Si hubiera que hacer un resumen de esta peculiar biografía de Álvaro Cunqueiro, («Un hombre que se parecía a Cunqueiro». Ediciones del viento) remitiría a la página 400 en la que el autor, José Besteiro, resume la vida y la obra del escritor gallego en esa visión que se dice que tienen los moribundos en los minutos previos a la muerte, en los que ven pasar toda su vida condensada en imágenes.
Álvaro Cunqueiro murió a los 69 años en Vigo el 28 de febrero de 1981 después de una vida de éxitos literarios y fracasos personales propios de algún personaje de sus novelas. José Besteiro elabora una biografía sentimental (él la llama emocional) y nada académica (para eso ya hay otras) en la que, utilizando un lenguaje literario deudor del escritor mindoniense, aprovecha su cualidad de paisano y un lejano parentesco («Cándida, la hermana de mi abuelo, estaba casada con Moirón, el primo más querido de Cunqueiro»), para ofrecer una panorámica de la vida del autor de «Merlin y familia» en la que el avatar personal de Cunqueiro se impone a su curriculum oficial. Y lo hace, además, cruzando la vida del escritor con la suya propia, en la que hay ciertas circunstancias coincidentes con las del escritor de Mondoñedo.
Personalmente no creo que el valor más importante de este libro, con ser de interés documental, sea el que el autor aporta en su último capítulo, las pruebas de que, efectivamente, como ya se sabía pero no estaba demostrado, Álvaro Cunqueiro pasó algún tiempo en la cárcel de Figueirido por haber participado en operaciones de estraperlo de aceite en connivencia con el mitrado de Samos. Dice Besteiro que este episodio fue aprovechado por algunos de sus enemigos íntimos, «prebostes que desconfiaban de aquel falangista de pasado galleguista y les molestaban profundamente los comentarios críticos que a mediados de los cuarenta el escritor hacía en público sobre el régimen de Franco» (p. 408).
Como todo el mundo sabe, Álvaro Cunqueiro, como Torrente Ballester, se afilió a la Falange para salvar la vida cuando ambos fueron conscientes de que sus amigos y correligionarios nacionalistas, izquierdistas, anarquistas, estaban siendo fusilados y paseados por su pasada militancia.
A mí lo que me gusta de este libro es el retrato que el autor elabora de un hombre con fracasos personales que siempre estuvieron ocultos por la imagen oficial del escritor de éxitos literarios y del protagonista de actos públicos que ocultaban el drama de un hombre asediado por graves problemas que aquí se exponen, con amenidad y con diplomacia, pero sin obviar la crudeza que siempre llevan consigo.
Sus problemas con la justicia y con el régimen, sus dificultades económicas a veces dramáticas, pero sobre todo su fracaso familiar, abandonado por su esposa y separado de sus dos hijos nada más regresar a Mondoñedo después de unos años triunfales en Madrid donde, después de ser uno de los articulistas estrella del diario «ABC», cayó en desgracia, le fue retirado el carné de periodista y sus libros no encontraban editorial. Porque, en efecto, con ello consigue el autor de esta biografía uno de los objetivos confesados: desvelar el misterio Cunqueiro.
Otro valor de este libro es el acercamiento a la personalidad y a la vida de Álvaro Cunqueiro a través de sus personajes de ficción. Si es evidente que las novelas de los escritores son también reflejo de sus vidas, José Besteiro descubre en Merlín, en Fanto Fantini, en Orestes, en los Ulises y Hamlet cunqueirianos, virtudes y defectos propios del mismo escritor que los inventa, trasladando a estos personajes esencias significativas de la personalidad del autor.
Por lo demás es esta biografía un texto de lectura gratificante, entretenida, trufada de anécdotas curiosas y situaciones divertidas, con brillantes hallazgos ocurrentes: «los dos vinimos al mundo en un hogar católico, apostólico y romano (en su caso más cardenalicio y en mi caso más de Ernesto Cardenal» (p.51), «la del alba sería, digo yo, o mejor dicho, sería la del albariño» (p.126), escrita con un estilo personal y atractivo, deudor, como queda dicho, de la prosa cunqueiriana, que en ningún momento decae en su interés. Únicamente, por poner algún reparo, creo que están demás las ucronías que Besteiro introduce en estas páginas, que no aportan nada a la visión general y a la consideración ni del escritor ni del personaje que fue Álvaro Cunqueiro.