Festival Flamenco de Jerez. 2 de marzo, Teatro Villamarta. Expectación máxima ante el estreno mundial absoluto de Eduardo Guerrero, Bailar no es solo bailar, un título que tratándose de Eduardo abre toda clase de expectativas y, conociendo su trayectoria, ya antes de que se alce el telón sabemos que tiene que tratarse de un paso más allá de sus Sombras efímeras, de Debajo los pies, que también se vieron en este escenario jerezano.
Estamos acostumbrados a los trabajos al límite de Eduardo, que somete a su cuerpo a situaciones de experimentación hasta su propia sorpresa por el logro de hacer con su cuerpo lo increíble, como hizo bajo la dirección de Mateo Feijóo, del que tanto aprendió. Y Eduardo no es de los que se paran en ningún punto. Lo suyo es seguir, avanzar, cruzar a otras dimensiones, sin saber él mismo adonde puede llegar, pero con la voluntad de llegar.
Bailar no es solo bailar, ¡qué cierto! Eduardo, quien en otras ocasiones se ha movido en espacios alternativos, aquí, con la inestimable ayuda de una iluminación que roza la magia, se crean esos espacios alternativos, y ya podemos ver al fondo un retablo que se extiende sin fin, o un bosque tan onírico como real, o esas escenas que nos recuerdan la pasión de Cristo. Qué poquitos elementos físicos, tangibles, son necesarios para completar todo lo que la luz o las sombras pueden hacer real. El diseño de iluminación de Fernando Martín es de un protagonismo absoluto, justifica plenamente el “es más que bailar”, es crear los espacios para bailar y teatralizar lo que cuenta el baile, el cante, las guitarras.
Todos son protagonistas, pero esta nueva y siempre ascendente en sus registros de voz y en estilo, María Terremoto, entra también en la categoría de que esto es más que bailar. María, en su arte, es como Eduardo en el suyo. Son dinámicos, crecen, avanzan, nunca se quedan estáticos. Y esto es tan flamenco como lo que hacían esos dos ancestros de María, Terremoto de Jerez y Fernando Terremoto. Son otros tiempos, soplan otros vientos, no digamos para la mujer.
Bailar es más que bailar cumple sin fisuras la premisa obligatoria en todo espectáculo de baile: Belleza. Hay tanta belleza y armonía en las simetrías y disimetrías, los espacios y los volúmenes, la geometría de las técnicas impregnadas de duende flamenco que crea ese cuerpo de Eduardo, ese cuerpo de atleta olímpico, prueba de las disciplinas a las que se ha sometido durante años. La dramaturgia, en sus aspectos compositivos, muestra de un trabajo en equipo del propio Eduardo Guerrero, Arthur Bernard-Bazin, Sara Jiménez y Félix Vázquez, en coreografías tan descriptivas de lo que va transcurriendo en escena, desde ese rincón izquierdo en los comienzos, profusamente iluminado donde se canta y toca y ahí está el protagonismo, mientras Eduardo baila por el resto del espacio como si lo que sucede en el rincón protagonista no fuera con él.
Más tarde, cuando estamos en el punto álgido del drama, el protagonismo de Ángeles Toledano, la voz dulce que inspira y ayuda, no digamos en esa escena límite encaramada en la escalera, que parece la escalera para bajar de la cruz, cantando por bamberas. La música a cargo de las guitarras de Pino Losada y Benito Bernal. La seguiriya de Losada en la cumbre del dramatismo, con el cante de María Terremoto.
Otra sorpresa, la dirección musical de Rosario la Tremendita, no tanto la de Martín Caminero, también compositores junto con los guitarristas Bernal y Losada. De principio a fin, un equipo del que solo se pueden decir excelencias.
Bailar no es solo bailar -aunque también-. Bailar es derrochar sensibilidad, alma o duende, rosas y espinas, erotismo y misticismo, consciencia de cada fibra corporal, visión coreográfica, intuición creativa, imagen carismática… ¿Estamos hablando de Eduardo Guerrero?
Eduardo Guerrero, siempre fiel a los escenarios que son su casa, el Festival de Jerez y el Corral de la Morería, donde durante todo el mes de febrero ha estado ofreciendo al público madrileño otro estreno absoluto, Origen. Esa es mi espina.
Ficha artística y técnica:
- Baile. Eduardo Guerrero.
- Cante: María Terremoto y Ángeles Toledano.
- Guitarras: Benito Bernal y Pino Losada.
- Percusión: Iván Mellén.
- Dirección: Eduardo Guerrero.
- Dirección y espacio escénico: Eduardo Guerrero, Arthur Bernard-Bazin y Sara Jiménez.
- Dirección musical: Rosario la Tremendita y Pablo Martín Caminero.
- Composición musical: Rosario la Tremendita, Pablo Martín Caminero, Benito Bernal, Pino Losada.
- Asesoría coreográfica: Arthur Bernard-Bazin y Sara Jiménez.
- Coreografía: Eduardo Guerrero.
- Iluminación: Fernando Martín.
- Coordinación técnica: Félix Vázquez
- Producción: Eduardo Guerrero