
Protagonizada por una excelente Sandrine Kiberlain («Crónica de un amor efímero», «Une jeune fille qui va bien»), junto a Lauren Lafitte («Elle», «Una cuestión de honor»), «La divina Sara Bernhardt» (Sarah Bernhardt, la divine), del realizador francés Guillaime Nicloux («En la piel de Blanche Houellebecq») nos sumerge en los últimos años de la legendaria actriz francesa fallecida en 1923, explorando su lucha por mantenerse en escena pese a los obstáculos físicos y sociales; y su empeño por dejar una huella imborrable en el arte escénico.
En 1896 Sarah Bernhardt es una actriz trágica aplaudida mundialmente que se encuentra en la cumbre de su carrera. Cortejada por el «todo París» es una mujer libre y moderna que desafía los convencionalismos. En el ambiente parisino de la Belle Epoque, «La Divina» fue la primera gran estrella francesa, una superdotada de los escenarios y los salones, donde se reunía lo mejor de cada casa.
La película establece una especie de puente entre dos acontecimientos de la vida de Sarah, seguramente entre los más importantes: el momento en que le amputan la pierna derecha en 1915 y la fiesta en que se celebran los treinta años de su carrera. Dos sucesos reales unidos por algo que no es seguro que existiera: la historia de amor con Lucien Guitry (el padre del actor y dramaturgo Sacha Guitry).
En febrero de 1915, como consecuencia de un proceso de gangrena, a la actriz Sarah Bernhardt le tienen que amputar la pierna por encima de la rodilla. Su amante, Lucien Guitry, la acompaña en su convalecencia.
Juntos evocan tiempos pasados, cuando en el cenit de su carrera, la actriz ocupaba las primeras páginas de la crónica social, siempre un ejemplo de modernidad, libre, enamorada, bisexual, expresando audazmente sus puntos de vista políticos y feministas, a menudo en contra de la opinión de la mayoría. También el día que Lucien la dejó, anunciándole que se casaba con una mujer más joven.
«La Divina Sarah Bernhardt[1]» narra la historia de una mujer que vivió múltiples vidas en las que el amor y el teatro importaban más que nada. Con una cuidada ambientación del París que saltaba del siglo diecinueve al veinte, y un enfoque íntimo y emocional, Guillaume Nicloux ha compuesto un biopic que presenta a Sarah Bernhardt como una mujer adelantada a su tiempo, libre, polémica y profundamente humana –un «monstruo sagrado», en la expresión que inventó para ella el poeta Jean Cocteau-, dueña de una modernidad que no ha perdido actualidad.
«Sarah Bernhardt –explica el director- es una de esas personas vampíricas, capaces de absorberte con su presencia, con sus exigencias y contradicciones, con su generosidad y su exceso. Es una mujer excesiva por demasiado amorosa, demasiado violenta, demasiado injusta, demasiado enamorada de la justicia, demasiado rebelde. Todas esas facetas se complementan y se alimentan mutuamente. En este sentido, la película es abiertamente romántica, una historia de amor en la que la pasión de una mujer artista prevalece sobre la razón y la moralidad. Un destino único, cuya vida estuvo guiada por la imaginación y la superación de sí misma».
- «La divina Sarah Bernhardt» se estrena en Madrid mañana, viernes 3 de octubre de 2025.