Casi tres años después de su estreno en el Certamen Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, por fin, llegó a Madrid esta obra maestra en la sala Guirau de los Teatros Fernán Gómez, en el marco del Festival Flamenco Madrid.
Rafael Estévez y Valeriano Paños están reconocidos desde hace años por sus ideas originales, coreografías y dirección de espectáculos propios y ajenos. Pero El Sombrero es absolutamente especial, una obra maestra total.
Tiene un argumento dramático, lo que le acredita como obra teatral. Narra la gestación e historias internas de Le Tricorne, cuya idea fue de Sergei Diaghilev y su creación de Léonide Massine, roles que aquí encarnan respectivamente Rafael Estévez y Valeriano Paños. El bailarín Alberto Sellés hace una extraordinaria creación de Félix Fernández García, Félix el Loco, un genio de la danza de entonces y víctima de un mefistofélico Massine.
La impresionante música de Manuel de Falla de El sombrero de tres picos, domina sobre la de Rimsky Kórsakov y la de Giacomo Puccini, creando una realidad paralela, la de la obra que Falla estrenó en Londres hace un siglo en un teatro llamado Alhambra, con la que se adelantó a su tiempo, poniendo en común el baile flamenco y la danza clásica.
Una primera parte flamenca que empieza creándose sobre una escena vacía, con un trasiego de sillas elegantes, a las que los nueve bailaores y bailaoras hacen cobrar vida propia, de forma hipnótica para el público, acompañadas por tangos, seguiriyas, jotas y sevillanas, alegrías y chuflas de garrotín. Y ahí acaba el flamenco.
Un espacio preparador de la trama que seguirá en la segunda parte, ilustrada por Falla, a veces de forma obsesiva, o por los compases de la Scheherazade de Rimsky Kórsakov. El maestro Falla para obsesionar y enloquecer.
El Sombrero no entretiene: engancha, hipnotiza, agobia, puede ser inquietante, producir perplejidad o rechazo y quizá muchos más sentimientos. Pero sobre cualesquiera sensaciones que produzca en el ánimo del espectador, está la maravilla, fruto de un trabajo artístico exhaustivo, de una originalidad sin parangón, de unos bailarines y bailarinas que bordan sus nada fáciles cometidos, que deben acabar la representación exhaustos a la par que felices por haber hecho sentir al público las sensaciones que ellos viven con una intensidad que transforma la ficción en realidad.
¿Será cierto que Léonide Massine llegó a esclavizar y hacer enloquecer a su bailaor Félix Fernández, tal y como se narra magistralmente de principio a fin en El Sombrero? Sobre esta investigación dicen Estévez y Paños: «Nos zambullimos en una ardua labor de investigación de la historia oficial de este montaje y de las circunstancias que lo rodearon, pero además en la intrahistoria conocida de sus personajes y también en la intuida, en los repertorios de bailes, músicas y cantes que los emocionaron y los inspiraron, en las verdades, en las leyendas y en lo silenciado».
Parece que desde el surgir de la idea de transformar aquella historia en ballet, el conocimiento y desarrollo de unos hechos que debieron alterar no poco a todos los personajes que en ella actuaron, impactó a los creadores y directores de El Sombrero y decidieron que transmitir al público esa tragedia interna sería su trama, desde el primer minuto hasta el final.
Algo tan complejo o se consigue de forma magistral o no tendría sentido. La trama con sus músicas conductoras está plenamente conseguida. Pero lo que Estévez y Paños han conseguido sacar de sus bailarines, todos, -porque lo de Alberto Sellés es un aparte difícil de superar en mucho tiempo- es impresionante, fruto de una labor de dirección de artistas genial, muy raramente vista, aunque no es un caso único, en estos territorios dancístico-musicales y dramáticos.
Desde su estreno en Córdoba en noviembre de 2019 ha habido algunos cambios, por ejemplo, para no caer en situaciones repetitivas. Han cambiado algunas de las músicas flamencas de la primera parte. Siguen siendo músicas originales de Dani de Morón y Luis de Gustavo. Entonces el guitarrista fue Dani de Morón, ahora Benito Bernal, un jovencísimo guitarrista de veinte años, que con diecisiete llegó a semifinales del Concurso del Cante de las Minas de La Unión. Esta vez el cantaor ha sido Matías López El Mati, ganador de la Lámpara Minera 2019.
Ficha artística
- Baile:Rafael Estévez, Valeriano Paños, Alberto Sellés, Jesús Perona, Rosana Romero, Nadia González Tingherian, Macarena López, Carmen Muñoz, Jesús González
- Cante:Matías López El Mati
- Guitarra:Benito Bernal
- Dirección artística, idea original, coreografía, diseño de iluminación, vestuario y espacio escénico:Rafael Estévez / Valeriano Paños
- Música original:Dani de Morón / Luis de Gustavo
- Música:Manuel de Falla, Rimsky-Korsakov, G. Rossini, Popular