
En Jerez 2025 se otorgó el 28 de febrero el Premio Día de Andalucía al Pueblo Gitano en reconocimiento de seiscientos años de contribución a la cultura y las artes. Excelente noticia para los gitanos de Jerez, perfectamente integrados socialmente desde hace muchísimo tiempo, quizá gracias al flamenco.
Quizá olvidadas para siempre dos fechas: 1749 y 1923. Estamos de celebración. Enhorabuena a los amigos gitanos jerezanos que en esta fecha han dejado dos hitos de flamenco de ley en el Teatro Villamarta y en la Bodega Los Apóstoles de González Byass.
La Compañía María José Franco ha puesto en escena Tararamia, tres generaciones de tararas danzantes integradas por María José, la cordobesa África Moreno y Ana Moneo en Tarara niña.
Tarara: Palabra de origen sefardí con significado de muchacha libre que corre por los campos. Antiguo juego de corro infantil hasta que Federico García Lorca la recuperó para sus canciones populares en 1931.
Ay Tarara loca, mueve la cintura
Para los muchachos de las aceitunas.
Ay Tarara sí, ay Tarara no
Ay Tarara, niña de mi corazón.
Lleva mi Tarara un vestido verde
Lleno de volantes y de cascabeles…
En Tararamia las cosas suceden de otra forma. Un canto a la belleza y al misterio femenino expresado en el baile. Desde la niña que baila sin parar al espíritu de alguien que nunca deja de bailar.
Ni cuando muere.
Tararamia puede ser el espectáculo jerezano que cada año presenta el Villamarta con mayor o menor fortuna. En este caso vimos un espectáculo redondo, totalmente conseguido, desde el concepto a la realización en escena. Y por supuesto recomendadamente exportable.
Mimbres jerezanos de alto calibre. En el cante el veterano Luis Moneo; a la guitarra su hijo Juan Manuel Moneo y Javier Ibáñez; el violín de Bernardo Parrilla; al cante, la sevillana Cristina Tovar; Carlos Merino en la percusión y Javi Peña a las palmas. Una nómina de artistas casi al completo jerezana, de San Miguel. Y se notó. En el cante, en el toque y en el compás. Pero aquí hablamos de baile.
El baile de Jerez tiene su forma de expresión propia, que puede ser duende, pero un especial duende jerezano. Puede tener su parte aprendida, pero siempre con esa grasia tan particular, ese diferenciador movimiento corporal, braceo o manos. En otros sitios se puede hacer igual, pero ese elemento típicamente jerezano de origen lo hace diferente a todo. La belleza que transmite, o la emoción, también son únicas. No sé si logro transmitir con palabras lo que quisiera. Si es que no, vengan a Jerez a comprobarlo.
Tararamia no tiene escenografía. Su único recurso escénico es que no utiliza recursos escénicos. Apenas algún cambio de luz. Es cien por cien minimalista. Como se cantaba, tocaba y bailaba en las antiguas ventas o colmaos jerezanos. El mensaje es que este flamenco de ley no necesita de tales recursos. Ahí reside su valor intrínseco, su fuerza vital. Cualquier otro recurso escénico tan al uso hoy en día lo alteraría.
Creo que Tararamia es una firme candidata a Premio del Público. Cuenta con mi voto.
Trasnoche en González Byass
Seguimos en Jerez. Jesús Méndez, cantaor de ley de San Miguel, sobrino de la Paquera de Jerez. A la guitarra Pepe del Morao, saga de guitarristas del barrio de Santiago con toque propio. Al piano Borja Évora, sanluqueño sobrino de Manolo Sanlúcar. A la percusión otro sanluqueño, Paquito González. A las palmas Diego Montoya y Jesús Cantarote.
La Bodega de los Apóstoles hasta la bandera. Jerez es muy fiel a los suyos, las familias de los artistas son auténticas piñas. Y los no jerezanos, también saben a lo que vienen. Entregados al cien por cien, abiertos en canal al placer del arte más genuinamente jerezano.
Aquí también sobran los recursos sofisticados. El estrado de la bodega es como un tablao. Es todo lo que hace falta. Estamos ante flamenco de ley. Puro Jerez por añadidura. Los sanluqueños son primos hermanos de los de Jerez.
Artistas que crecen
Llevo ya años siguiendo a Jesús Méndez y a Pepe del Morao. Gitanos de larga saga de San Miguel y de Santiago. Juntos y separados, pero mucho juntos, porque se quieren. Y cómo se nota que se quieren, cómo se refleja en su arte. Por no hablar de cómo se nota que están actuando en Jerez, arropados por su gente. Factor que cuenta muchísimo para sentirse más felices, más artistas.
Ver a jerezanos en Jerez es un plus añadido.
Da igual, lo que canten y toquen. Sabemos que va a ser un recorrido por sus palos de siempre, con letras de siempre. Jesús en esa noche del día de Andalucía, quiso también cantar por Chiquetete, algecireño de pro. Emocionó y se emocionó cuando cantó por Lola Flores, la jerezana con museo propio en Jerez. Cantó Barrio de San Miguel, el barrio de La Faraona, de la Calle del Sol.
Cantó de una forma que hizo vibrar y sentir escalofríos de tanta emoción que no se podía aguantar. Lo que transmitió es indescriptible con palabras. Como si fuera una reencarnación de La Paquera.
Pepe del Morao, cómo ha crecido desde que le conocí en 2017. Cómo ha madurado como artista. Las falsetas de esa noche del 28 de febrero, en acordes de guitarra Morao, con sus contratiempos llevaban al cielo, un cielo especial de los gitanos flamencos, en ese día en que Jerez reconocía seiscientos años de contribución al arte. Observar los dedos de Pepe, dedos estilizados de maestro, tocaor, compositor, grande entre los grandes de toda su familia.
Demasiadas emociones para un solo día. Gracias gitanos de Jerez actuando en Tararamia, gracias Moneos y Parrilla de San Miguel. Gracias Jesús de San Miguel y Pepe de Santiago, barrios flamencos ancestrales de esta ciudad, que qué tendrá, que enamora.
Solo por ese día merece la pena estar en Jerez.