El presidente de extrema derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, insiste que el sistema brasileño de urnas electrónicas es vulnerable a los fraudes, y asegura que ya fue víctima de una estafa que impidió su triunfo en la primera vuelta en octubre de 2018, declaraciones que crean incertidumbre si habrá una reacción violenta de sus seguidores ante su probable derrota en la primera vuelta de las elecciones presidenciales que se celebra este 2 de octubre 2022, informa Mario Osava (IPS) desde Río de Janeiro.
Para incrementar la transparencia en el proceso, el Tribunal Superior Electoral (TSE), responsable de los comicios en Brasil, amplió la cantidad de instituciones nacionales e internacionales que observarán la votación y el escrutinio, para despejar dudas sobre la seguridad de las elecciones.
Pese a esas medidas de transparencia y a que todas las encuestas indican la victoria de Lula da Silva, Bolsonaro sigue afirmando que solo se evitará su triunfo el domingo 2 con más de sesenta por ciento de los votos, si «pasa algo anormal en el TSE», un aviso de que no aceptará resultados negativos de las urnas del domingo.
Sus declaraciones alimentan el temor de que intentará un golpe de Estado, con posible respaldo de los militares, o que por lo menos impulsará los actos de violencia de sus seguidores más radicales.
Durante su gobierno, iniciado el primer día de 2019, el presidente adoptó medidas que triplicaron la cantidad de armas en manos de los coleccionadores, tiradores deportivos y cazadores, tres categorías de civiles que pueden poseer y portar armas de fuego. Esos grupos adquirieron más de un millón de armas en ese período de tres años y medio.
Además Bolsonaro cuenta con una fuerte adhesión entre los cuerpos policiales militarizados de los 27 estados brasileños, que cuentan con más efectivos y están menos sujetos a la disciplina de las Fuerzas Armadas.
En el ámbito civil, Jair Bolsonaro movilizó su mujer, Michelle Bolsonaro, en la parte final de la campaña, en un esfuerzo por ganar votos femeninos y reducir su elevado rechazo entre las mujeres. La primera dama, una evangélica radical, también contribuye a ampliar la adhesión del abultado segmento de los fieles de esa confesión a la campaña por la reelección del presidente.
Resistencia civil
Las amenazas bolsonaristas contra el proceso electoral y sus ataques a la Justicia Electoral y al Supremo Tribunal Federal (STF) provocaron una reacción concertada contra esas intimidaciones de distintos sectores de la élite empresarial, jurídica, intelectual y artística desde julio pasado, con varios manifiestos firmados por miles de personas.
La defensa del «estado democrático de derecho» es la consigna que se diseminó por el país.
A la vez se compuso un amplio frente de respaldo a Lula, incluso con llamados al «voto útil» para asegurar su triunfo en la primera vuelta. Viejos adversarios políticos y jueces jubilados del STF que condenaron o criticaron Lula por los escándalos de corrupción en que se involucró su gobierno (2003-2010) adhirieron al movimiento.
Esa resistencia y el debilitamiento político de Bolsonaro socavaron las condiciones para una sublevación. Pero aún se teme actos de violencia por hordas bolsonaristas armadas, durante o después de los comicios.
La violencia sería, por ejemplo, un arma para aumentar las abstenciones del electorado pobre de las periferias urbanas. Como Lula disfruta de apoyo mayoritario en las capas más pobres, la abstención le restaría los votos necesarios para un triunfo en la primera vuelta.
La última encuesta del Instituto Datafolha, divulgada el 29 de septiembre, apunta a que Lula cuenta con 48 por ciento de la intención de voto. Eso representaría 50 por ciento de los votos válidos, pero como el margen de error es de dos puntos, deja incierto un desenlace en la primera vuelta que exige más de mitad de los votos válidos.
En otra encuesta, divulgada tres días antes por otro instituto, el Inteligencia en Encuestas y Consultas Estratégicas, Lula obtuvo 52 por ciento de lo que serían votos válidos, también una proyección insuficiente para que se pueda adelantar que no habrá segunda vuelta el 30 de octubre.
Tres horas y quince minutos de broncas intervenciones entre los siete candidatos a la presidencia más representativos, en el gran debate de la noche del jueves 29, no dirimieron la duda. Ninguno de los dos candidatos principales tuvo un desempeño descollante o capaz de definir el juego.
Lula y sus partidarios, que componen para estos comicios un frente amplio informal en defensa de la democracia, esperan liquidar la disputa este 2 de octubre. Arguyen que eso restaría condiciones para que los bolsonaristas cuestionen el resultado electoral, incluso con actos violentos.
La primera vuelta de los comicios presidenciales coincide con la elección de 27 gobernadores de estado, 27 senadores (un tercio del total), los 513 diputados nacionales y los 1059 diputados de los estados. En ese caso denunciar fraudes en la elección del presidente pondría en tela de juicio los resultados de todos.
En la segunda vuelta estarán en la disputa solo los dos candidatos más votados para presidir el país y gobernar los estados donde no hubo mayoría absoluta el 2 de octubre.