«Consummatun est» o, lo que es lo mismo, «La suerte está echada». Fuera pues caretas, señores del Partido Popular, porque el día 10 de marzo de 2022 será una fecha a tener en cuenta en la historia de este país, ya que ese día daban ustedes la bendición y entrada en su gobierno de Castilla y León a un partido racista, xenófobo, de extrema derecha y anti autonomista. Y además, con un tufillo neofranquista del que incluso presumen con ardor guerrero.
Así están ustedes presentes, escribiendo la historia, mal que les pese. Hace escasas fechas dejaban tirado en la cuneta de la política a un hombre que hasta el día anterior era su máximo exponente, Pablo Casado, no sin antes aplaudirle hipócritamente en el Parlamento con palmas que se asemejaban a dagas. Y ahora, y por suerte al encontrarse en año jacobeo, ya tienen ustedes un nuevo líder, Alberto Núñez Feijóo, peregrinando de Galicia a Madrid, y que ya ha dado alguna señal de por dónde van a ir los salmos populares en cuanto el caminante empuñe el bastón de mando.
La extrema derecha entra a formar parte del gobierno de Castilla y León porque Vox, su alma mater, ha conseguido todo lo que se proponía. Por eso las palabras anteriores de Alfonso Fernández Mañueco tras las elecciones quedan simplemente en ridículas melodías de un genuflexo flautista del Pisuerga que ha claudicado al tener los de Santiago Abascal garantizadas una vicepresidencia y tres concejalías en el futuro gobierno castellano-leonés.
Habrá que esperar unos días para saber cuáles serán los primeros pasos de este gobierno formado por la derecha y la ultraderecha hispana. De momento, sabemos que a Vox, socio de cabecera, le siguen apestando los inmigrantes, cuando deberían ser conscientes estos defensores de las esencias patrias que los que hoy pueblan los deshabitados pueblos de Castilla y León son precisamente y en gran mayoría inmigrantes llegados de distintos lugares.
Tampoco habrá ya legalmente violencia de género o machista en esa comunidad porque Vox no quiere que así sea, y el Partido Popular a callar, que su apoyo tiene un precio. Ahora será lo que han decidido llamar «intrafamiliar», como si no quedase demostrado con datos en la mano que en el 99 por ciento de los casos es el hombre, el macho, el que mata a la mujer, cuya vida puede depender de un hilo. Junto a ello, a la comunidad LGTBI el partido de la ultraderecha patria no quiere verlos ni en pintura, mientras que el feminismo es algo que les produce sarpullidos.
Ya tenemos, pues, por primera vez desde la recuperación de la democracia, a un partido de extrema derecha, Vox, presidiendo las Cortes de una comunidad autónoma, Castilla y León, además de ostentar la vicepresidencia y tres concejalías. Y lo más curioso de todo, es que este partido está en contra del sistema político de comunidades autónomas que nos hemos dado los españoles con la Constitución.
Mientras tanto Núñez Feijóo, la nueva fumata blanca popular, tira de banalidades para intentar justificar el paso dado. En primer lugar echando la culpa a los socialistas que «con su negativa» han obligado al PP a llegar a ese conciliábulo con la extrema derecha. Por otra parte dejando la responsabilidad del acto en manos de Fernández Mañueco y poniéndose él de perfil en medio de la escalera, esperando que llegue su momento. Si hace días decía que «Es mejor perder un gobierno que ganarlo desde el populismo», a estas alturas queda meridianamente claro que era una pose de cara a la galería, que gobernarán en amor y compaña allá donde haga falta.
A tanto rechazo político ha llegado el acuerdo entre la derecha y la ultraderecha española, Partido Popular y Vox, en Castilla y León, que el propio jefe del Partido Popular Europeo, Donald Tusk, calificó el acuerdo de «claudicación» del Partido Popular ante Vox, al tiempo que de «triste noticia». Lo dijo tras el acuerdo nada más y nada menos que el máximo representante de los Partidos Populares Europeos, entre los que se encuentra el español. Eso pasa en Bruselas; aquí, a templar gaitas entre PP y Vox, compañeros de viaje.