La Sociedad Española de Neurología (SEN) asegura que hasta un noventa por ciento de los pacientes que tienen el síndrome de las piernas inquietas podría estar sin diagnosticar en esta enfermedad crónica que afecta en España a cerca de dos millones de pacientes.

Con motivo de la celebración del Día Mundial del Síndrome de las Piernas Inquietas este miércoles 23 de septiembre de 2020, la SEN explicó que esta patología, también conocida como enfermedad de Willis-Ekbom, se caracteriza porque los pacientes experimentan la necesidad urgente de mover las piernas, sintiendo molestias, dolor y malestar, informa Servimedia.

Estos síntomas, que desaparecen o mejoran con el movimiento, suelen presentarse cuando el paciente se encuentra en situación de reposo, sentado o tumbado, por lo que es muy frecuente que empeoren al anochecer o durante la noche y, por lo tanto, alteren la estructura del sueño produciendo trastornos como interrupción del sueño, dificultad para dormir o somnolencia diurna.

El coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la SEN, el doctor Pablo Mir, subraya que «la gran mayoría de los pacientes que padecen esta enfermedad suelen consultar por primera vez al médico bien por padecer insomnio, debido a la dificultad para conciliar o mantener el sueño, o por somnolencia diurna».

«Sin embargo es una enfermedad que no debe percibirse únicamente como un trastorno del sueño: es una enfermedad crónica que impacta gravemente en la calidad de vida de los pacientes y cuyos síntomas pueden afectar también a las manos y al tronco y en cualquier momento del día», indicó.

Enfermedad frecuente

El síndrome de las piernas inquietas es una entidad frecuente en la edad adulta, pero también en la adolescencia y en la infancia: un veinticinco por ciento de los pacientes comienzan a experimentar los síntomas de la enfermedad en la infancia o en la adolescencia. En Europa, se estima que entre un cinco y un diez por ciento de la población adulta, y entre un dos y un cuatro por ciento de los adolescentes, padecen esta enfermedad. Además, hasta un veinte por ciento de los pacientes sufren una forma grave de esta enfermedad: en los casos graves los síntomas suelen empezar antes de los veinte años.

Sin embargo, actualmente, además del alto número de casos aún sin diagnosticar, pueden trascurrir periodos de incluso diez años hasta que se hace un diagnóstico correcto de esta enfermedad. Y estos retrasos aún pueden ser más frecuentes en edad pediátrica, por la dificultad de los niños y de los padres para identificar los síntomas, que en ocasiones son interpretados como un exceso de energía o inquietud. Además, cuando la enfermedad se inicia en edades tempranas, los síntomas no siempre aparecen por la noche, sino que pueden hacerlo en cualquier momento del día, especialmente cuando los niños están sentados.

Aunque las razones de la aparición de esta enfermedad aún no están claras, hasta en un cincuenta o sesenta por ciento de los casos existe algún tipo de patrón familiar. Asimismo, el curso del síndrome es progresivo: aunque al inicio de la enfermedad los pacientes alternan fases de mejoría con otras de exacerbación de los síntomas, con el paso del tiempo los síntomas son cada vez más intensos, se manifiestan en cualquier momento del día y pueden verse afectadas, además de las piernas, otras partes del cuerpo.

«Como consecuencia de esta enfermedad, padecer dolor intenso, insomnio, depresión y/o ansiedad es muy frecuente entre los pacientes. Pero también que la enfermedad incida en las relaciones sociales y laborales y en general en la calidad de vida de los pacientes», señala Pablo Mir.

«Aunque el tratamiento farmacológico actual sea únicamente sintomático y el éxito del mismo sea muy variable de un paciente a otro -por lo que por lo general será necesario realizar ajustes en la medicación- un diagnóstico precoz ayuda a mejorar la calidad de vida y a disminuir la comorbilidad y la repercusión laboral asociada a esta enfermedad. Por otra parte, llevar a cabo actividades motoras o terapias enfocada a mejorar la salud mental, también pueden hacer mejorar estos síntomas».

También hay que tener en cuenta que algunos síntomas del síndrome de las piernas inquietas se pueden producir como consecuencia secundaria a otras patologías: déficit de hierro, embarazo, problemas renales, diabetes, enfermedades neurodegenerativas, enfermedades psiquiátricas… Siendo especialmente frecuente en pacientes con insuficiencia renal (hasta un cincuenta por ciento de los casos), en mujeres embarazadas (un diecinueve por ciento), pero también en personas que padecen Parkinson, esclerosis múltiple, neuropatías, migraña, poliomielitis, etc. Algunos fármacos, como los antihistamínicos, antidepresivos o antidopaminérgicos, también pueden desencadenar o agravar estos síntomas.

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