Nació en El Puerto de Santa María, en una familia que nada tenía que ver con el flamenco. Pero con pocos años ya estaba jugando a tocar la guitarra en la escuela local de Antonio Villar. Ella sola entre cuarenta niños.

Tiene el récord de haber sido la única guitarrista flamenca en ejercicio durante muchos años, superando obstáculos profesionales relacionados con su condición de mujer. De esto nos va a hablar largo y tendido durante esta conversación. Toca, compone, armoniza, investiga. Confiesa tener fortaleza interior y ser muy trabajadora. Ha logrado tener su sitio en un mundo duro y competitivo. Ella es Antonia Jiménez, guitarrista flamenca.

Propongo a Antonia empezar a hablar de lo que está haciendo ahora y más tarde de experiencias pasadas. Está de acuerdo. Y como la última vez que la he visto actuando, ha sido en un concierto de guitarra protagonista en el Festival de Nîmes, donde ha interpretado alguna de sus composiciones, empezamos a hablar, precisamente, de sus composiciones.

Antonia Jiménez. La mayoría de las veces que he hecho una composición ha sido por encargo. Como he trabajado tantos años y sigo trabajando para la danza que necesita nutrirse de música, son estos coreógrafos y coreógrafas que dirigen sus espectáculos quienes me han llevado al ejercicio de la composición. Manuel Liñán, Marco Flores y Olga Pericet, son los que me han ofrecido este trabajo propio de mi profesión.

Teresa Fernández. Cuéntame algo de tus rescates y sus nuevas armonizaciones.

Antonia. Hice un trabajo fantástico con Marco Flores. Él fue el primero que empezó a hacerme esos encargos, como lo de la mariana* que te comenté hace tiempo y el romance, rescatados en el sentido de darles una orientación contemporánea, porque así lo necesitaba para su coreografía. Hicimos un trabajo en equipo, luego estos temas se quedaron para mí y los incluí en el espectáculo Flamencas Trío, que se presentó en 2018 en el Festival Flamenco Madrid en la sala Jardiel Poncela. A partir de los rescates que hice para Marco Flores seguí con este trabajo.

Teresa. También te has dedicado a investigar el tema de juegos con ritmos, tengo entendido.

Antonia. Más que una investigación es un ejercicio. Nosotros los guitarristas también tenemos una labor de percusión. La guitarra es un instrumento base. Yo lo que más he trabajado es con el baile y el baile lo que te exige sobre todo es sentido rítmico. He hecho este ejercicio desde muy pequeña, con trece o catorce años, tocando en las peñas del Puerto de Santa María, donde yo me crié. A partir de ahí, es inevitable seguir jugando con los ritmos. Es algo que me encanta y con lo que me siento bastante libre.

Teresa. Todo guitarrista aspira a tener un sello propio que lo distinga de los demás. Dime cómo es esto en tu experiencia.

Antonia. Bueno, esto es algo que no se busca. Yo he querido aprender de todos los grandes maestros y compañeros, aprender de todos. Con toda esa información que yo recibo, intento crear un lenguaje propio, adaptado a mi técnica y a mis conocimientos y sensibilidades. Luego aplico mis ideas de composición a esa línea. Alguien me ha dicho que yo toco como diferente.

A mí siempre me ha asustado imitar a los grandes genios, siempre me ha dado mucho respeto tocar falsetas de Paco de Lucía, he aprendido gran parte de su repertorio, pero he sido muy respetuosa a la hora de tocar, porque, evidentemente, nunca voy a tocar como Paco. Mi idea ha sido, ‘cómo lo expresaría yo musicalmente’ después de escuchar a Paco, con mis facultades y posibilidades. Y así, poco a poco, he ido creándome un lenguaje personal. Procuro ser honesta conmigo misma, Soy consciente de mis límites, de mis posibilidades, pero eso sí, teniendo conciencia de quién soy.

Teresa. Me gustaría que me hablaras de tus conciertos solistas.

