Las celebraciones del cincuentenario de la muerte de Picasso han opacado las de otra gran efeméride, la del centenario de la muerte de otro pintor español también universal, el valenciano Joaquín Sorolla, que se cumple este 10 de agosto de 2023.
Recogemos aquí algunas exposiciones y reseñamos también un libro muy útil para conocer la vida, la obra y las circunstancias que rodearon a Sorolla durante su trayectoria como artista y como ser humano.
El libro se titula «Sorolla en 30 claves» (Larousse), de Federico García Serrano. Con el mismo procedimiento que ya utilizara en «Velázquez en 30 claves», el profesor García Serrano hace un recorrido por todos los aspectos de la pintura de Sorolla y de sus relaciones personales y profesionales, iniciándolo con el contexto social y político que le tocó vivir durante el periodo que va desde los años finales del siglo diecinueve a los iniciales del veinte, el de la restauración borbónica tras la Primera República, con las monarquías de Alfonso XII y Alfonso XIII, la regencia de María Cristina y la alternancia de Cánovas y Sagasta en el Gobierno de España.
Vivió los años de la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y la guerra contra los Estados Unidos.
Es el tiempo de los nuevos progresos tecnológicos derivados de la revolución industrial, desde la luz eléctrica y las teorías ópticas de Max Planck a los primeros automóviles con motor de explosión, y también del desarrollo de los nuevos medios como la fotografía, la radio y el cinematógrafo.
Cuando se habla de Sorolla inmediatamente se invocan las imágenes de luz y el muestrario de colores intensos de los paisajes de las playas y las rocas, de los naranjos y las frutas de la huerta valenciana, de los puestos del mercado, de las ropas luminosas de las mujeres. Y sobre todo de los niños, transformados en iconos universales de la infancia en escenas costumbristas en playas, actos litúrgicos y relaciones familiares. Todos ellos movimiento, sin que nunca parezca que posen para el artista.
Sorolla era un pintor impresionista pero no adscrito al movimiento pictórico nacido en Francia (era reacio a las vanguardias). Su impresionismo era el de las distintas sensaciones al interpretar la luz en las diferentes horas del día, la luz capturada de un instante: las diferentes luminosidades del sol de la mañana, del mediodía, de la tarde, el crepúsculo y el amanecer. Y la luz del norte, tan diferente a la mediterránea, que descubrió en Vigo y en Bayona y reflejó en sus obras del Cantábrico.
Prolífico y cotizado, internacionalmente famoso en vida, la obra de Sorolla abarca más géneros de los que se conocen popularmente. Ahí están los retratos de la burguesía, la aristocracia, la realeza, la política o la cultura, la obra de temática religiosa, las pinturas históricas, las de realismo social, las figuras femeninas que mostraban la moda de París y la visión de España que plasmó en sus trabajos para la Hispanic Society de Nueva York.
Aunque de talante introvertido, Sorolla mantuvo durante su vida relaciones de amistad con personas a las que apreciaba y con las que coincidía en sus gustos artísticos y en las tertulias de Madrid.
El escritor Blasco Ibáñez fue uno de los más cercanos, con el que colaboró pintando carteles para su periódico radical «El Pueblo» a pesar del talante conservador del pintor, a pesar de lo cual fue uno de los impulsores de la Institución Libre de Enseñanza.
También fue amigo de Galdós, de Benavente y de Pérez de Ayala. Del escultor Mariano Benlliure, el fotógrafo Christian Franzen, los pintores Sargent y Leonard Zorn. Pero sobre todos ellos destaca su amistad con Pedro Gil Moreno, quien lo llevó a París por primera vez.
Envidiado y ensalzado a partes iguales, Sorolla sufrió las críticas de Valle-Inclán, Maeztu y Marquina; y los elogios de Galdós, Pardo Bazán, Azorín y Juan Ramón Jiménez.
La familia de Sorolla legó al Estado español el palacete de la actual calle madrileña de Martínez Campos donde se ubica el museo que lleva el nombre del pintor, uno de los más bellos y originales del mundo. Ahí se pueden ver los mejores cuadros del artista, de todos los géneros y de todas las épocas, en una exposición permanente.
Sorolla y el mar
Este museo Sorolla es el organizador de una de las grandes exposiciones conmemorativas de este centenario, «Sorolla a través de la luz», comisariada por el escritor y periodista valenciano Manuel Vicent, quien mantiene un diálogo literario con la pintura del artista. El mar es el tema principal de esta exposición, el Mediterráneo sobre todo, y las gentes relacionadas con las actividades y los oficios marineros.
El Palacio Real de Madrid es el escenario que acoge esta exposición hasta el 17 de septiembre.
La muestra se divide en cuatro secciones con títulos expresivos: «El subconsciente está lleno de algas», «Un drama naturalista bajo la luz del Mediterráneo», «Veraneantes burgueses en el Cabanyal» y «En el mar de Xàbia».
El recorrido por las salas alterna la exposición de cuadros de Sorolla con recursos de sonido e imágenes de alta resolución que intensifican el efecto sensorial de las pinturas. Entre las obras que se pueden contemplar hay una amplia muestra de los retratos que Sorolla hizo a lo largo de su vida y sobre todo las relacionadas con el mar y la playa, que ocupan las dos últimas salas.
Por su parte, el Museo del Prado ha reunido en tres de sus salas los retratos propiedad de la pinacoteca y otras obras de Sorolla que también pertenecen al museo.