Se quedó a las puertas de estrenar en Getafe cuando llegó el confinamiento. Ocho meses más tarde, ¡por fin! vemos este magnífico espectáculo de María Juncal, valiente y arriesgado en el teatro Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes, patrocinado entre otros por la Comunidad de Madrid.
«Bailaoras» es un canto a la mujer artista, poniéndola en el sitio que le corresponde en el arte flamenco. Buenos tiempos para lo femenino, ahora que artistas como Manuel Liñán o David Coria también reivindican la potente presencia de lo femenino en sus últimos espectáculos.
«Bailaoras» hace un recorrido por los caminos del flamenco y la danza española. No está dicho, pero no es difícil intuir que en sus bailes están implícitas otras bailaoras, hoy de culto, que precedieron a María y a este tiempo privilegiado para la mujer artista.
Ya el título del espectáculo es bastante sugerente, «Bailaoras». ¿Solo las que aparecen en escena? ¿O también otras bailaoras rompedoras de tabúes diversos que las precedieron?
María me dice que la farruca, baile con el que da comienzo al espectáculo de forma superlativa, está inspirado en su bisabuela Isabel Borrull, una de las numerosas mujeres de una familia irrepetible de artistas que abarcaron el baile, el cante y el toque. Crearon junto a un hermano de Rita Hayworth el trío Cansinos, triunfador en Estados Unidos y en Europa. Nieta de Trini Borrull, cofundadora junto con Alicia Alonso del Ballet Español de Cuba.
María nació predeterminada para ser bailaora, coreógrafa y creadora de sus espectáculos. Su hito más arriesgado y triunfador fue la puesta en escena de la tragedia de Ana Frank, en homenaje a todas las víctimas de la maldad humana, incluida la etnia romaní.
Esa farruca con la que da comienzo al espectáculo con un vestuario masculino, esté inspirada en ella o no, recuerda a Carmen Amaya, la primera mujer bailaora que se vistió de hombre para bailar y la primera en bailar en modo masculino. Fue la primera en poner en cuestión los géneros.
Una farruca con nombre inglés, My soul your soul, con la que María y su elenco femenino, Irene Flores, Laura Fúñez, Nuria Díez, Mariana d’Arias y Alicia Pajuelo proponen un viaje desde el alma femenina. Un viaje que comienza con la farruca que tanto gustaba a Isabel Borrull y que termina hora y media más tarde por bulerías que sugerentemente llevan el nombre del espectáculo, «Bailaoras».
Protagonistas de excepción son el guitarrista Oscar Lago y los cantaores Jonathan Reyes y Juan Carlos Triviño. Jonathan, nada más terminar la farruca, se queda solo en escena para cantar El caminante que hace ya mucho tiempo inmortalizó el gran Camarón de la Isla, con lo que siguen en relieve los caminos de esta obra tan llena de simbolismos.
El vestuario de María Juncal Fashions y de Carmen Granel para la coreografía de Arantza Carmona, Latido, sigue por la vereda de trasladar al público a las geografías que va recorriendo. Para ese Momento a compás de fandango, un elegante negro. La bata de cola tenía necesariamente que representar El tiempo.
El Latido, la coreografía invitada de Arantza Carmona, con todo el elenco en escena, está presente en el vestuario, con ese gran latido central en los trajes, todos iguales de las bailarinas. Un latido enfatizado por la percusión de Javier Teruel que nos envuelve con sus ritmos de ballet moderno, con cierto guiño a la escuela bolera. Una hermosa isla rodeada de un mar flamenco, una genial idea de composición coreográfica.
La guajira Mi sueño es el atlántico de emociones de ambas orillas. María vestida de una sensualidad que transmite a todo su baile, desenfadada, provocadora, sugeridora de historias intensas, a veces violentas, capaces de traspasar todos los mundos, cualquier mundo. Se nota que María ama la guajira, por eso la convierte en la pieza central del espectáculo. Su baile solista llena toda la escena y lleva a intensidades casi imposibles a sus instrumentistas, convierte a la guitarra en elemento de percusión indispensable. Con la guajira, María ha querido representar un mundo de pasiones que hace vivir a su público.
Alegrías y bulerías para poner el broche final y para relajar el ambiente. Aplausos que adquieren rango de protagonismo. Los aplausos como interacción con el público, con olés y bravos, con los que la sala Fernando de Rojas se libera de pasiones y tensiones.
Un acierto más de María Juncal.