Gregorio Moya, Lámpara Minera del Concurso Internacional del Cante de las Minas de La Unión 2025, cantaor de Argamasilla de Alba, pueblo cervantino donde estuvo la Cueva de Medrano y del que Cervantes no quiso acordarse, pero que no tiene tradición flamenca y eso le añade mérito, – no es lo mismo nacer en Jerez que en Argamasilla – abrió el veinticinco Festival Flamenco Ciudad de Majadahonda. Aquí es tradición hacerlo con quién gana la Lámpara Minera.

Gregorio Moya no solo se llevó el primer premio en La Unión el pasado agosto, también se llevó los premios por marianas, por malagueñas, por cartageneras, y el primer premio por mineras. Es decir, arrasó y eso lo consiguen pocos. Por llevarse premios también ganó el de acompañamiento a la guitarra, Paco Cortés, su guitarrista.

Tengo que decir que soy asidua al Festival de La Unión, y que desde su actuación en semifinales me permití calificar su cante con un diez como consta en mi reseña de entonces, acertando de pleno. Volví a verle en Madrid, en la Suma Flamenca, con su programa «Morente siempre», de nuevo con el guitarrista Paco Cortés, guitarrista de Enrique Morente. Esto empezó a darme pistas.

Y cuando supe que en Majadahonda también iba a cantar por Morente, y también acompañado por Paco Cortés, sí o sí, tenía que llegar al fondo de la cuestión.

Este cantaor con cualidades y registros de voz extraordinarias, técnica vocal perfecta, y una manera de sentir y vivir lo que canta que penetra hasta lo más profundo de quien le escucha, y viniendo de donde viene, cabria pensar que es un autodidacta, pero resulta que no tanto.

Gregorio Moya ha construido su cante escuchando desde niño a cantaores como Caracol, Mairena, Marchena, El Lebrijano, Menese, Fosforito, (nuestro recuerdo para él en su despedida de este mundo) y sobre todo a Enrique Morente.

Dice Gregorio: «Puede que otros hayan escuchado tanto como yo a Enrique Morente, pero no más que yo. Yo le he escuchado hasta más de seis horas diarias durante años».

Puede que no haya ido a ninguna escuela de cante, pero ha tenido a los más grandes como maestros. Ha sabido escucharlos y aprender de ellos. Sobre todo de Morente, porque desde temprano se dio cuenta que su registro de voz no andaba lejos del de «el Ronco del Albaicín».

Tengo que añadir que de las tres ocasiones que le he escuchado últimamente, -agosto, octubre y noviembre- fue en Majadahonda donde mejor cantó, donde las complicidades con el gran Paco Cortés fueron más visibles, donde el guitarrista tuvo mayor protagonismo. Dice Gregorio Moya que Cortés es el maestro. Y es que la mayor virtud del de Argamasilla es la humildad.

Gregorio Moya hizo un concierto extraordinario, de los que dejan patente que el cante y el toque, por este orden, son los pilares del flamenco, que sin ellos este arte tan singular no existiría. Dos artistas llenando un gran escenario, con su arte desnudo, sin grandes efectos técnicos ni de iluminación, porque eran innecesarios. Un arte que no necesita adornos.

En honor a la tierra minera de donde procede su mayor premio, el que le ha traído hasta aquí, el que puede llevarle muy lejos, empezó por cantes de Levante, tarantas, cartageneras y la minera que no podía faltar. Este hombre hace esos cantes, tan diferentes a todos los demás por razones de origen, como si fuera de allí, como si hubiera vivido las fatigas del minero. Cosa nada fácil.

Luego se fue de la tierra minera y siguió por tierras de Málaga y Cádiz. Cantes por malagueñas y por los cantes solemnes de las tierras de Cádiz, por caña, soleá y seguiriya. La seguiriya de Morente.

Yo estaba atenta a la escena y al público a mi alrededor. Se notaba, se palpaba la emoción, la identificación, tanto en el silencio como en la explosión de los aplausos, tanto en la música como en la letra, tan llena de poesía y sentimiento.

El tramo final del concierto fue morentiano al cien por cien, por fandangos y tangos, músicas y letras de los poetas del veintisiete que Morente introdujo en el cante, las llamadas «letras cultas».

Especialmente letras de poemas y de dramas teatrales de Lorca, como esa letra que canta un Arlequín en el comienzo del último acto de lo que él subtituló «La leyenda del tiempo».

En los tangos no podían faltar los poemas de «Omega», la gran revolución de Enrique Morente, hoy de culto, entonces no comprendido.

Gregorio Moya y Paco Cortés nos regalaron como broche final del concierto el tango «Estrella», poema lorquiano al que Morente puso música e hizo universal. En el cante de Gregorio Moya volvieron a resonar y emocionar los versos,

«Si yo encontrara la estrella que me guiara
La metería muy dentro de mi pecho y la venerara».

Y siguió con esa letra encerrada en música que habla de escapar de las injusticias, con toda la profundidad poética y comprometida de Lorca, en la voz y estilo tan morentiano, pero también propio de Gregorio Moya.

Teresa Fernández Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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