Dubrovnik merece la fama que tiene. Es una bella ciudad fortificada, con vistas panorámicas desde sus murallas. No en vano la producción de Games of Thrones filmó aquí la serie. Su arquitectura refleja la historia vivida desde los greco- romanos, pasando por la influencia veneciana, hasta su declinio en el siglo diecisiete, después del terremoto sufrido en 1667.
Según la leyenda los romanos la consideraban punto estratégico. En el siglo siete tribus eslavas se instalaron nombrando el lugar como Ragusium, fortificándolo con rampas, que aún hoy existen. En 1205, su poder se consolida y en 1358 se convierte en República independiente de Dubrovnik, alcanzando su apogeo en los siglos quince y dieciséis y compitiendo en el comercio con Venecia.
Noé, un joven estudiante me dice: «Para nosotros, los croatas, Dubrovnik es un símbolo de libertad y autonomía. Sentimos orgullo por su historia y su belleza».
Belleza que se demuestra en su pavimento de mármol, en la riqueza de sus palacios y en los testimonios de su comercio y desarrollo como bastión del Mediterráneo.
Entramos por la Puerta Pile-Vrata Pile, donde un músico típico nos recibe con sones folklóricos, cerca de la Fontana de Onofrio, acabada en 1438, que proveía de agua a la ciudad y donde aún se puede beber. Enfrente, está el Monasterio de los franciscanos con su claustro, su bella iglesia y un museo que muestra los recuerdos de una antigua farmacia donde los monjes elaboraban medicinas a base de hierbas.
Caminamos por la «Placa» y llegamos a la torre reloj, al Palacio Sponza y el Palacio del Rector, de estilo renacentista veneciano ecléctico, reconstruido después del terremoto.
Caminar por las callecitas interiores, disfrutando la arquitectura, es sentirse transportado en el tiempo. Nos encontramos con la Catedral de la Asunción; en el atrio, una señora que vende sus bordados, me cuenta una leyenda.
En la Edad Media, en época de las Cruzadas, Ricardo Corazón de León volvía de Jerusalén y naufragó en la isla de Lokrun, fue el único sobreviviente y fundó una iglesia en homenaje a la Virgen por ese milagro. El terremoto del siglo diecisiete la destruyó, pero el pueblo decidió levantar sobre los antiguos cimientos la actual iglesia, de estilo barroco, con el altar a la virgen pintado por Tiziano. «Si non e vero, e bien trovato»
Hay tanto para ver en Dubrovnik…el atardecer tiñe de dorado la ciudadela, mis amigos llegan del tour por las murallas y tomamos helados mientras suenan las campanas de las iglesias…
A la mañana siguiente el plan es conocer Mljet, la isla paralela a la península de Peljesac, convertida en Parque Nacional. Llegamos para anclar en el pequeño puerto de pescadores «Polace», donde quedan los vestigios de un palacio romano. Como se alquilan bicicletas motorizadas, algunos del grupo parten por los senderos de la isla para ver las vistas y el famoso Monasterio benedictino del siglo doce.
Cenamos los deliciosos pescados del Adriático mientras resolvemos seguir hacia la isla de Lastovo.
La isla de Lastovo está alejada del continente, cifra su encanto en la naturaleza salvaje y es un área reservada de biodiversidad en el Mediterráneo. Bellos corales rodean el archipiélago. Pudimos apreciar, en boutiques de otras islas, las joyas elaboradas con los corales famosos del Adriático.
Los lugareños, que son apenas ochocientas personas, se dedican a la agricultura y la pesca, la isla tuvo una etapa militar, hay una base y estuvo cerrada al turismo.
Llegamos al puerto de Zaklopatica cerca de las tres y media de la tarde, es una bahía encerrada por un islote (hay mas de 46 islotes).
Después de amarrar el yate caminamos por senderos de pinos.
Me siento en la punta de un muelle y converso con un pescador que me recuerda que Luka Modric y Mateo Kovacic juegan en el Real Madrid y Ivan Rakitic en el Barcelona, también me recuerda que tuvieron una presidente mujer y que la pesca cada vez es mas difícil, pero que su isla, es Lastovo. Afirmé su orgullo diciéndole que la fiesta del Carnaval Poklad, en Lastovo, se festeja desde 1483 y es patrimonio cultural de Croacia. Riéndose me invita a que vuelva para esa fecha, pero que antes de irme, pase por la ciudad de Lastovo, uno de los pueblos más antiguos de la Dalmacia.
