Ha sido un gran acierto de la editorial Siruela publicar simultáneamente la obra de Antonio Pereira (1923-2009) en dos volúmenes, uno dedicado a su narrativa corta, «Todos los cuentos»; y otro a la poesía, «Todos los poemas»; porque es este un autor donde se funden los límites entre su obra poética y su prosa. Y es también un homenaje a un autor del que el 13 de junio se cumple el primer centenario de su nacimiento.
Dice Antonio Gamoneda en el prólogo de «Todos los cuentos» que en la obra narrativa de Antonio Pereira está presente la lírica, mientras que el componente esencial de su narrativa breve es la realidad poética.
Y para Juan Carlos Mestre, prologuista de «Todos los poemas», la poesía de Pereira, «escrita en equidistancia a su extraordinaria producción narrativa, nos remite a la de un poeta en quien se concilia y converge el desafío de rectificar las fronteras entre los géneros literarios».
Este autor leonés, menos popular que algunos de sus paisanos como Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez o José María Merino, que han reconocido con frecuencia su magisterio, se inspira en la tradición oral del filandón, que todos ellos han practicado. Se trata de una tradición que recoge la vieja costumbre de los cuentistas leoneses de leer sus relatos en público o alrededor de una mesa que congrega a amigos y conocidos, o contarlos improvisando parte de sus contenidos. Antonio Pereira fue también un asiduo a estos filandones.
Más allá de su poesía intimista y muy personal, Pereira debía su popularidad a los relatos que gustaba leer en público. Con uno de ellos, «Una ventana a la carretera», se dio a conocer en 1966 al ganar el concurso Leopoldo Alas. Con «Las ciudades de poniente» ganó en 1994 el Premio Torrente Ballester. Pereira fue además novelista («País de los Losadas», «Un sitio para Soledad») reconocido por un público que admiraba tanto su obra literaria como la poética.
Y ha escrito para periódicos: desde 1950 colaboró en «Diario de León» con artículos sobre temas de actualidad bajo la cabecera «Atalaya». Entre sus libros de poemas destacan «Contar y seguir: 1962-1972» y la antología «Meteoros. Poesía 1962-2006». Fue hasta su muerte el cronista oficial de Villafranca del Bierzo, donde había nacido.
Cuentos para leer en voz alta
Antonio Pereira publicó ocho libros de cuentos, algunos antológicos («Cuentos para lectores cómplices» y «Relatos de andar el mundo»). Fue en este género en el que, en mi opinión, el autor demuestra su gran talla literaria, sin desestimar su poesía, también de una alta calidad.
En los cuentos de Antonio Pereira el lirismo deriva hacia la evocación de un sentimiento o de una emoción. En «Picassos en el desván», con cuentos muy breves, sintéticos («La violinista», «El sedentario», «Lenta es la luz del amanecer»), algunos muy próximos al microrrelato, las narraciones recogen evocaciones fugaces de emociones de carácter lírico. Fue en esta brevedad donde el autor encontró su verdadero campo narrativo. Y es con esa mezcla de intensidad y capacidad evocadora cómo Antonio Pereira acerca la prosa al lenguaje poético.
El volumen de Siruela dedicado a «Todos los cuentos» se abre con los relatos de «Una ventana a la carretera». Tardó casi diez años en publicar un segundo libro de cuentos, «El ingeniero Balboa y otras historias civiles» (1976), de vocación más cosmopolita, donde la conducta de los protagonistas inspira compasión o ternura, impulsadas por un erotismo contenido.
Más tarde publica «Los bravos de la i griega» (1982) y «El síndrome de Estocolmo» (1988), cada uno de ellos mejor que el anterior, lo que no es frecuente en las últimas etapas de un creador.
Defensor a ultranza del relato breve como género literario mayor, Pereira se ha manifestado «harto de las técnicas y las modas» y ha reivindicado «volver al agua limpia de la fuente».
Tras «Picassos en el desván» (1990), en 1998 reunió una nueva antología («Me gusta contar») con un prólogo en el que intentaba explicar su narrativa: «Lo primero tener una historia que contar… profundizar en ella, que no quede en anécdota, chascarrillo, ocurrencia, sin que peligre el sagrado efecto único».
En sus últimos libros regresó a la geografía leonesa («Cuentos de la Cábila», 2000) y a su infancia («Oficio de volar» 2006).
Sería de gran utilidad para conocer la obra de Antonio Pereira en su totalidad, que también se publicase un tercer volumen dedicado su obra novelística.
La música callada de una poesía
Como en los cuentos, la poesía de Antonio Pereira bebe también en la oralidad y en la tradición, que conviven en perfecta armonía con su escritura poética. Sus temas son los de la vida y los de la gente, y hay también versos dedicados a la denuncia y a la memoria, como los cuatro poemas que recuerdan a Jean Montoliu, el héroe de la resistencia francesa contra los nazis, torturado hasta la muerte por la Gestapo.
Y hay además en la poesía de Pereira una musicalidad latente entre sus versos. La identificación entre el texto y esta música se produce gracias a un componente que el cantautor Amancio Prada bautizó como «música callada»: «Muchos de sus poemas ya tienen música», ha dicho Prada.
Ahora que se publica la poesía completa de Antonio Pereira no está de más recordar aquel disco en el que Amancio Prada puso música y voz a algunos de sus poemas. El título «Yo con vosotros», aludía a la presencia que Antonio Pereira mantiene tras su muerte en 2009 entre quienes lo conocieron y gozaron de su amistad y también entre aquellos que admiraron su obra.
El disco estaba ilustrado con un collage de Juan Carlos Mestre (autor del prólogo a «Todos los poemas») y el fotógrafo José Antonio Robés, y recogía tres poemas cortos: «Afirmación de vecindad», «Los regalos» y «¿Oporto, sir?»; y un cuarto, «La canción de peregrinos», de mayor duración, cantados por Amancio Prada, autor de la música de todos ellos, aunque ya la música estuviese en ellos.