Antonia. Esta es otra faceta de nuestra profesión. Empecé acompañando al baile. El baile tiene cante, así que también tomé contacto con el cante. He hecho mucho acompañamiento de guitarra al cante, pero la otra faceta muy importante que tenemos los guitarristas es la de la composición. A nosotros no nos gusta copiar las falsetas de otra gente, para estudiar sí, pero llega un momento en que necesitas hacer tu música. Y cuando ese momento llega, tienes que hacer tus propias composiciones y ahí es cuando empiezas a hacer conciertos solistas. La verdad es que yo he entrado por la puerta grande como concertista. Impone mucho el trabajo, pero a la vez, tocar tus temas exclusivamente, sin tener a nadie delante que esté cantando o bailando, es un ejercicio maravilloso. Me encanta, cada vez me gusta más hacerlo. No lo he hecho aún muchas veces, pero estoy muy contenta.

Suelo acompañarme de percusión y voz. A veces con baile, sola, con dúos, depende de lo que requiere la organización o persona que nos contrata. También he hecho algún concierto con quinteto, creo que fue algo que se hizo para Casa Patas, no recuerdo bien. Pero, normalmente, suelo trabajar en trío o cuarteto. Con cantaor o cantaora, percusión, baile, o violín.

En mis conciertos toco mis composiciones, porque hay un programa con mi nombre y tengo que poner mi música.

Teresa. ¿Para cuándo tu primer disco, Antonia?

Antonia. Precisamente estoy en ello, en grabar un disco con mis composiciones. Espero que antes de que acabe 2020. Tengo ya casi todo hecho, mis temas de siempre, grabaré unas ocho piezas, una petenera que se llama Materna a guitarra pelá, también voy a grabar un tanguillo; fue el primer tema que compuse y le tengo mucho cariño. Granaína, taranta, va a ser un disco por lo menos muy honesto. Lo grabo de manera independiente.

Teresa. Aquel casting donde fuiste elegida entre más de cien hombres para pasar un año en Japón.

Antonia. Sí, me acuerdo perfectamente. Era muy joven, tenía 27 años, hace justo veinte de aquello. Estaba en una etapa en la que me sentía muy frustrada, se me hacía todo muy duro, no tenía ilusión, todo se me hacía cuesta arriba. En ese momento me estaba planteando dedicarme a otra cosa, abrirme a otro mundo. Y justo, las cosas de la vida cómo son, ¿no? Yo estaba en Jerez y vi un cartel pidiendo guitarristas para Japón en el Centro de Flamenco. Y como no tenía nada que perder, decidí presentarme al casting, que se hacía en Sevilla, Madrid y Barcelona. Lo hice con muchísima ilusión, pero la verdad es que no esperaba nada. Conociendo la cantidad de guitarristas que se presentaban, yo no me veía con ninguna posibilidad, yo era la única mujer, pero, para mi sorpresa, me llamaron inmediatamente y me dijeron que había sido elegida. El coreógrafo barcelonés que me eligió, Rafael Martos, se tuvo que pelear con la gente de Japón, porque no entendían cómo, entre tantos hombres, me había escogido a mí. Él es bailaor, hizo una prueba y yo fui la que más le gustó, me lo comentó como anécdota. Y él no me conocía de nada, simplemente fui la que más le gustó.

Teresa, Así que los japoneses también cojean del pie machista…

Antonia. Los japoneses, los que más. Fui allí, viví un año y me dí cuenta de que allí el tema de la diferencia de género está muy presente. Menos mal que, cuando me escucharon, me vieron como una más, claro.

Teresa. Imagino que esa experiencia en Japón fue un antes y un después en tu carrera.

Antonia. Sí, sobre todo, porque ya había ganado un poco de dinero y pude venir a Madrid a estudiar en condiciones. Fue difícil, hace veinte años aún más, pero eso me dio la oportunidad de venir aquí a seguir aprendiendo, me metí en el circuito de los tablaos en el que, por cierto, sigo. Ahí ya tomé contacto con la gente con la que empecé a girar por todo el mundo. Marco Flores, Manuel Liñán, Rocío Molina, Olga Pericet, con la que trabajo normalmente desde hace quince años.

Teresa. Todos estos artistas con los que has trabajado son la gente más vanguardista y espíritus libres que hay en la profesión.

Antonia. Es cierto. Yo me siento muy afortunada, la verdad, porque conocí a esa generación de artistas geniales, grandes creativos. Hasta entonces, siempre me habían mirado con un tipo de prejuicio, ellos son los que me dieron visibilidad.