Mi regreso al puerto fue accidentado porque me perdí, desolada junto al mapa, un policía que pasaba me subió a su patrulla y me llevó hasta el puertito. El policía me comenta que hay pocos accidentes y están alertas para atender al turista. Así llegué sana y salva para embarcarme en la próxima aventura.
Cuando vi lo lejos que quedaba la isla de Vis, me asusté, fue la travesía mas larga, entre oleaje, rachas de viento y escoradas. Pero también donde gozamos el mar en su dimensión abierta.
«Hay muchas islas sin habitar aún»- me comenta el capitán Filip, mientras timoneo un rato. Vis es la isla habitada más lejana del continente, está incluida por World Widlife Fund en el Corredor Azul Adriático, y tiene una historia misteriosa y particular.
Los griegos dejaron una Necrópolis con estelas intactas, los romanos las Termas y los venecianos una fortaleza. Durante la Segunda Guerra Mundial se construyeron varias casamatas y cinco bases militares que se pueden visitar en una excursión especial. Durante la Yugoslavia socialista, el presidente Tito emplazó, en la gruta del Monte Hum, su centro de operaciones militares. Alcanzamos a ver un refugio para submarinos, perfectamente conservado.
Vis cultivó la vid desde la época romana y posee su propia cepa, la «vugava», de uva blanca, para acompañar pescados.
En todas las islas la gastronomía ha sido muy sabrosa, pero Vis estimula el agroturismo con granjas y viñedos que ofrecen albergue para disfrutar de los platos típicos y los vinos. Quisimos conocer una de estas granjas y llegamos en taxi a Agroturizam Kod Magica, en Stonica, atendida por sus dueños y especializada en la «Peca de cordero y de pulpo».
«Mi abuelo era conocedor de vinos, heredamos estos viñedos y producimos nuestro vino, ahora también impulsamos el agroturismo y la gastronomía autóctona», me dice la dueña mientras me acerca al lugar donde preparan la Peca, a cocción lenta, en vasijas de hierro cubiertas de carbón, bajo el cuidado de su marido, que nos informa: «Aquí estoy hace horas cuidando la Peca, ya lista para ustedes»
Primero la entrada, llamada Carpacio, con pescaditos, pulpo, aceitunas, legumbres, quesitos regionales, un gran antipasto; luego la Peca de cordero y la de pulpo, sabrosamente aderezadas, rociada con vino de la casa. Bajo las estrellas del cielo de la isla de Vis, celebramos nuestro viaje por la costa dálmata.
Pasamos el día en Komiza, el puerto más importante, y donde se celebran varias regatas. Al salir de la marina encontramos parte de la muralla de la fortaleza veneciana, su torre con reloj y el museo de pesca, que muestra aparejos, fotos y objetos donados por los pescadores.
Entre las iglesias destaca el Monasterio de San Nicolás, sobre una colina, fundado en el siglo trece y donde se celebra, el 6 de diciembre, la fiesta de los pescadores, en honor al santo, quemando un barco frente a la iglesia.
Caminar por Komiza es un placer y sus playas invitan a darse un refrescante chapuzón. Por doquier, me encontré con grandes ánforas romanas. Según me explicaron, estas antigüedades se sacaban del mar y se traficaban, ahora está controlado, y la oficina de turismo suele ofrecerlas en concesión, para decorar y recordarnos la remota historia.
A la mañana siguiente abandonamos la isla de Vis, viendo en la ladera un grupo de casamatas, y una base militar, mientras los delfines nos acompañaban saltando cerca del barco.
En nuestro retorno paramos una vez mas en Hvar, dormimos en Rogoznica para luego enfilar hacia nuestra marina Bettina, y entregar el barco.
Nos despedimos sintiendo que habíamos vivido una experiencia inolvidable, maravillosa!
Bellísimo , lugares y relato Gracias
Maravilloso , muy bien documentado, Gracias
Excelente! Elaborado, descriptivo. Inspirador. A izar las velas.
Fue como un viaje por la Costa Dálmata descubriendo sus encantos, un relato ágil descriptivo y a la vez emotivo !!!