Aunque en España lo conocemos sobre todo como novelista, José Saramago tuvo una amplia trayectoria como columnista político, editor de Diario de Lisboa y Diario de Noticias, poeta y dramaturgo. Llegó tardíamente al mundo de los libros (siempre contaba que el primero lo compró con dinero prestado cuando tenía diecinueve años).
Fracasó con su primera novela, «Tierra de pecado» (1947), traducida recientemente al español como «La viuda», pero «Memorial del convento» (1982), ya lo convirtió en un escritor conocido. Era una narración con elementos próximos al realismo mágico, en la estela de la corriente literaria iberoamericana, pero sobre todo una lectura crítica de la Historia de Portugal.
El éxito no fue una casualidad. En 1984 su novela «El año de la muerte de Ricardo Reis» volvería a dar en la diana con una recreación histórica de los años treinta que tenía como hilo conductor a este heterónimo de Pessoa. El pasado reciente de Portugal volvió a aparecer en su siguiente obra, «Historia del cerco de Lisboa» (1989), en forma de crítica a la tendencia de los escritores portugueses a la mitificación historiográfica.
Todas estas novelas hubieran tenido dificultades con la censura en el Portugal anterior a la Revolución de los Claveles de 1974 porque Saramago siempre tuvo presente que su literatura no podía vivir al margen de la ideología, en su caso el marxismo, algo que ya estaba muy claro en el temprano «Manual de pintura y caligrafía» (1977), donde el protagonista trata de comunicar un mensaje político a través de su pintura.
En «Levantado del suelo» (1980) denuncia las dificultades de tres generaciones de campesinos del Alentejo durante la reforma agraria, un tema que conoce muy bien pues los orígenes de Saramago eran también campesinos.
Saramago ha calificado algunas de sus novelas como ensayos (de hecho, algunas llevan esta palabra en el título) y el semanario francés L’Hebdo llegó a llamarlo «el Voltaire portugués».
En los años ochenta José Saramago inició un ciclo de novelas en las que sigue analizando y criticando la sociedad y la política de su época, pero ahora partiendo de hechos insólitos, alegorías que le dan pie a introducir críticas a la realidad del mundo en el que vive y a analizar la condición humana.
En «La balsa de piedra» (1987) imagina una península ibérica que va a la deriva, desprendida del continente europeo; una fábula tragicómica, crítica con los sueños frustrados de España y Portugal. En «Ensayo sobre la ceguera» (1995) es una epidemia de ceguera contagiosa la que muestra cómo los poderes utilizan sus privilegios y transforman a los individuos en autómatas que cumplen sin rechistar cualquier orden (una lectura que adquiere nuevas dimensiones a raíz de la experiencia del Covid).
En «Todos los nombres» (1997), el acontecimiento que desata esta visión es la obsesión de un archivero por elaborar las fichas de todos los hombres y mujeres que habitan el planeta. En «El hombre duplicado» (2002), es la existencia de dos personas idénticas en lo físico y en lo anímico, cuyo encuentro provoca una reflexión sobre la identidad.
«Ensayo sobre la lucidez» (2004) es una devastadora crítica política surgida a raíz de otro hecho insólito: la ínfima participación electoral en unos comicios; mientras el episodio que desata la crítica social en «Las intermitencias de la muerte» (2005) es la imposibilidad de morir para los habitantes de un determinado país, lo que, lejos de ser una ventaja, provoca situaciones y problemas insostenibles.
No falta en la obra de Saramago la crítica a los poderes religiosos y a la intolerancia de la Iglesia católica en obras de teatro como «La segunda vida de Francisco de Asís» e «In nomine Dei», y en novelas como «Caín» y «El evangelio según Jesucristo».
La polémica desatada en Portugal a raíz de esta última decidió al autor a trasladar su domicilio a la isla canaria de Lanzarote, donde vivió hasta su muerte en 2010 con su esposa, la española Pilar del Río, traductora de sus últimos libros (el de los primeros fue el gallego Basilio Losada).
En sus novelas posteriores Saramago vuelve a una narrativa más literaria para contar episodios como «El viaje del elefante» (2008), basado en el hecho real del traslado en 1551 desde Lisboa a Viena, a través de Portugal, España, Italia y Austria, de un elefante regalo del rey Juan III de Portugal al emperador Maximiliano.
Tras la muerte de Saramago se publicó «Claraboya», una inédita novela de juventud, y «Alabardas», una obra inacabada, sobre la insensatez de las guerras.
Entre sus ensayos cabe destacar las recopilaciones de artículos periodísticos «De este mundo y del otro» (1971) y «El equipaje del viajero» (1973). En «Cuadernos de Lanzarote», en el que colabora Pilar del Río, Saramago elabora una especie de diario con reflexiones de un observador sobre el mundo que transita a su alrededor, también sobre su vida y su obra, con comentarios, glosas y reacciones. Saramago escribió libros de viajes («Viaje a Portugal»), cuentos («Casi un objeto») y piezas de literatura infantil.
Tras el fracaso de su primera novela Saramago pensó en dedicarse a la poesía, aunque tardaría en publicar su primer poemario, «Poemas posibles» (1966), al que siguieron «Probablemente alegría» (1970) y «El año de 1993» (1975), este último una fábula anticipatoria al modo del orwelliano «1984», escrita en prosa poética.
En España Alfaguara recopiló todas estas obras en «Poesía completa» (2005). Sus obras de teatro, como «La noche» y «¿Qué haré con este libro?» son asimismo reflexiones sobre la censura, el poder y el control político e inquisitorial.
José Saramago fue galardonado en 1998 con el Premio Nobel de Literatura. Fue el primer escritor portugués, y el único hasta ahora.