto a las murallas por el paseo del Rastro, desde donde se ofrece una majestuosa panorámica sobre el Adaja y la llanura de Castilla. Desde los bancos, que suelen estar llenos de niños, se ve en primer plano la iglesia de Santiago delante de San Nicolás. A lo lejos, se divisan caminos apenas perceptibles entre campos dorados. Al fondo, las cumbres de la Serrota que sueña nevadas bajo un impecable e incomparable cielo. Frente a la iglesia románica de San Pedro se abre la plaza, donde hay grandes cafés con terrazas, un quiosco de prensa, limpiabotas y mendigos.
Más Ávila tenemos en Teresa of Avila – Teresa de Ávila:
«Sus famosas murallas, en verdad ciñeron la ciudad en fecha tan tardía como finales del siglo once de nuestra era y, algo más tarde, la oscura y amenazadora fortaleza-catedral creció a su sombra; y con el paso del tiempo esas cosas que una ciudad eleva y desecha entraron en la vida de Ávila y salieron de ella: iglesias, palacios y posadas, tumbas y ermitas, escudos de armas, claustro, fuentes, reliquias sagradas; hoteles y trenes; autocares, cafés y altavoces; la luz eléctrica y agua corriente caliente y fría… todas estas manifestaciones del paso del hombre dejan una estela, como siempre han hecho, tanto dentro como fuera de Ávila; algunas apenas perceptibles, otras quedándose para vivir y morir con la ciudad, algunas con la pretensión vana, de rehacerla».
Guerra civil
La relación de Kate O’Brien con España comenzó en 1922, cuando se asentó en Bilbao como institutriz de los hijos de la familia Areilza. Durante las numerosas visitas que hizo se sintió preocupada por los conflictos sociales y laborales, y las tensiones políticas, tal y como recoge en su libro de viajesFarewell Spain – Adiós España, escrito entre octubre de 1936 y febrero de 1937.
Su apuesta republicana figura en el capítulo «No Pasarán», a lo que añade: «No soy una comunista, pero creo en la España republicana y en su Constitución y creo en el derecho legítimo de esta república de defenderse contra las Juntas militares, los moros y todos los agresores doctrinarios y mercenarios. Y naturalmente creo, como así debe ser, en el derecho de la España republicana a establecerse de forma comunista, si esta es la voluntad de la gente. Un ‘sí’ profundo que sólo la propia España puede dirimir»(The Irish Democrat, 16/10/1937).
Sobre la participación irlandesa en la Guerra Civil, cabe decir que unos setecientos hombres, bajo el mando del general O´Duffy, lucharon en España apoyando a Franco, lo que puede estudiarse en profundidad en el Archivo General Militar de Ávila, mientras un grupo de 150 voluntarios se incorporó a las Brigadas Internacionales en defensa de la República, lo que bien ha investigado Pere Soler Paricio (Irlanda y la guerra civil española, Universitat de Barcelona, 2013).
A mayores, las relaciones entre Irlanda y España se remontan a tiempos lejanos, en los que las leyendas nos hablan de un pasado celta común a través de Galicia. Más concretamente, dicha relación, centrada en el éxodo y la emigración irlandesa a los territorios de la Monarquía Hispánica producidos durante la Edad Moderna, fue el motivo de la interesante exposición titulada «Los irlandeses y la Monarquía Hispánica (1529-1800) Vínculos en espacio y tiempo» (Simancas, Valladolid, 2013).
También es reseñable la herencia cultural de los conocidos Colegios Irlandeses, dedicados a la formación de sacerdotes seculares que debían ejercer la pastoral en su país, que se abrieron a partir del siglo dieciséis en Valladolid, Salamanca, Santiago de Compostela, Madrid, Sevilla y Alcalá de Henares.
Y entre los 120.000 irlandeses que llegaron a España en aquel periodo, uno de los más ilustres y famosos fue el teniente general Alejandro O’Reilly, quien en 1774 fundó en Ávila una avanzada Escuela Militar para oficiales (Óscar Recio, Investigaciones Históricas, 32/2012), la cual tuvo su sede en el antiguo palacio renacentista de Blasco Núñez Vela, actual Audiencia Provincial.
La posición antifranquista durante la Guerra Civil de Kate O’Brien, contraria a la mayoría de sus compatriotas, impidió que regresara a España durante dos décadas, hasta 1957, si bien, algunas de sus obras sí que fueron editadas en este periodo por Planeta y Plaza y Janés (Sin mi capa; Final de verano; La antesala y Esa señora), no ocurrió lo mismo con Farewell Spain, que no llegó a publicarse en español.
