Cada vez son más las voces que cuestionan si el sistema educativo español está preparado para garantizar el derecho a la educación de todos los niños y niñas, incluyendo a aquellos con discapacidad auditiva.
¿Debería la lengua de signos formar parte de la formación docente?
¿Es necesario que los alumnos sordos acudan a centros especializados o es posible garantizar su desarrollo pleno en centros ordinarios?
La lengua de signos es una lengua completa, natural y visual, con estructura gramatical propia. Lejos de ser un simple código de gestos, tiene el mismo estatus lingüístico que cualquier lengua oral, como reconoció la Ley 27/2007 por la que se determina oficialmente la lengua de signos española (LSE) y la catalana (LSC). Esta ley subraya la necesidad de garantizar su uso en ámbitos como la educación.
Formación docente o especialidad
Aunque existen asignaturas optativas en algunas facultades de Educación para aprender LSE, no es habitual que los futuros docentes reciban formación obligatoria en este ámbito. Esto plantea un serio problema ya que sin los conocimientos básicos, el profesorado puede no estar preparado para atender adecuadamente a alumnos sordos o con dificultades auditivas.
En este sentido, algunas voces del mundo académico y asociaciones como FIAPAS (Confederación Española de Familias de Personas Sordas) reclaman que la lengua de signos sea considerada por lo menos una especialidad educativa, con profesionales específicos (como intérpretes o especialistas en LSE) que trabajen codo con codo con los maestros y maestras en el aula ordinaria.
Centros ordinarios o especializados: ¿una elección o una imposición?
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por España en 2008, establece que los alumnos y alumnas con discapacidad tienen derecho a una educación inclusiva, es decir, a aprender junto a sus compañeros/as en centros ordinarios, con los apoyos necesarios.
Sin embargo, la realidad es que muchos estudiantes sordos acaban siendo derivados a centros específicos, no por elección, sino por falta de recursos humanos o materiales en los colegios de su zona. Este modelo segrega, limita la socialización y refuerza la idea errónea de que solo en espacios separados puede garantizarse una atención adecuada.
Un currículo común
Incluir la lengua de signos en el currículo escolar, como asignatura optativa o como contenido transversal, no solo beneficiaría a los estudiantes sordos, sino que enriquecería a toda la comunidad educativa.
Fomentaría la empatía, el respeto a la diversidad, la competencia comunicativa y el aprendizaje visual y corporal. Algunos institutos de la Comunidad de Madrid, cuentan con intérpretes de LSE y pequeñas iniciativas de este tipo, usando canciones signadas, vídeos accesibles o juegos inclusivos en infantil y primaria.
La comunicación es una herramienta de cohesión social así que ¿por qué no facilitar desde pequeños otras formas de expresión que construyan puentes?
Apostar por la lengua de signos no significa excluir otras estrategias como audífonos o implantes cocleares, sino entender que cada niño y niña tiene una realidad única y que el sistema debe adaptarse, no al revés. La inclusión no se logra solo con voluntad, sino con recursos, formación y compromiso institucional.