La relatora especial de la ONU sobre ejecuciones sumarias, Agnès Callamard, indica que todas las regiones del mundo tienen fosas comunes, ya sea por conflicto, actividades delictivas, desastres naturales o pandemias, y que la comunidad internacional debe hacer más para ayudar a los países y comunidades con fosas comunes a que garanticen que dichos sitios sean tratados con respeto y con un enfoque de derechos humanos.
«Las fosas comunes son lugares de evidencia cruciales para la búsqueda efectiva de la justicia formal. Tienen los restos de aquellos a quienes se les negó la identidad en la muerte. Son espacios de íntimo dolor para los seres queridos y son lugares de registro público, prueba de que ocurrieron hechos atroces que nunca deben olvidarse», apuntó Agnès Callamard este 28 de octubre de 2020 en la presentación de su informe anual ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
Callamard recalcó que todas las regiones del mundo tienen fosas comunes que pueden ser resultado de represión, conflicto o estar vinculadas a actividades delictivas. Aunque también pueden ser consecuencia de desastres naturales o pandemias, la experta aseguró que siempre representan violaciones de derechos humanos.
«La nuestra es una historia humana empañada por masacres, en la que muy a menudo los responsables no solo han caminado libres, sino que luego son celebrados con estatuas erigidas en su memoria que adornan nuestros juzgados, ayuntamientos y parques locales. Pero esto contrasta con la forma en que se tratan tantos lugares de matanza y fosas comunes: no son reconocidos, están desprotegidos, sin preservar y, cuando no están cubiertos, son profanados o destruidos. Hasta puede convertirse en un delito mencionarlos en público», acotó.
Manejo respetuoso de las fosas comunes
La experta denunció que, a pesar de su escala mundial e importancia para muchas personas, se ha hecho muy poco para garantizar un manejo respetuoso de las fosas comunes.
«Mi informe ofrece un marco de derechos humanos mediante el cual fortalecer el manejo respetuoso y legal de las fosas comunes; un enfoque en el que se reconoce la diversidad de reclamos, derechos y obligaciones y en el que se puede lograr un equilibrio justo entre esos muchos intereses», explicó.
Callamard resaltó que las familias de las víctimas, los sobrevivientes y las comunidades afectadas son fundamentales y deben poder participar activa y significativamente en las decisiones sobre la gestión de fosas comunes.
Para ayudar a garantizar procesos participativos justos, la relatora especial recomienda el nombramiento de un tutor legal para la fosa común y, cuando corresponda, administradores de la escena del crimen, funcionarios que serían responsables de asegurar que los procesos de toma de decisiones presten la debida atención a los reclamos de los diversos interesados y que se cumplan las obligaciones del Estado.
«Llamo a los países para que sigan apoyando el desarrollo de normas y mejores prácticas para la gestión respetuosa y legal de las fosas comunes a fin de garantizar que se incluyan en los esfuerzos de justicia de transición y de establecimiento de la paz y que su gestión cuente con los recursos necesarios», exhortó.
Agregó que también deben tomarse medidas más coherentes en materia de derechos humanos para garantizar que las generaciones presentes y futuras nunca olviden los atroces crímenes que produjeron tantas fosas comunes y que trabajen activamente con el propósito de que nunca se permita la repetición de esa violencia.
«Es solo a través de intervenciones basadas en los derechos humanos que estos lugares de masacre y de sufrimiento masivo pueden convertirse en sitios de dignidad, respeto y aprendizaje comunitario esencial para la no repetición» concluyó.
En su informe, la relatora cita a México, donde entre 2006 y 2016 una investigación independiente descubrió 1978 fosas con víctimas de la guerra contra las drogas.
En España, se han localizado al menos dos mil fosas comunes vinculadas a la Guerra Civil, pero quedan muchas más sin identificar.
Además, Callamard alerta de que durante la pandemia se está produciendo una «explosión de enterramientos masivos» en algunos casos en «fosas comunes», en ciudades como Manaus, en Brasil, o Nueva York, en Estados Unidos.