Es uno de los cuadros más conocidos en todo el mundo. Algunos críticos lo consideran el mejor de la Historia del Arte occidental, en pugna con otros, entre los que están «Las meninas» de Velázquez o «El descendimiento» de Van der Weyden.
Se trata de «El matrimonio Arnolfini», que Jan Van Eyck pintó en 1434, una de las obras más misteriosas y enigmáticas sobre la que más páginas se han escrito para intentar desvelar los secretos que oculta.
El cuadro está ahora en la National Gallery de Londres, después de una larga travesía desde su primer propietario, desconocido, hasta caer en manos de Diego de Guevara (1450-1520), maestresala de Juana la Loca y mayordomo de Carlos V entre otros cargos de la Corte, quien lo regaló a Margarita de Austria. A la muerte de ésta fue heredado por María de Hungría, hermana de Carlos V, quien lo trasladó a España desde los Países Bajos. Gracias a eso se salvó de la furia iconoclasta de los calvinistas.
A la muerte de María de Hungría pasó a manos de Felipe II y formó parte de las colecciones reales españolas hasta las guerras napoleónicas (fue uno de los pocos que se salvó del incendio que destruyó el Alcázar de Madrid). Bajo el reinado de José Bonaparte desapareció del Palacio Nuevo de Madrid. En 1815 reapareció en Bélgica, en la casa de James Hay, un militar herido en Waterloo, quien lo vendió a la National Gallery por seiscientas guineas. Se especula con que Hay lo hubiese robado de los baúles de Pepe Botella durante la batalla de Vitoria.
Una nueva y fascinante interpretación de este cuadro nos llega ahora de la mano de Jean-Philippe Posted, quien en «El affaire Arnolfini» (Acantilado) proyecta un mirada clínica y analítica sobre los personajes del cuadro y los múltiples objetos que los rodean, en un escenario desde el que todos ellos transmiten al espectador claves insólitas para interpretar la escena que representa.
Un grifón, el espejo en el que se reflejan dos testigos que asisten a la ceremonia, un león y un diablo de madera, cerezas y naranjas, una cama cubierta con una colcha roja, un par de chinelas y otro de zuecos, un rosario colgado de la pared, una silla gótica de respaldo alto, un baúl de madera… todos estos elementos proporcionan información sobre el significado del cuadro, todos plagados de un simbolismo que el autor va exponiendo a lo largo de estas páginas.
El enigmático espejo del fondo del cuadro puede simbolizar la vanidad, el orgullo, la lujuria, la prudencia o la verdad. También los medallones que lo rodean, con escenas de la pasión y muerte de Cristo, las velas del candelabro, una encendida y otra apagada, el perro como símbolo de fidelidad o como figura demoníaca…
El primer misterio a desvelar fue la identidad de los personajes.
Por el título del cuadro no debiera haber ninguna duda al respecto: un matrimonio de ricos comerciantes italianos, los Hernoul-le-Fin (apellido que evolucionó a Arnoult Fin y finalmente a Arnolfini). Pero la primera duda que surgió es a cuál de los Arnolfini pintó Van Eyck, pues había varios hermanos y algunos familiares también se dedicaban al comercio, hasta que se concluyó que el personaje masculino de la pareja era Giovanni di Nicolao Arnolfini. Más difícil fue relacionar a la mujer con su esposa, pues ésta, Constanza de Trenta, ya había muerto en 1434. ¿Quién es, entonces, la mujer del cuadro?. Sobre esta identidad trata la principal investigación del libro.
El enigma más importante a resolver es qué representa realmente la escena. A lo largo de la historia se hicieron múltiples interpretaciones: un juramento de fidelidad entre una pareja (la mano derecha levantada del hombre parece indicarlo así), una escena de quiromancia en la que un astrólogo adivina el futuro del niño que espera la mujer a través de la lectura de su mano, una boda de urgencia entre una mujer embarazada y su amante, un rito nupcial para consagrar la unión de los esposos en presencia de dos testigos, la celebración de un matrimonio morganático, la segunda boda de Giovanni tras la muerte de su primera mujer, un homenaje fúnebre a la esposa fallecida (el sombrero y el traje negro y violeta de Giovanni podrían ser de luto por ella), la escenificación de una picante fábula sobre un marido engañado (el nombre Arnoult se utilizaba para identificar a los esposos cornudos) … todas estas interpretaciones se han venido haciendo a lo largo de los años. Incluso se especuló con que fuese un autorretrato del propio Van Eyck y de su esposa.
Ahora llega la de Jean-Philippe Postel que propone otra, la más fascinante de todas, que tiene como protagonista a la mujer del cuadro. Me resisto a desvelarles cuál es la propuesta de este investigador, deben descubrirla con la lectura de estas páginas, pero por muy irreal que pueda parecer al principio, los análisis que el autor hace sobre los personajes, sobre los objetos, los muebles y los diferentes elementos que componen este cuadro maravilloso y los fundamentos de la investigación que aporta su propuesta, resultan del todo verosímiles. Puede que, en efecto, la de Postel sea la interpretación más real, a fuer de fantástica.