Me gusta trabajar con la gente con la que mejor me llevo, en la mayoría de los casos son mujeres, muchas veces esto ha sido objeto de crítica, pero quiero rodearme de mi gente, que son mujeres, aunque también de hombres, por supuesto.

Teresa. Dime que te sientes consolidada como guitarrista flamenca profesional, que vives holgadamente de tus conciertos.

Antonia. (Se ríe de buena gana) Bueno, tanto como holgadamente, no sé, vivo feliz. (Vuelve a reírse) Yo creo que eso ya es bastante holgura. Profesionalmente me encuentro muy bien, estoy en un buen momento, estoy haciendo mis propios conciertos, soy más conocida, tengo más sitio con compañeras y compañeros, me siento muy agradecida y muy orgullosa también de cómo he vivido.

Teresa. ¿Más trabajo en España o fuera de España?

Antonia. Creo que trabajo más fuera de España que en España. Sobre todo por los festivales que he hecho, el Flamenco Festival, el de Nîmes que me gusta mucho, Toulouse, Chicago, Nueva York, ahora en mayo voy a Luxemburgo, donde repito como solista. En España también hago muchas cosas, pero creo que estoy más proyectada al exterior, o que hay más festivales fuera que en España.

Acabo de volver del Festival de París en el Teatro Chaîllot, acompañando a Olga Pericet. Estuve primero con Marco Flores, luego con Olga, y ahora he repetido con ella. Con Marco Flores y Rocío Molina he tenido periodos. Ellos son artistas que tienen mucho volumen de trabajo. Puedo estar con uno, no puedo abarcar todo. Ahora estoy de lleno con Olga.

Teresa. ¿Te has presentado a concursos?

Antonia. Nunca me he presentado a un concurso. Es que he pensado que los concursos son más deportivos, pero aún así, sin esperarlo siquiera, en 2017 recibí el Premio a la Música Original y Coreografía de la Comunidad de Madrid en el Teatro Fernán Gómez. Fue una gran sorpresa. Estaba implícita en la coreografía y la música. Yo me había centrado en la composición para una coreografía de Lucía Campillo. También me llevé el Premio de la Música. No me llama la atención presentarme a ningún concurso, aunque reconozco que tener algún premio es un respaldo para el currículo.

Teresa. Que yo sepa has acompañado a Carmen Linares, Rocío Molina, Olga Pericet, Belén Maya, Merche Esmeralda, Marco Flores, Manuel Liñán. Te han reivindicado Tomatito, José Luis Montón, gente muy vanguardista y libre de prejuicios. ¿Quieres añadir a alguien más?

Antonia. Yo añadiría tantos nombres, por ejemplo Paco Cruz, un gran guitarrista que ha influido mucho en José Luis Montón, Fernando de la Rúa, José Almarcha, todos con los que he compartido últimamente. Gente de la que te nutres, al final el día a día es con los compañeros. Y es ahí donde estás aprendiendo, estás ahí pico pala, pico pala. Es ahí donde aprendes más. Y luego está mi maestro, mi gran mentor, Enrique Vargas, quien me ha iluminado el camino profesional, me ha apoyado en todos los sentidos. Y aparte tantos y tantas, aprendes de cualquier persona con la que trabajes.

Teresa. Tus referentes históricos.

Antonia. Como yo he nacido en 1972, mis grandes referentes son Paco de Lucía y Tomatito, que eran los grandes guitarristas de aquel momento. Los hermanos Carmona, Juan y Pepe Habichuela, Rafael Riqueni, con quien hace unos años hice un curso aquí en Madrid. El Viejín, de la gran escuela de Caño Roto de Madrid es un gran referente y también Vicente Amigo.

Teresa. ¿Cómo son tus guitarras, antigua, actual, personalizada? ¿Dónde adquieres o quién construye tus guitarras?

