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Parece que los revival de Antonia Mercé están de moda. En septiembre, en la Bienal de Sevilla, vimos la versión absolument avantgarde de Paula Comitre en el Teatro Central, su Après vous Madame.
Antonio Najarro pone ahora su arte, veteranía y sabiduría al servicio de la Mercé, con dos piezas de baile, El Contrabandista y Sonatina, con músicas respectivamente de Óscar Esplá y Ernesto Halfter, en una versión fiel a lo que la gran artista española estrenó en París en el Teatro Fémina en 1928. Y como era de esperar, ambas recreaciones son obras de arte.
Pero hay algo nuevo, que quizá no estuviera en París, gracias a la puesta en escena inmersiva que transforma al Contrabandista en cuento romántico en un cortijo, sobre el amor imposible de la condesa con el bandido y la Sonatina en cuento de hadas, sobre la conocida poesía de Rubén Darío, «la princesa está triste…»
Excelente ocasión para informarse de que la historia del contrabandista y la condesa la escribió Cipriano Rivas Cheriff, cuñado del que fue presidente de la Segunda República, Manuel Azaña; que en ese escrito la condesa era nada menos que Eugenia de Montijo, portadora del título de Condesa de Teba, antes y después de ser Emperatriz de Francia. Y el contrabandista, nada menos que el archifamoso José María el Tempranillo.
¿Imposible? ¡Vaya usted a saber! Dicen que el argumento de Rivas Cheriff inspiró a Prosper Mérimée a escribir su Carmen…
Tratándose de Antonio Najarro, la recreación del vestuario de entonces, los no tan felices años veinte, y teniendo París como escenario, conserva la riqueza en diseño, textiles, volúmenes, colorido y estilo francés, de la mano de la diseñadora Yaiza Pinillos, inspirándose en los originales de Salvador Bartolozzi y Federico Beltrán Massés.
Antonio Najarro consiguió con ocho bailarines tenernos inmersos en Les Ballets Espagnols de hace un siglo, famosos en París, por entonces capital del mundo de las artes. Gracias, Najarro, por poner en valor, trayéndola a la actualidad, a nuestra gran triunfadora internacional, tan olvidada sin causa.
Antonio Najarro, siempre fiel a los estilos de danza españoles, estilizada, bolera, flamenca y clásica, no podían faltar aquí. El flamenco, con dos coreografías nuevas, que actúan como separata del argumento principal, muy sabiamente, para enriquecer el espectáculo, al que faltaría algo en la versión actualizada.
El Contrabandista estructura en cinco escenas un elegante cortijo, por las que van apareciendo la condesa con sus mozas. Ella danzada por Cristina Carnero, una bailarina que derrocha arte, carisma y sentido teatral en la narración de la historia; también aparece Monsieur Mérimée, Daniel Ramos, a quién la condesita dedica un baile. El personaje principal, el contrabandista, es Álvaro Madrid, curiosamente aparece en escena con una pareja de guardias, para que ambos se luzcan, ellos con una mazurca, El Tempranillo con una danza estilizada.
La condesa y su madre, la Condesa de Montijo, representada por Alejandra Castro, invitan al contrabandista. Todos terminan en una danza final por alegres fandangos.
El cuento romántico de amor imposible, nadie dice si consumado o no, ni importa, transportado al París de hace un siglo, cuando París era una concentración de arte de todas las procedencias y disciplinas, y que con este revival puesto en escena vuelve a vivirse como debieron vivirlo entonces los públicos belle époque, gracias a una dirección impecable, llena de arte y sabiduría y unos artistas que han sabido personificar una época que no vivieron como si la estuvieran viviendo. Otro state of de arts de Najarro.
Sonatina
¿Por qué será que los cuentos de hadas gustan no solo a los niños, sino a personas de cualquier edad? ¿Y quién dice que sean cuentos para niños? El poema de Rubén Darío que da origen a Sonatina no lo es, pero está escenificado como cuento de hadas, o como historia que podamos haber vivido las que no somos princesas, aunque el príncipe luego resulte ser un villano, pero claro, los cuentos acaban con el beso…
Antonia Mercé hace un siglo y ahora Antonio Najarro transforman una bella poesía en un cuento de hadas en forma de ballet. Identificaciones personales aparte, Sonatina es una maravilla de relato musical y de danza con inmersión en los paisajes necesarios. La maravilla de recursos actuales para producir imágenes que parecen absolutamente reales sin que tengan existencia real, llevan a mundos que tienen su origen en imaginaciones creativas.
El príncipe en un preludio con danza final, la princesa y sus doncellas entran en escena con un rigodón, su dragón, personaje de cuento donde los haya, tiene su preludio musical y su danza de zarabanda. No podían faltar una gitana y una pastora, cada una con su danza. Todos han intentando sacarla de su tristeza sin conseguirlo hasta que vuelve el príncipe con sus lacayos y besa en la boca a la princesa que le descubre el amor a ritmo de fandango que se funde con otra danza de la gitana…
Los instrumentos en la sombra, guitarra de José Luis Montón, el chelo de Sergio Menem y el piano de Coni Lechner, ponen el contrapunto de realidad en un ambiente en otra dimensión…
Aquí las palabras sobran, porque no pueden dar idea de la belleza de todo el conjunto de baile, músicas, vestuario majestuoso, bosques y palacios tan reales como inexistentes, gracias a la magia añadida de recursos escénicos que no existían en 1928… Magia añadida por la coreografía de Antonio Najarro y su dirección.
La princesa es Cristina Carnero, deliciosamente etérea; el dragón, Daniel Ramos; la gitana Lydia Gómez, la pastora, María Fernández y el príncipe encantador, Ethan Soriano.
En medio de realidades temibles como las que nos rodean, sumergirse en estas otras realidades con tanta belleza se convierte en un imperativo.
Vayan a verlo.