«Despedirse de lo que ya no somos es poder existir de nuevo», dice Ángel Rojas de su nuevo espectáculo y trayectoria que da comienzo con este Flamenco Dance Project presentado en el Festival de Jerez 2021.
No sé si Ángel Rojas está hablando de lo que ya no será y de lo que será en el largo y brillante futuro que le espera como creador y director de proyectos. Pero si sé que está dirigiéndose a un público múltiple, heterogéneo, mundial, y como artista contemporáneo que es, deja al espectador en plena libertad para ver, vivir, intuir e interpretar lo que se representa en escena, de acuerdo con la propia experiencia vital de cada uno.
Bajo esta premisa, Rojas ha convertido en ballet algo a lo que ya estamos muy acostumbrados con otras artes plásticas desde los inicios del siglo veinte, digamos desde el nacimiento del cubismo, y a lo largo de los numerosos ismos del siglo pasado y lo que va de presente. Como tantos otros, este proyecto podría haberse llamado «Sin título». El título y lo que contiene lo pone cada individuo en presencia de la obra de arte.
Siete bailarinas y bailarines, música electrónica que mantiene muy sabiamente una tensión constante, sobre todo en los espacios sugeridos. La percusión de Paco Vega; Juan Campallo en apariciones puntuales con la guitarra, el cante de María Mezcle y la Lebri, nos van situando junto a los fundamentales cambios de iluminación, en diversos tiempos y espacios.
Pero el gran icono de la historia es la estructura metálica que domina todo lo que sucede en escena, y que podría estar desde mañana entre las esculturas del Museo Reina Sofía de Madrid, con su factura de volúmenes y huecos que se complementan y sus constantes cambios de identidad gracias a la variable iluminación o el ángulo desde donde se mire. Puede ser un árbol, y también una esfinge, o un enorme insecto, o alguien acodado en un suelo con la cabeza inclinada; o quizá lo más lógico, una plataforma espacial en un territorio sin gravedad. La ausencia de gravedad la facilitan los bailarines, que a ratos parecen flotar en el espacio; o un exoplaneta en cualquier galaxia del universo, una vez destruida la vida en la tierra. Desde luego para lo que no hay lugar es para el aburrimiento.
Bravo por la nueva trayectoria del bailarín y coreógrafo Ángel Rojas, tan perfectamente lograda en este «Ya no seremos». Las variaciones compositivas de los bailarines, con su indumentaria cosmonáutica, están sugiriendo, además de la dificultad y sufrimiento de adaptación a cualquier cambio, y lo sugerido aquí es un gran cambio, lo que puede ser el flamenco del siglo veintidós, tras todos los avatares que nos esperan en este impredecible veintiuno.
Pero sobre todas las cosas, Rojas deja claro que hay algo que siempre permanecerá en cualquier tiempo y lugar, como fue desde el principio: el cante y el toque. Ahí encontramos la grandeza de este proyecto: en el respeto a la raíz, que seguirá inspirando al flamenco del futuro.