El pasado lunes 25 de noviembre fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, lo que nos recuerda la importancia de erradicar en las escuelas actitudes que perpetúan la desigualdad de género. 

Aunque parezca sorprendente, en muchas instituciones educativas estos comportamientos se transmiten a través de juegos, canciones y actividades, exponiendo mensajes que refuerzan los roles de género y la tolerancia a la violencia simbólica. 

El famoso juego de palmas cuya canción decía «Don Federico mató a su mujer, la hizo picadillo y la puso a remover…» sigue sonando a día de hoy en las esquinas de los patios. A pesar de la inocencia de los escolares y de que la transmisión cultural no siempre es evidente, su impacto sí es profundo y permanente. 

El papel del maestro como agente de cambio

En los centros escolares, la detención y transformación de las prácticas culturales que refuerzan estereotipos queda bajo la función del profesor.  El equipo docente debe analizar críticamente dichas canciones, juegos y dinámicas que forman parte de la rutina escolar. 

En el manual de la OMS «Prevención de la violencia en la escuela: manual práctico», se le otorga especial relevancia a las escuelas como lugar ideal para abordar normas sociales nocivas relacionadas con la violencia de género. 

La organización también enfatiza la importancia de que los educadores desarrollen habilidades para fomentar valores como el respeto, la empatía y la cooperación en edades tempranas. 

Es necesaria una capacitación docente en aptitudes y creencias positivas, así como un control en técnicas de gestión del aula no violentas con el fin de crear espacios de reflexión sobre el significado de las palabras y acciones, promoviendo el diálogo sobre igualdad y derechos humanos. 

La UNESCO, también está de acuerdo en  que las instituciones educativas deben aprovechar su espacio para el trabajo y el cuestionamiento de  normas culturales perjudiciales y fomentar valores de equidad. Además, recomienda incorporar materiales que reflejen estos valores y diversas realidades culturales. 

Por ejemplo, cuentos, sinfonías, películas o cortometrajes como el de Elvira Ongil en relación al juego de palmas que se nombraba al principio. Materiales que presenten modelos no tradicionales de género y que cuestionen actitudes violentas porque, de acuerdo con Elvira «la palabra puede construir el cambio… o permitir que todo siga igual».

Muchas canciones populares con letras sexistas como «Los días de la semana» de Fofo el payaso ya han sido actualizadas o versionadas por artistas como Rigoberta Bandini, quien sustituye «así limpiaba, así, así…» por «así bailaba, así, así» y muchas otras cosas que las niñas pueden hacer hoy en día.

Los juegos en los patios escolares también refuerzan la división de roles, pero la educación de género empieza a conseguir alternativas inclusivas a través de la diversificación de juegos que fomentan que todos los estudiantes participen en una amplia gama de actividades. 

Del mismo modo sucede con el reparto de juegos por rincones en la educación infantil donde habitualmente se coloca «el taller» y «el tocador», fomentando la división por sexos y la errónea asignación de tareas.  No obstante, se empiezan a establecer espacios neutros o fomentar la participación absoluta de ambos géneros en los distintos rincones. 

Pequeñas acciones como estas generan cambios significativos que mejoran el ambiente escolar y desarrollan una visión más equitativa de las relaciones humanas. 

Además, involucrar a las familias en estas iniciativas fortalece el impacto educativo y fomenta un entorno coherente entre escuela y hogar. 

Las aulas son espacios clave para desafiar los roles de género y la violencia cultural. Con el conocimiento de estrategias suficientes los maestros y maestras pueden convertirse en agentes de cambio cultivando generaciones que cuestionen la violencia cultural. 

Tenemos la oportunidad de sembrar valores de respeto e igualdad desde la infancia, cuestionando prácticas discriminatorias y promoviendo una educación de género que no solo forme a los estudiantes, sino que inspire a una sociedad más justa y libre de violencia. 

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