Cuando Razan Ismail, fundadora de la asociación Kudwa, eligió este nombre, fue toda una declaración de intenciones, porque Kudwa, creada por y para personas refugiadas y migrantes, nació con el objetivo de ser una comunidad, una guía y, a veces, un salvavidas para aquellos que llegan a Barcelona huyendo de conflictos, violencia y persecución, o buscando una vida mejor, informa Lurdes Calvo (ACNUR).
Su último proyecto, Kudwa Academy, fue seleccionado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, para recibir apoyo económico y técnico a través del programa de Ayudas al Emprendimiento Social, que busca fomentar las iniciativas sociales lideradas o participadas por personas refugiadas y apátridas.
En este caso, la participación y la formación están en el centro de un proyecto que convierte a los jóvenes que lo integran en «modelos a seguir» y, a la vez, en alumnado ávido de conocimiento. Porque en cada sesión que se imparte, un miembro de la comunidad comparte formaciones técnicas, artísticas o sociales con el resto, creando un espacio de intercambio y aprendizaje, pero también un espacio seguro al que pertenecer, con el que identificarse y donde descubrir cómo participar en la sociedad de acogida.
«En Kudwa Academy no hay jerarquía: hay intercambio de experiencias. Las personas que quieran trabajar con sus habilidades, dar talleres y compartir ese conocimiento con los demás, tienen aquí un lugar», explica Razan.
«La participación es gradual. Cuando la gente se siente segura empieza a compartir más, a sentirse dueña de ese espacio y a participar más». Por eso, aunque en Kudwa Academy se trabajan habilidades que van desde el desarrollo personal y profesional a la comunicación pública, el primer paso es ayudar a las personas recién llegadas a recuperar la confianza en sí mismas.
Uno de los vínculos que une a los jóvenes de la comunidad Kudwa es el haberse encontrado con las mismas barreras. Llegar a un país nuevo, aprender un nuevo idioma y nuevas costumbres, comprender la burocracia… Y en la mayoría de los casos, hacerlo sin compañía. «Para mí, lo peor al llegar fue estar solo. Una vez, estaba muy enfermo en mi habitación y pensé: «si me pasa algo, ¿quién va a enterarse?», recuerda Ahmad, refugiado sirio de veintiséis años, que llegó a Barcelona poco después de cumplir la mayoría de edad.
La soledad, el trauma después de la huida, el duelo migratorio y la sobrecarga de información al llegar a un contexto completamente nuevo, son algunos de los retos a los que se enfrentan. Encontrar un grupo de personas con quienes compartir, de quienes aprender y con quienes desahogarse es un paso fundamental en la integración en su nuevo país.
Para Laura, artista y arquitecta de origen sirio, el poder compartir experiencias es clave para evitar la depresión y el bloqueo que sienten muchas personas refugiadas y migrantes en una nueva tierra. También fundadora de Kudwa, se sintió visible por primera vez cuando la asociación facilitó la primera exposición de su obra, que aúna bordado y caligrafía árabe. «La gente vino a ver mi arte, me preguntó por qué haces esto, en qué te inspiras, qué historia hay detrás de todo esto», recuerda. «Me encanta que la gente que tiene la misma situación que yo me entienda, pero cuando alguien de aquí entiende lo que estoy haciendo y empatiza conmigo, pienso que he llegado más allá. Y eso empezó con Kudwa».
Para devolver un poco de esa aportación, y aprender de las experiencias de otras personas, Laura se unió como ponente y participante a Kudwa Academy. Porque si ella puede enseñar a expresarse a través del arte, otros pueden hacerlo con la palabra, a través de habilidades como la comunicación o el storytelling: cómo transmitir una historia que atrape a la audiencia. Un primer paso para el cambio social.
Pero no solo las personas refugiadas y migrantes tienen cabida en el proyecto. La comunidad local está invitada a unirse y participar, una presencia que tanto para Razan como para Laura y Ahmad es fundamental. Conocerse para comprenderse, y construir comunidad.
Tender esos puentes de ida y vuelta es la especialidad de Mostafa, sociólogo egipcio y también ponente y alumno de Kudwa. Para él, Kudwa Academy es el primer paso de un proyecto que irá mucho más allá, empleando el teatro interactivo para reforzar el conocimiento y la empatía hacia las personas refugiadas y migrantes. «En este teatro las personas locales asumen el rol de las personas migrantes y refugiadas, se ponen en los zapatos del otro». Una experiencia lúdica que también ha generado emoción e incluso lágrimas cuando la ha puesto en práctica.
Tras esta primera experiencia de Kudwa Academy, todos coinciden en las ganas de repetir, y en los buenos resultados. Para algunos, ha sido una forma de enriquecer el currículum impartiendo talleres. Para otros, nuevas habilidades que poner en práctica en el terreno laboral y personal. Pero para todos, una herramienta útil para amplificar su voz y que sea escuchada.
«Quiero trabajar para cambiar el sistema. Que nos unamos con la comunidad local y que nuestras voces sean escuchadas», declara Ahmad, que sueña con dedicarse a la acción política, y mientras tanto, planea crear un equipo de fútbol que reúna a personas refugiadas, migrantes y población local de Barcelona para fomentar la inclusión a través del deporte.
Ya sea a través del arte, como Laura; del activismo y el deporte, como Ahmad; del teatro, como Mostafa, o identificando el talento e impulsándolo a través de los proyectos de Kudwa, como Razan, todos comparten una misma idea: continuar ampliando una comunidad que acoge a todas las personas, vengan de donde vengan, y donde escucharse y apoyarse es el pilar desde el que construir un futuro juntos.
Emprendimiento social por personas refugiadas
En el marco del Pacto Mundial sobre los Refugiados y en línea con su enfoque de Participación Comunitaria, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, mantiene su compromiso con el programa de Ayudas al Emprendimiento Social liderado por Personas Refugiadas y Apátridas que brinda oportunidades de participación efectiva a las comunidades en la identificación de retos de protección e integración, así como en la búsqueda de las mejores soluciones.
Los proyectos implementados a través de esta iniciativa, no sólo permiten a las personas refugiadas y apátridas una implicación directa y significativa en la respuesta de protección del país de acogida, sino también la consecución de soluciones legítimas y sostenibles a largo plazo.