La editorial Laertes publicó hace cinco años, en 2015, ‘Ver Smara y morir’, obra del aventurero y poeta Michel Vieuchange (1904-1930), y en 2020 se cumplirá el noventa aniversario de los hechos narrados.
Se trata de una obra más que recomendable y poco conocida con un trasfondo sobre la ciudad saharaui[1]. Pero antes hay que hablar brevemente de Smara o Esmara, única ciudad saharaui no fundada por los españoles.
Fue inicialmente creada en 1869 como un oasis para los viajeros de las caravanas, (recordemos que la primera ciudad saharaui fundada por los españoles fue Villa Cisneros, hoy Dajla en 1884) y asentada en 1898, convirtiéndose en capital religiosa del Sahara desde 1902, por parte del ‘Sultán Azul’ sheik Zawiiy Ma al Ayinain (1830-1910) quien vivió allí, aunque murió en Tiznit.
Ma al Ayinain significa agua de los (mis) dos ojos, nació en Ualata, hoy Mauritania, era hijo de un morabito, construyó la primera mezquita del Sahara, así como una biblioteca y una madrasa islámica donde impartía bendiciones a quien se lo pedía.
En 1904 llama a la guerra santa contra el colonialismo. Se opuso a la Conferencia de Algeciras de 1906 que motivó el reparto de Marruecos entre Francia y España, acusando al sultán marroquí Abd al-Aziz (1878-1943) de traición.
Su figura sigue siendo hoy en día motivo de controversia, reivindicado por los saharauis y también por marroquíes y mauritanos, siendo utilizado como argumento en la Corte Internacional de Justicia de la Haya en 1975 sobre la soberanía del Sahara.
La ciudad sufrió un ataque militar en 1913 por una columna francesa dirigida por el coronel Charles Mouret (1871-1914) que destruyó la biblioteca (con doscientos libros y quinientos manuscritos) y entregó la ciudad a los españoles que, desde entonces, la controlaron. No obstante, en 1934 hubo una nueva rebelión contra España en la que se produjeron nuevos destrozos y ya tomó posesión efectiva de la localidad.
Ahora conviene retomar la historia de Michel Vieuchange, quien fue el primer europeo en entrar en las ruinas de Smara en 1930, y quien fue definido como un loco del desierto, que vio por primera vez durante un corto período de su servicio militar en Uchda en 1926.
Antes, a los dieciocho años, se fue a estudiar a París, donde obtuvo una licenciatura en Letras. Fue en la capital francesa donde descubrió los escritores que influirían en él durante su corta vida, como Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), André Gide (1869-1951) y Paul Claudel (1868-1955).
Este joven francés atípico y soñador, tras trabajar como asistente en la película Napoleón de Abel Gance (1889-1981), llegó a Marruecos para cumplir con su servicio militar, y tras un breve periodo en Uchda, fue destinado a El Yadida en 1926 en el cuartel Réquiston (hoy grupo escolar Jean Charcot).
Su hermano menor, Jean Vieuchange, quien se convirtió en médico, dirigiendo su carrera en la investigación de virología, también vivió en El Yadida durante algún tiempo.
Es en El Yadida donde piensa hacer un largo viaje a la ciudad de Smara en el Sahara. Durante un año, maduró este sueño con la ayuda y la complicidad de su hermano, y habló de su proyecto a algunos de sus amigos del cuartel que estaban haciendo el servicio militar, como Raoul Auclair (1906-1997), así como a Jean Vincent Bréchignac (1901-1981) que luego se convirtieron en escritores y periodistas en Francia.
Su periplo de 1400 kilómetros se inició tras dejar El Yadida y, a pesar de las prohibiciones militares, concluyó finalmente el viaje clandestino a Smara en dos meses y medio.
Para los preparativos, fue con su hermano a Esaúira en el verano de 1930, donde se familiarizó con el caid Haddou ben Hammou, exministro de la República del Rif de Abd el-krim Jattabi (1882-1963) quien estaba bajo arresto domiciliario tras el desembarco de Alhucemas.
El caid puso a Michel Vieuchange, quien no hablaba árabe, ni bereber, en relación con un guía llamado El Mahboul. Jean no estará en el viaje, por razones económicas y de seguridad, pero será responsable de garantizar su buen funcionamiento, las negociaciones en caso de secuestro y proporcionar cualquier asistencia que pudiera ser necesaria.
