Cuando apenas ha comenzado en el Valle de Cuelgamuros la exhumación para intentar recuperar los restos de 128 víctimas de ambos bandos de la Guerra Civil reclamados por sus familiares, suenan como un aldabonazo en la puerta de la Historia las palabras del que ya se presume, y algunos proclaman como futuro presidente de la hoy España democrática, Alberto Núñez Feijóo, quien manifestó la semana pasada que pensaba derogar la Ley de Memoria Democrática aprobada el 19 de octubre de 2022 por el Gobierno socialista presidido por Pedro Sánchez. Una Ley que se fundamenta en los principios de verdad, justicia y reparación, así como de garantías de no repetición.
Ante semejante anuncio, uno se pregunta si estamos ante el advenimiento de otras derogaciones, también dejadas caer por Feijóo, unas, y otras al parecer no coincidentes con su credo político y el de sus posibles compañeros de viaje, Vox, que tanto monta, o sencillamente podría parecer que, a estas alturas del Siglo veintiuno, la sombra del tardofranquismo sigue siendo alargada…
Porque, de alguna manera, el ya casi para muchos in pectore presidente del Gobierno de aquí a cuarenta días no hace más que seguir los pasos de quienes les precedieron en el cargo en el Partido Popular, ya que con respecto a la Ley de Memoria Histórica dejaron frases para la Historia, dignas de ellos mismos y de su credo político.
Así, el ya legendario político y fundador de la casa madre popular, Manuel Fraga Iribarne, cuando se refería a este tema solía decir que «Es una ley de chorrada», con la misma tranquilidad que antaño había dicho aquello de que «La calle es mía».
El otrora presidente Mariano Rajoy, por su parte, manifestó en su día refiriéndose a la Ley de Memoria Histórica en una entrevista en la publicación 20 Minutos que le resultaba como «Algo incomprensible». Tan incomprensible, según su criterio, que presumía de no haber dedicado ni un euro en los Presupuestos Generales al capítulo dedicado a la citada ley.
Mucho más filosófico resultó ser otro político y prohombre del Partido Popular, Pablo Casado, quien se despachaba con frases como la siguiente, digna de figurar en letra de molde en el frontispicio de su sede en la calle madrileña de Génova: «Estos socialistas siempre están hablando y recordando las batallitas del abuelo».
Como la senda está ya bien labrada, incluso trillada, el señor Núñez Feijóo no tiene pues más que seguir el camino de quienes le precedieron, y como él mismo ha manifestado, derogar la hoy vigente Ley de Memoria Democrática, entre otras leyes cuando llegue a la Moncloa.
Y por si le faltaba ánimo en su empeño derogatorio, ahí tiene a su lado, presta ella, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que acaba de acusar al Gobierno de «hacer campaña» con las citadas exhumaciones…
Claro que, como manifestó respecto a la derogación el todavía ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, algunos nos preguntamos, siguiendo sus palabras: «¿Qué puede molestar a un demócrata de la Ley de Memoria? ¿Qué se declara ilegal un golpe de Estado? ¿Qué las familias puedan recuperar a sus seres queridos, que no es algo político, que es humano? ¿Qué se homenajee a todas las víctimas de todos los bandos de aquella guerra?».
Son preguntas que el ministro Bolaños se hacía y que algunos españoles nos seguimos haciendo a estas alturas del año 2023 cuando, según las encuestas publicadas y la premonición de algunos gurús del advenimiento, el popular Núñez Feijóo está a punto de tomar cuerpo en la Moncloa.
Por lo que al que suscribe respecta, permítanme decirles que estuve un largo período de mi vida profesional investigando en el Archivo General de la Administración (AGA) de Alcalá de Henares acerca de lo que fue y significó el levantamiento militar contra el Gobierno legítimo de la República que, con sus aciertos y sus fallos, que de todo hubo, era el que habían elegido los españoles de aquellos años. Cientos, miles de documentos originales pasaron por mis manos durante cerca de dos años, en los que queda constancia de lo que fue y significó aquella barbarie llamada Guerra Civil.
Dar una sepultura digna a los restos de algunos de quienes la padecieron no se puede tachar de «acto político», sino simplemente llamarlo humanidad. El 23 de julio está a la vuelta de la esquina, y tendremos oportunidad de ver, una vez más, por dónde van los vientos de la Historia, aunque para algunos la suerte pareciera estar echada…
La historia esta ahi ya paso es impsosible borarla