Antonia. Tengo tres guitarras. Me gusta el instrumento que es ideal para mí, es decir, me gusta la guitarra de tiro corto. Es una diferencia de dos milímetros en la longitud del mástil. Mi primera guitarra es de Rafael Romero de San Fernando, es la más antigua, la compré en el año 91 y todavía la tengo. Tengo otra guitarra de José Rodríguez, de Córdoba y tengo mi gran amor, que tiene cincuenta años, una guitarra de Conde Hermanos, de Pozuelo de Alarcón (Madrid). Esa guitarra la compré de segunda mano a una señora ya bastante mayor y le tengo muchísimo cariño. La uso solo para estudiar en casa, no para conciertos. Tengo una blanca de ciprés y otra de palo santo negra. De hecho, la negra se llama así, Negra. Tienen un sonido diferente, la verdad es que la blanca para tocar en baile es ideal, la negra para cante. Yo uso la negra para todo ya. Es una guitarra muy cómoda, suena muy bien.

Teresa. Cambiamos de tercio, quiero tocar un tema del que hablaste en tu encuentro con Ángeles Castellano en Nîmes. El franquismo. ¿Por qué crees que afectó tanto a las guitarristas y no a las cantaoras y bailaoras? ¿Tú crees que Lola Flores o Carmen Amaya tuvieron problemas con el franquismo? La cuestión es que ellas son muchas, tienen más fuerza. ¿Por qué más machismo en tu caso, que ya no has vivido el franquismo, que en el de las cantaoras y bailaoras?

Antonia. Yo creo que también afectó a la mujer cantaora y bailaora, de hecho creo que la convirtió en objeto. La excepción fue Carmen Amaya, la primera mujer que bailó con pantalones y con una técnica de pies igual que un hombre. Esa ha sido la excepción. Creo que la imagen de la mujer se ha desvirtuado, la han convertido en un objeto.

Yo creo que a nosotras estos años de represión no nos vinieron nada bien, aunque sí es cierto que el tema de la discriminación de la mujer viene de muy atrás, pero es que, además, el franquismo creó una ideología. La mujer casada no podía tener una cuenta corriente a su nombre, ni la patria potestad de sus hijos, prácticamente no podía tener una vida autónoma.

Creo que tiene razón mi colega Joselito Acedo cuando te dice que no ha habido una imagen de mujer guitarrista. Creo que nosotras hemos vivido unos años de total nulidad con la dictadura franquista, hemos tenido cerca de cuarenta años de vacío. Y, a partir de ahí, hemos tenido un gran retroceso a todos los niveles y a nivel flamenco también.

Claro que este no es un problema exclusivo del flamenco, es de la música en general, como algo de hombres. En la música de jazz, una música étnica igual que el flamenco, hay mucho machismo. La excepción es la música clásica, la música que se estudia en el conservatorio. El flamenco no, el flamenco está en las casas, se aprende de la madre, del padre, tiene otra manera de transmisión, por eso son músicas populares o músicas étnicas y que reflejan lo que se vive en la sociedad. Por eso las músicas cambian, porque las sociedades cambian, al final todo se mueve.

Teresa. Sin duda las dictaduras son perversas. ¿Te has planteado hacer algún trabajo sobre la mujer guitarrista durante la dictadura?

Antonia. La verdad es que uno de mis trabajos pendientes, un trabajo de investigación sobre este tema. Me apetece mucho investigar y hacer un trabajo con toda la información que recopile. Es un tema fascinante, pero hay que dedicarle muchas horas de estudio.

Teresa. ¿Quizá es que incluso entre vosotras las mujeres se ha considerado que la guitarra no era cosa vuestra? ¿Has vivido machismo femenino? Porque la verdad es que no ha habido la misma discriminación con otros instrumentos.

Antonia. He encontrado muchas mujeres que no me lo han puesto fácil. Siempre he sido una persona muy libre, la verdad es que eso se siente dentro. He conocido hombres libres también, eso no tiene nada que ver con ser hombre o mujer, tiene que ver con el espíritu. Siempre he tenido esa fuerza interior, libre, he aprendido cosas buenas y malas, siempre he tenido lo que he necesitado en cada momento. Y hay mujeres que no se ven con esa libertad y, a veces, les llega a molestar la libertad de la compañera. Pero eso es algo que te trabajas tú, personalmente. Estos casos dan más pena que otra cosa. La capacidad de ser libres la tenemos todos.

Teresa. Volvamos a tu historia. De niña, en El Puerto de Santa María (Cádiz), fuiste la única alumna de una escuela de guitarra y no te sentiste nunca discriminada.

