La autoestima nos condiciona la vida, la elección y es un factor relevante y decisivo en nuestra existencia. Desde una temprana edad, podemos ver cómo una incorrecta percepción de nosotros mismos puede hacer que nuestra vida no sea grata; variables que podemos modificar si también alteramos nuestra autovaloración, entre otros factores.

Pasamos por la vida de puntillas en cuanto al conocimiento de nosotros mismos se refiere. Quizá, en ese compromiso que evitamos a todas luces; ese que no adquirimos, tratamos de evitar esos peligrosos escenarios que nos hacen sufrir, porque son los que nos muestran el yo que evitamos a lo largo de nuestros días.

Si hablamos de autoestima, necesariamente hablamos de autoimagen, de autovaloración, de autoconfianza, de autorrealización, y en ese afán, que no solo nos pertenece cuando somos jóvenes, salimos airosos, (o no), de determinadas circunstancias porque elegimos bien, (o no), eso que está destinado a ser nuestro.

En el desempeño de diversas actitudes que nos condicionan a la hora de elegir, vemos cómo, el vestigio del alma; ese ingrediente que nos proporciona dignidad en esta existencia nuestra, se ve vapuleado cuando la autoestima la tenemos en baja forma. Esta permite desarrollar a partir de la interacción humana, lo que nosotros somos, experimentamos, logramos; en definitiva, nuestros pequeños éxitos y consecuencias a través de los cuales nos identificamos con nosotros mismos.

Cuando nuestra autoestima ha sido destruida en algún escenario que tiene que ver con otras personas; ya sea por mensajes transmitidos verbal o no verbalmente; por escenas que han sido significativas para nosotros; por problemas en donde nuestra identidad ha dejado de tener valor, desarrollamos una autopercepción incorrecta y nos conformamos con lo que nos es dado para siempre, salvo que procuremos salir de ese lugar.

Esto contrastaría con las personas con la autoestima alta, que la han adquirido cuando han tenido en soledad, que establecer su propia identidad, su propio trabajo, su propio esfuerzo y por ello, aprenden a atribuir el valor que merece cada cosa, cada circunstancia, cada persona. Si esto lo conseguimos, realmente mantendremos una posición correcta frente a lo que no es necesariamente bueno; nos abriremos a las circunstancias que nos depare la vida; aprenderemos a pedir ayuda y podremos prevenir cualquier momento o circunstancia que nos lleve a un malestar que tire por tierra nuestra identidad y confianza en nosotros mismos, una vez más…

Por ello, es tan importante mantener una autoestima alta, es decir, opiniones, creencias, percepciones e incluso, el procesamiento de la información que tenemos de nosotros mismos, (o de lo que otros nos trasladan), para que podamos condicionar nuestra manera de pensar, actuar, amar, sentir e incluso, de poder continuar en nuestro proceso vital con normalidad.

En el componente afectivo, la autoestima incluye también la valoración de lo positivo y lo negativo que incluye sentimientos favorables o desfavorables; agradables o desagradables de lo que las personas perciben de sí mismas y esto, condiciona también sin querer, la parte conductual de actuar, llevar a la práctica y poner en marcha, cualquier comportamiento que conlleve interactuar con los otros de forma coherente y consecuente, para tener una proyección satisfactoria en nuestra propia vida.

En el momento en el que ésta se ve distorsionada, entraremos en un bucle de autodestrucción que nos llevará a conformarnos con lo que nos es dado, como si de un premio se tratara. Evitaremos conflictos y miraremos hacia otro lado para no encontrarnos con nosotros mismos, y al igual que en un proceso vital, la autoestima se adquiere y se genera, como resultado de nuestra propia historia; se puede ver destruida por esos contextos en donde nos han tratado mal y hemos hecho que nuestro cerebro piense, actúe y nos haga valorarnos de forma incorrecta a nuestra persona. Tenemos que recordar que la autoimagen no es un aspecto estático, incluye el conocimiento propio basado en experiencias pasadas, al igual que las concepciones que la persona va elaborando sobre su posible evolución futura.

Creencias, percepciones, decisiones, valoraciones y actitudes que hacen que nuestra autovaloración sea pisoteada; nuestra autoconfianza destruida y nuestra dimensión del amor, la amistad, el trabajo, etc. etc. no sea el correcto. Pedir ayuda profesional en el empeño de lograr una mero autoafirmación y por tanto, una autorrealización necesaria, pasará por ratos incómodos en donde nos enfrentemos al conflicto que nos ha hecho autopercibirnos de un modo negativo pero ganaremos cuando logremos identificar lo que es necesariamente bueno para poder concluir nuestro ciclo vital con la debida garantía y percepción correcta de nosotros mismos. Quizá algo obvio, pero que no nos paramos a pensar hasta que un nuevo golpe vital nos hace preguntarnos estos porqués.

Ana De Luis Otero
Periodista. Doctora en Ciencias de la Información. PhD. Máster en Dirección Comercial y Marketing. Fotógrafo. Consultora de Comunicación Socia directora LOQUETUNOVES.COM; Presidenta de D.O.C.E.( Discapacitados Otros Ciegos de España); Secretaria General del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y la Dependencia (CEDDD); Miembro del CEDDD autonómico de la Comunidad de Madrid; Miembro del Consejo Asesor de la Fundación López-Ibor; Miembro del Comité de Ética de Eulen Sociosanitarios; Miembro de The International Media Conferences on Human Rights (United Nations, Switzerland); exdirectora del diario Qué Dicen. Divulgadora científica, comprometida con la discapacidad y la accesibilidad universal. Embajadora de honor "Ñ". Representante en EASPD Europe del CEDDD Inclusive Life

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