Por Joel Hernández Santiago. México
Digamos que hay una especie de sadismo en la actitud del gobierno federal respecto de la pandemia de coronavirus: Por supuesto en lo que va ocurriendo en la fase 2 en México.
Durante horas-días-semanas, desde febrero pasado, su actitud ha sido la de la parsimonia, la del fatalismo y la de los hechos consumados: «Va a pasar esto, luego pasará esto otro, llegaremos a este punto y…» y así el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, como si estuviera en una clase de estadística.
Y como si la regla que ellos mismos establecen tuviera que cumplirse fatalmente, sin que hagan algo concreto-eficiente-rápido- para detener esa regla obsesa; para contenerla, para salvar a tiempo la llegada a niveles de catástrofe.
Una regla de tres
De hecho se solazan diciendo que las infecciones aumentarán, que habrá más muertes, que se llegará a un nivel altísimo –en junio- para luego ver su posible estabilización… Todo como si fuera una regla de tres…
Y se hacen advertencias de cuidados individuales, lavados de manos, limpieza, saludos lejanos, «Susana-distancia» y cosas así, sin que se perciba que los sistemas de salud pública se preparen para lo que ellos mismos ven como un futuro dramático. Y esto en medio de aquella discusión que ya se traía por la falta de insumos en medicamentos y falta de capacidad de apoyo en los hospitales, clínicas y consultorios del sistema nacional de Salud Pública.
Mientras, en el mundo los países se contraen, se encierran, angustiados buscan proteger a sus habitantes y toman medidas aun extremas: algunos casos como las del encierro individual y familiar, las del uso de la fuerza si se incumplen reglas para impedir la propagación del bicho fatal…
Luego de China, la propagación creció inmediato y de forma dramática. Europa primero y Asia. Italia el más agobiado, España, Alemania, Gran Bretaña… Y el salto a América Latina: México…
De par en par
Pero a pesar de las advertencias mundiales de control y cuidados especiales en aeropuertos, en México no ocurría nada: los aeropuertos con puertas abiertas de par en par y con apenas esbozos de cuidados. Y fue por ahí por donde se coló el coronavirus.
Y fue en esos accesos. Y bloquear esas llegadas se hacía poco para hacer revisiones mucho más exhaustivas y cuidadosas. Alto a quien pudiera ser portador, o bien quienes provenían de países con expansión extrema ponerlos en cuarentena por su propia seguridad y la de todos: nada, aquí.
Cuando el gobierno de Estados Unidos bloqueó el acceso a sus aeropuertos a vuelos provenientes de Europa, el mismo López-Gatell* festinó el hecho y dijo que qué bueno, que eso le daría oportunidad a México para recibir estos vuelos y tal…
Luego el presidente mismo dijo que «no se exagere» la situación; que todo está bajo control y que «tiene su escudo protector», lo que sorprendió a todo el mundo, llamándolo «irresponsable». Pero él siguió en lo suyo, con salidas a los estados (Oaxaca su preferido), abrazos, saludos de mano, besos: todo lo que se advierte como riesgo lo hace a modo de reto. Y dice el mismo Ejecutivo que los mexicanos «deben salir» que no se debe paralizar «a la economía». ¿Está bien eso?
Fase Dos
Mientras tanto, en México, por desgracia, la situación va en aumento. Y fatalmente se van cumpliendo las etapas que la misma secretaría de Salud diseñó para que se cumplan. Y a no ser porque el lunes pasado la Organización Mundial de la Salud dijo que México ya está en Etapa Dos, no sería sino hasta el día siguiente cuando el gobierno federal aceptó que se declara «la fase Dos» de la contingencia.
Una Fase Dos que implica más restricciones de tránsito, de salida a las calles, de cierre de lugares públicos y de la insistencia en que nadie que no tenga que salir a la calle lo haga. En la administración se facilita la estancia doméstica a empleados de la tercera edad, a madres en lactancia, o con hijos menores, con enfermedades proclives y tal. Todo así… ¿qué sigue?
¿Sigue esperar a que se cumpla la fatal regla de tres del gobierno? ¿Sigue esperar a que ocurra para ver si funcionan o no los sistemas de salud pública del país todo? ¿Sigue esperar a que todos se queden en casa con la enfermedad a cuestas sin que nadie se haga cargo de ellos? ¿Sigue que ellos, los encargados de la salud nacional salgan en medio de la tragedia para decirnos ¿ven cómo teníamos razón?
Entre todos en México hay miedo. Hay temor. No sólo al contagio individual como al contagio familiar. Hay temor por no saber qué hacer. Y hay temor porque somos una sociedad que parece abandonada, sin guía, sin ruta, sin defensa, sin apoyos… Una sociedad en soledad.
Rebelión de Estados
Ya gobiernos de Estados se han rebelado a la parsimonia federal y han tomado decisiones por su propia cuenta. Ya instituciones de educación. Ya grupos de sociedad civil. Ya comercios. Ya escuelas. Ya lugares de recreo y solaz, por su propia cuenta se adelantaron y cerraron: una forma de decir, «si no hay quien lo coordine, lo hacemos nosotros, por nuestra propia salud y la de todos aquí».
Ojalá cambie la actitud federal. Que todo se prepare para momentos difíciles. Que se establezcan mecanismos y estrategias de ayuda, de solución, de salud, de inmediata acción en favor de la salud: en favor de la vida. Todavía está a tiempo el gobierno federal de ser la solución. Todavía hay tiempo. Ojalá una gesta así, hoy, sea su triunfo permanente. Ojalá.
*Hugo López-Gatell es subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud en la Secretaría de Salud del Gobierno mexicano
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