Antonia. En esa escuela estábamos treinta o cuarenta niños y yo. Ahí no había problema, porque nosotros jugábamos a tocar. Fue después, cuando empecé a ganar algo de dinero, cuando empecé una profesión, cuando me encontré con un trabajo muy competitivo. Ahí me dí cuenta de la gran competencia y las dificultades que acarreaba para mí, sola en una profesión de hombres.

Fue la cantinela de que una mujer no tiene fuerza para tocar, que no tiene sentido del ritmo, grandes TONTERÍAS, y mala estrategia de competencia. Me lo han dicho muchas veces, nunca lo he entendido. Yo no me paso todo el día estudiando para que alguien me venga diciendo que no tengo sentido del ritmo. Cosas absurdas que no merecen la pena ni ser escuchadas. Sí es cierto que el mundo del arte es un mundo duro, mal pagado, muy competitivo, hay que luchar mucho, y ahí estamos.

Teresa. Ya no te las dicen…

Antonia. (Se ríe de buena gana) A estas alturas no sé, pero te das cuenta de que la gente aprovecha todo para darte el codazo y una mujer tiene un codazo más. Tengo compañeros extranjeros que son maravillosos guitarristas y reciben el codazo ‘por ser guiris’. Estamos ante un tema de supervivencia, nada más. La supervivencia es la ley del más fuerte, la ley de quien está más respaldado. Sobre todo porque entre hombres existe el compadreo, que sí me ha llegado a molestar a veces, porque me he sentido discriminada sin más motivo que el compadreo. Al ser un mundo tan cerrado, tan masculino, tienes que trabajarte el hueco un poco más.

Por lo demás, nunca me he sentido una víctima, ni me he victimizado por eso, al contrario, he sido muy afortunada en mi trabajo, en luchar por lo que quiero y creo que eso lo hacen todas las personas.

Teresa. ¿Tienes tu sitio como profesional? ¿Sigues avanzando como artista?

Antonia. Sí, sí lo tengo. Y he tenido mucha suerte, eso sí te lo puedo decir a boca llena. Soy una afortunada, Teresa, la verdad. Y sonrío por eso todos los días.

¿Avanzar? Claro, hasta que muera. Yo creo que hay que aprender siempre, porque si no eso sería como la muerte en vida. Siempre hay que avanzar.

Teresa. ¿Te consideras una heroína? Has abierto camino para otras mujeres guitarristas flamencas…

Antonia. No me considero una heroína para nada. Ni siquiera considero que sea buena guitarrista. Cuanto más sabes, más sabes lo poco que sabes. Soy una persona trabajadora. Eso sí, me considero una persona muy trabajadora. Y no creas que he estado sola, realmente no he estado sola. Y esa es mi gran suerte.

Teresa. Bueno, durante años has sido la única guitarrista flamenca.

Antonia. Eso sí que es una realidad.

Teresa. ¿Cómo va tu agenda 2020 como guitarra acompañante y solista?

Antonia. Va muy bien, la verdad estoy muy contenta. He empezado el año muy bien, en Nîmes, en París con Olga, y no paro por tablaos. Anoche estuve en el Zyriab, tengo muchos viajes, a Jerez, algo nuevo con Olga en residencia en Berlín, vamos a estar un mes, luego Luxemburgo, el disco…

Teresa. Panorama actual para guitarristas mujeres flamencas.

Antonia. Yo creo que esto va viento en popa y que hay una juventud que viene con muchas ganas, pisando fuerte. Poco a poco esto va a empezar a cambiar. Ahora se está empezando a nombrar pero después de nombrarlo va a llegar el cambio futuro. Espero verlo.

Teresa. Proyectos a futuro.

Antonia. Mi disco, es lo que más ilusión me hace y presentarlo en el Festival de la Guitarra de Córdoba. ¡Espero que me lo permitan!

Teresa. ¡Y espero estar en esa presentación!

* La mariana nació para cantar la vida nómada de los gitanos. Deriva de los tientos-tangos. En 1910 Ramón Montoya la oficializó. Antonia Jiménez la rescata y actualiza musicalmente por tangos, tanguillos y bulería.

Teresa Fernández Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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