En los últimos meses los españoles hemos asistido a un bombardeo mediático por parte de la derecha y ultraderecha de este país que ha ocupado gran parte de titulares en prensa, radio y televisión, cual si de un mantra se tratase: «Derogar al Sanchismo».
Esto es, acabar con un gobierno de coalición formado por el Partido Socialista y Podemos que ha estado refrendado en todo momento por la mayoría parlamentaria. Siendo más explícitos, digamos que se pretendía la «abolición, anulación o revocación de una norma jurídica…».
Pero hete aquí que llega el 23 de julio y se celebran unas elecciones generales en las que los ciudadanos han elegido democráticamente a sus representantes, y ahora resulta que, ante esa premura por acabar con lo democráticamente establecido, las urnas han dicho algo así como: «Alea jacta est». Es decir, que «La suerte está echada», que diría Julio César. Porque los españoles también hemos pasado nuestro Rubicón, y los datos son los que son, mal que a algunos les pese, y con los que no contaban…
Unos datos un tanto complicados, es cierto, pero que dejan entrever por dónde pueden ir los tiros de ahora en adelante. De momento, tras una campaña entre canalla unas veces y rayana en lo miserable otras, con unos insultos y falta de respeto a las personas que rayaban en la estulticia, con la utilización de muertos y asesinados como bagaje de equipaje dialéctico, con eslóganes rayando el vómito, como ese de «Que te vote Txapote», puesto en boca de líderes y lideresa autóctona de la derecha y ultraderecha que van de «patriotas» de hornadas varias, ahora resulta que, conforme han dicho las urnas, el «Sanchismo» no ha sido derogado a la hora en que escribo estas letras.
Ante esta circunstancia y hechos consumados, tendrán que hacer algún examen de conciencia, cuando no de mirarse sus miasmas, esos políticos, empezando por el señor Alberto Núñez Feijóo, quien tras vociferar a los cuatro viento los males que padecíamos los españoles, lanzando mentiras a cascaporrillo, ya se veía, día sí día también, en el palacio de la Moncloa como nuevo presidente del gobierno.
O ese prohombre del Partido Popular y diputado del Parlamento Europeo, Esteban González Pons, el cual manifestaba que RTVE iba a perder las elecciones, y que como tal, como un partido más, deberían dimitir sus responsables. También deberían afinar sus corcheas y semicorcheas esos clarines mediáticos que aupaban día tras día desde púlpitos a acabar con el «Sanchismo», al parecer el peor de los males que asolaban el país.
Visto los resultados, lo cierto es que el tan manido «Sanchismo» no ha sido derogado a día de hoy, que España sigue funcionando, y aunque la situación es complicada de cara a formar gobierno para unos y para otros, lo cierto es que para algunos las cañas se han tornado lanzas, sobre todo para los que de antemano se creían vencedores, como era Núñez Feijóo en el Partido Popular, quien en la misma noche en que proclamaba su victoria a los cuatro vientos, en su sede de la calle Génova de Madrid ya oía gritos de «Ayusoooo, Ayusoooo», algo premonitorio en un partido donde las aguas en un momento límpidas pueden enturbiarse en el corto o medio plazo…
Las urnas también han puesto en su sitio a la ultraderecha de este país representada por Vox, que ha bajado significativamente en su porcentaje de votos, y por ende en representación. No sabría a ciencia cierta a qué puede haber sido debido, si bien su presidente, Santiago Abascal, culpa directamente a Núñez Feijóo de haberlo dejado poco menos que en la cuneta del abandono y olvido.
Otra posibilidad es que tal vez en España no hay tanto «patriota» conforme a sus criterios, sino millones de españoles que eligen libremente a sus representantes.