Cuando el 14 de marzo de 2020 el gobierno decretó el llamado estado de alarma España quedó sumergida en un profundo silencio jamás conocido hasta entonces. Confinados en nuestros hogares, los españoles asistimos entre atónitos y perplejos a una nueva forma de vivir, de comportarnos con nosotros mismos, afrontando una nueva realidad.

Como refugio acudí a la música clásica, herramienta ambiental que suele acompañarme en el trabajo, pero por encima de ella, en un momento determinado, comencé a oír en mi rededor el ruido de una sonrisa que venía de mi entorno. Era la sonrisa de un niño.

Se trataba de la sonrisa de un niño de unos cinco años llamado Álvaro, y que vive un piso más abajo que nosotros. Nunca había escuchado en profundo silencio la sonrisa de un niño llenando el vacío de una soledad de días, semanas, meses al principio. Y además sonando ahí, como trinos lanzados al viento, debajo de mi casa. Recuerdo ahora que rebobinando oí sus primeros balbuceos, sus llantos al nacer cinco años atrás, ruido humano que ahora, hechos melodía en el silencio del confinamiento, me los devolvía en forma de cantarinas carcajadas.

Atrás quedaron por un tiempo piezas magistralmente ejecutadas y oídas una y mil veces como «El bolero», de Ravel, «Para Elisa», de Beethoven, «El concierto de Aranjuez», del maestro Rodrigo, «Las cuatro estaciones», de Vivaldi, o las bandas sonoras para películas del maestro Ennio Morricone, además de otras muchas que suelen acompañar el teclear silencioso del escribidor en el ejercicio de la profesión.

Antonio y su hermana 1
Antonio y su hermana juegan en su terraza del Nuevo Tres Cantos. JUN2020
Álvaro y su hermana juegan en su terraza del Nuevo Tres Cantos. JUN2020

Porque a la hora de la verdad, la sonrisa del niño eclipsaba el contenido de todas las partituras, ejecutadas con maestría sin lugar a dudas por los virtuosos de turno. Se trataba de alguna manera de un ruido agradable, saltarino, ejecutado en vivo y en directo por la garganta de un niño de cinco años. Simple y llanamente una melodía en forma de risas proveniente de un piso más abajo, pero que para algunos era como el alimento diario necesario para seguir en la brecha haciendo frente a la difícil situación.

Imagino que durante estos ya cien días de encierro ha debido de haber de todo a lo largo y ancho del país, sabiendo que hemos vivido y estamos viviendo una experiencia que los actuales habitantes de España, y de tantos otros países no habíamos conocido nunca, y de la que tendremos que sacar nuestras consecuencias no tardando mucho.

En mi enclaustramiento actual, y cuando el encierro parece tocar a su fin, me quedo con las risas anónimas de un niño del que solamente sabrán que se llama Álvaro, que tiene cinco años y que durante el mes de marzo ayudó a conllevar la soledad del silencio de una persona que cambió de emisora, dejando a un lado a los maestros de la partitura y el instrumento para decantarse por el ruido de unas risas que salían de una garganta infantil. Tan simple para algunos, es cierto, pero tan importante para otros cuyo ruido, en forma de carcajadas, ha formado parte de nuestras vidas durante un tiempo determinado.

Vendrán otros tiempos, volverá a sonar sin duda de nuevo la música de Mozart, Bach, o Schubert acompañando el diario teclear, pero siempre quedará en el recuerdo que en aquel silencioso marzo de 2020 la sonrisa del niño convertida en ruido musical en su garganta perdurará como recuerdo de un tiempo que existió y que nos tocó vivir.


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Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha siete libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», «Memoria Histórica. Para que no se olvide» y «Una Transición de risa». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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