Para el viaje a Smara, iniciado el 10 de septiembre de 1930, y como precaución, se disfrazó de mujer. Después de varios miles de kilómetros de sufrimiento a pie y tras ir en camello, el grupo cruza el Anti-Atlas y alcanzan Tiglit, al sur de Guelmim.
El viaje fue una verdadera experiencia y aventura con problemas permanentes de comida en mal estado y agua no potable, pasaba sed, frío, en unas noches en que se fijaba en las estrellas, búsqueda de oasis, campamentos improvisados, miedo a los saqueadores y sobre todo agotamiento.
Al acercarse a Smara, de la que desconocía exactamente su ubicación, decidió debido a la presencia de tribus hostiles esconderse en una canasta de cestería destinada al comercio.
Después de muchas peripecias y sufrimientos físicos, el grupo finalmente llegó a la ciudad, que se encontraba parcialmente destruida. Como consecuencia de los peligros que lo rodean, Michel permaneció poco tiempo en Smara, menos de medio día, apenas unas horas en las que queda prendado de la antigua mezquita.
Es en el camino de regreso que su salud se deteriora de forma irreversible. Su hermano que se había quedado en El Yadida, es informado. Se encuentra con Michel quien, mientras tanto, fue llevado a una clínica en Tiznit donde llega el 16 de noviembre.
Estaba muriéndose e interviene para que sea transportado en un avión de la compañía de correo aéreo general pilotado por Alexandre Baile (1901-1981) hacia Agadir. Como curiosidad, este piloto fue condecorado por España con la medalla al mérito de primera clase en 1926 ya que volaba y aterrizaba en el Sahara haciendo la ruta Casablanca-Nuadibú, localidad mauritana vecina de la saharaui La Güera, hoy abandonada.
Michel Vieuchange llega al hospital militar de Agadir en grave estado de agotamiento y con disentería. Jean, su hermano y la enfermera Gabrielle Lavielle lo cuidaron hasta su muerte el 30 de noviembre de 1930. Fue enterrado en el cementerio cristiano de la ciudad.
En los días posteriores a su muerte, su hermano Jean va a Casablanca donde contacta con el diario La Vigie Marocaine (en publicación, de 1908-1971) y les proporciona información sobre el viaje que efectuó su hermano mayor. Así, el 21 de marzo de 1931, el periódico publicó extractos de los cuadernos de Michel Vieuchange y algunas fotografías bajo el título ‘Ver Smara y morir’. En total había escrito siete cuadernos y tomado doscientas fotografías.
Jean se dedicó a publicitar el trabajo de su hermano publicando sus cuadernos. En 1932, logró que se publicara el libro ‘Smara, los libros de ruta de Michel Vieuchange’, con prólogo de Paul Claudel, que fue un éxito de ventas en Francia.
La versión en inglés contó con un prólogo de Paul Bowles (1910-1999), quien escribió al respecto: «Smara es una fantasmal peregrinación al reino de ninguna parte, a un sitio inalcanzable. Hace más de medio siglo que leí este libro, y todavía recuerdo exactamente las aventuras de este juego de ajedrez, esta partida terrible que se juega ante nuestros ojos entre Vieuchange y su destino». Algunos críticos literarios creen que la obra influyó en la conocida novela de Bowles, ‘El cielo protector’ (1949).
La edición hace cinco años del libro en español también contó una introducción de lujo, la del periodista Pablo-Ignacio de Dalmases, quien vivió en el Sahara español entre 1974-1975, antes de la salida de las tropas españolas. Fue director de Radio Sahara y del efímero diario bilingüe La Realidad, y es autor de diferentes libros sobre el Sahara.
Sobre la figura del aventurero hay un libro escrito en francés, no traducido al español, ‘El último desierto: Vida y muerte de Michel Vieuchange’ escrito por el periodista y novelista Antoine de Meaux, en 2004 y reeditado en 2015. Basado en este libro se hizo un documental de una hora en 2008 por Jacques Trefouel, ‘En busca de Michel Vieuchange’.
- Foto de portada: Smara en la actualidad. Al fondo, la alcazaba, origen de la ciudad