Esa dama y Teresa de Ávila
Durante el tiempo en el que tuvo prohibida la entrada a España, Ávila y Santa Teresa siguieron ocupando una parte importante en la vida de Kate O’Brien, tal y como apunta en artículos, conferencias y programas radiofónicos, lo mismo que reseña en su exitosa novela That Lady – Esa Dama, y en la monografía Teresa of Ávila – Teresa de Ávila.
La novela That Lady – Esa Dama (1946)de Kate O’Brien, ambientada en la España del siglo dieciséis, recrea la vida de la princesa de Éboli, Ana de Mendoza y de la Cerda, duquesa de Pastrana, una mujer independiente y luchadora, defensora de su libertad frente a las restricciones sociales y cortesanas, incluidas las imposiciones autoritarias del rey Felipe II.
Igualmente, la figura de Teresa de Jesús se menciona repetidas veces en la obra, donde aparece como una gran mujer que se cruzó en la vida de Ana de Mendoza, quien bien podría ser su alter ego, si no fuera por aquel enfrentamiento que tuvo con la Santa, quien en coherencia con su pensamiento, se opuso al ingreso de la princesa como religiosa en uno de sus conventos:
«La última vez que estuve en esa capilla vi a la madre Teresa en persona entregar el hábito de las descalzas a dos novicias de Pastrana. – [El rey] Felipe hablaba en voz muy baja y con una curiosa sonrisita. Pero Ana [Princesa de Éboli] dio un respingo; no le gustaba que le recordaran a la madre Teresa».
También de Ávila se ocupa Kate en esta novela, cuando defiende su capitalidad frente a Madrid: «Que Castilla y el centro gobernaran el resto era evidente… Incluso Ávila [podía haber sido depositaria del futuro], con sus murallas, sus nueve puertas y su puro estilo castellano».
El éxito de la obra fue rotundo, tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos; además fue adaptada al teatro y estrenada en Broadway y luego en Londres, y llevada al cine en 1955.
Teresa of Ávila (1951) esuna de las últimas obras de Kate O’Brien, la cual describe ella misma en su introducción:
«El presente ensayo constituye un retrato o, más bien, unas notas para un retrato; es una apología no de Teresa sino de la constante admiración que esta escritora ha sentido hacia ella».
Más aún, añade: «Gracias a su don de clara expresividad, su tempestuosa y atormentada vida brilla hoy a través de la historia humana como el camino de perfección en que ella la transformó».
Y no se cansa Kate en alabanzas cuando dice que Teresa fue una mujer genial que, mediante la palabra y la acción, a que da lugar el poder de la palabra, fue una formidable prosista que llevó la vida de un genio. Todo un orgullo para los abulenses cuando leemos al comienzo del relato:
«Para cualquiera, en cualquier siglo, nacer y ser niño en Ávila es un golpe de suerte». Ciertamente, la obra trata de la vida de santa Teresa de Jesús, una mujer a la que Kate se refirió desde su agnosticismo como «un enorme e inconmensurable genio de los que ha habido pocos, y solamente una mujer», destacó Peter Gunning (Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, 119/2008).
Finalmente, dos años antes de morir, alcoholizada y con problemas económicos, Kate O’Brien dedicó su columna «The Long Distance» (The Irish Times, 6.01.1972) a la conferencia impartida en la Universidad de Valladolid: «Estuve en España casi todo el mes de diciembre. Me gustaría resumir en pocas palabras y precisión mis reacciones a tal estado de felicidad. Pero son tantas, y demasiadas relacionadas con mi largo y complicado amor por Castilla», donde Ávila es su corazón.
Por último, reseñamos que otras iniciativas de reconocimiento a la figura y obra de Kate O’Brien que han tenido lugar en Ávila fueron el homenaje rendido por el ‘Club de Pensamiento y Cultura Jorge Santayana’ y el Grupo Municipal Socialista en 2010, el amplio programa de actividades desarrollado por el Ayuntamiento de Ávila coincidiendo con la inauguración de una calle con su nombre en septiembre de 2011, y la presentación en El Episcopio de la edición en español del libro Teresa of Ávila -Teresa de Ávila (Ed. Vaso Roto, 2014) coincidiendo con el Quinto Centenario de la Santa, sin olvidar la nominación de una calle en la cercana localidad de Gotarrendura en 2008.
- Jesús M.ª Sanchidrián Gallego es cronista oficial de la ciudad de Ávila