En la noche del 28 de agosto 2021, el Auditorio Baluarte recibía en su escenario de Pamplona a tres cantaores acompañados de sus guitarristas respectivos, para actuar en un espectáculo que prometía ser la joya de la corona de esta octava edición del Festival Flamenco on Fire. 

Auténticas estrellas del flamenco de tres generaciones. Los cantaores Pansequito, Antonio Reyes y el joven Israel Fernández. Los guitarristas Miguel Salado, Dani de Morón y Diego del Morao.

Con esos mimbres sobraban las expectativas. Pero nada más aparecer en escena Antonio Reyes y Dani de Morón, solos, comprendí que estábamos ante un  tipo de concierto que uno se espera en otros foros, pero no en el gran escenario del Baluarte, no en un festival de esta categoría.

Tres artistas repartiéndose el tiempo del concierto. Una estructura que desaprovecha las posibilidades de un gran escenario, descarta la originalidad de las ideas y las múltiples opciones de una arquitectura teatral creativa, acorde al escenario y al momento. 

La idea era buena. Un cantaor veterano, Pansequito, uno de mediana edad, Antonio Reyes y el joven transgresor, Israel Fernández, que ya marcó territorio antes de abrir la boca, con su atuendo de pantalones rojos, camiseta verde, calzado blanco y melena leonina, de rey de la selva.

Un diseño teatral con todo el elenco presente en todo momento, con efectos de luz que se encargaran de iluminar u opacar a unos y otros; un movimiento coreográfico de cambios de posiciones de los artistas en el gran espacio disponible. Una buena arquitectura teatral que hubiera evitado la repetición de palos por los cantaores; palos hay de sobra para no repetirse.

Pero para eso tiene que existir una coordinación en el desarrollo del proceso escénico, en lugar de diseñar actuaciones como en compartimentos estancos. 

Se echaron de menos, solos de los guitarristas, todos ellos maestros de la guitarra de concierto, acostumbrados a coreografías de impacto. Hubiera sido fácil utilizar estéticamente todo el espacio disponible. Estos u otros recursos habrían enriquecido el resultado. 

De ese modo hubiéramos disfrutado de un gran concierto. De la forma en que se hizo, hubo tres miniconciertos. Cosa que también afectó a los artistas, por falta del estímulo necesario para crecerse y manifestarse en plenitud. Faltó épica, sobró platitud. Esto también afectó al público. 

Un gran escenario en un gran festival, con artistas de renombre internacional se merece los recursos teatrales que vemos a diario en otros conciertos, incluso en este mismo escenario en otras ediciones del on fire. Y ¿por qué no cerrar el festival con este concierto? Pregunta sin respuesta.

No se pretende decir que los artistas, cantaores, guitarristas y palmeros no lo hicieran como se esperaba de ellos, ni que no se disfrutara de cada una de sus actuaciones de manera puntual, aunque con el asombro que produjo el procedimiento elegido para la ocasión. Hubo momentos cumbre de los tres, como la soleá de Antonio Reyes, los tientos tango de Israel Fernández y los tarantos de Pansequito. Por señalar uno de los tres o cuatro cantes que correspondieron a cada uno. 

Se hubiera disfrutado más de la diversidad de sus voces flamencas con otra coreografía, pero se disfrutó. Pansequito brilló por la maestría cantaora fruto de su veteranía; Reyes por estar, por edad y experiencia, en el mejor momento de su voz y recursos. Y en Israel brilló el poder de su juventud, con una voz ya muy cuajada y la expectativa de su maduración en timbre y recursos en años venideros. En los dos últimos años ha pasado de joven cantaor a estrella del nuevo flamenco. No le vendría mal pasar por la escuela de recursos de técnica vocal flamenca diseñada por Rocío Márquez.

No sé si Israel se llevó al auditorio a todo su club de fans. Pero fue el único que puso a la sala en pie y los aplausos eran de los que hacen temblar los cimientos. Algo que hizo pensar por un momento en los recursos que dominan los jóvenes de hoy. O que el joven Israel levanta pasiones que no levantan sus compañeros curtidos en mil batallas.  O que la juventud crea mitos que la edad transforma en fama.

Al final sí estuvieron todos para escenificar la clásica despedida por bulerías. Podría haber sido la misma, pero muy distinta, con otro diseño de espectáculo. Pelillos a la mar.

Teresa Fernández Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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