Las manifestaciones de nepotismo en América Latina ya estaban presentes en sus inicios. El nepotismo consiste en utilizar el cargo para favorecer a familiares, amigos o allegados mediante el otorgamiento de puestos, empleos, ascensos u otro tipo de beneficios, sin considerar el mérito o la capacidad que tengan.

Y por extensión se considera que el amiguismo, el favoritismo, el enchufismo, entre otras denominaciones del argot, son derivaciones (para algunos aviesas), del nepotismo.

El término proviene del italiano «nepote», que significa «sobrino», «nieto», «descendiente». En América Latina no son pocos los mandatarios nepotistas, valiéndose siempre de la excusa que necesitan rodearse de gente de su más extrema confianza.

Pero históricamente hay que remontarse al Medioevo. En efecto, viene de la tradición medieval de los papas, que nombraban cardenales de la Iglesia a familiares. Luego el uso se extendió a las empresas privadas y la administración pública. Lo cierto es que la práctica suele ser socialmente aceptada en nombre de la certidumbre y la continuidad.

Sin embargo, hoy se considera que el nepotismo es una de las formas de corrupción, especialmente en la administración pública y en el ámbito laboral. Pues bien, no hay duda que puede perjudicar la reputación de una organización, desmotivar a los empleados, y hasta generar riesgos legales.

Un caso paradigmático en la región es la Argentina. Aquí no son infrecuentes las relaciones familiares en lo más alto del poder, como ser, matrimonios presidenciales, pues, ejercen la presidencia y la vicepresidencia de la Nación de manera conjunta. Tampoco las «dinastías provinciales», que revelan que allí el poder político es un asunto de familia, y la influencia que éstas ejercen van mucho más allá del ejecutivo (hermanos que se suceden en el cargo de gobernador), porque llega al legislativo (familias de diputados, senadores y altos empleados del parlamento), al judicial (familias de jueces y fiscales), y por supuesto al ámbito privado…

Estos feudos provinciales de grupos familiares, incluso modifican las constituciones de sus provincias haciendo creer que son reformas progresistas a la altura de los tiempos, pero en realidad los mueve la intención de la reelección indefinida del gobernador. Bástenos el caso del gobernador de la provincia de Formosa, quien lleva unos treinta años en el poder.

Algunos sindicatos no se han quedado atrás y han adoptado este modelo nepotista, y sus conducciones han sido copadas por familias desde hace décadas, así a los padres les suceden los hijos, pertrechados por una guardia pretoriana y una hueste de alcahuetes, aduladores y fanáticos, en una maraña cuasi mafiosa.

Al frente del Sindicato Único de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires (Sutecba), su secretario general lleva en el cargo 42 años. Y la suma de nueve dirigentes sindicales sumaría unos 328 años…

Lo interesante es que cuando se quiso tratar la reforma sindical en el parlamento, con la sana intención de darle un sentido «verdaderamente democrático», la sesión no pudo celebrarse por falta de quórum de diputados, justamente aquellos que representan al pueblo.

En la ley de ordenamiento sindical, algo que viene comentándose desde el retorno de la democracia con Raúl Alfonsín (1983), resulta clave la «libre afiliación», pues, la afiliación compulsiva o cuota sindical obligatoria se impuso en 1945 bajo el gobierno de Juan Domingo Perón.

No en vano la CGT (fundada en 1930 para la negociación colectiva y participación política en el Estado democrático), fue, ha sido y es la columna vertebral del partido peronista.

Lo cierto es que la representación sindical, en un momento donde los trabajadores eran pasibles de no pocas injusticias, con el paso del tiempo devino en un sistema caracterizado por la riqueza y la impunidad, como si fuese algo inevitable de modificar.

Domingo Faustino Sarmiento decía: «Fui nombrado presidente de la República y no de mis amigos». Y añadía: «No está prohibido que un hermano del presidente sea ministro, pero la decencia lo impide».

El nepotismo es una clara demostración de la fuerza de los vínculos familiares. Y en nuestros días, mientras los viejos patrones sociales, las viejas creencias, y las viejas instituciones están en proceso de demolición, el nepotismo sigue en pie, gozando de muy buena salud.

Al nepotismo se le opone la meritocracia (combatida por muchos que se escudan en la igualdad), donde las oportunidades y el progreso se basan solo en el mérito del individuo, como debe ser. Por esa razón, las instituciones deberían estar a cargo de los más capaces, probos y actualizados en su metier, no en manos de familiares y correveidiles.

Otro ejemplo patético es el de Nicaragua, al mando de un dictador, exguerrillero, que se habría inspirado en la revolución de Fidel Castro y que oportunamente fue apoyado por Hugo Chávez, quien ha implementado una dura represión y persecución de los opositores, que incluso ha sido acusado de crímenes de lesa humanidad. Rosario Murillo, poetisa, desde este año ha dejado de ser la vicepresidenta, y hoy es la copresidenta junto a su esposo Daniel Ortega

A esta altura debo hacer una aclaración oportuna sobre las dinastías profesionales, como sucede tradicionalmente en el ámbito musical, la medicina, el derecho y otras disciplinas, donde a menudo en todos los miembros del grupo familiar se verifican sobrados méritos, cuando no talentos, más allá que nunca faltan los que solo pueden exhibir la portación de apellido…

Yo me pregunto: ¿Cómo integrar el poder con la sabiduría y la justicia? En fin, lo cierto es que en medio de la noche oscura de la modernidad, algunos todavía intentan alumbrar con una vela…

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