Este sábado 12 de septiembre de 2020 se ha celebrado con éxito en Paris y en numerosas ciudades de Francia la primera gran manifestación convocada por los «gilets jaunes» (chalecos amarillos) tras la primera oleada de pandemia, a pesar de las amenazas del gobierno que pretende utilizar la crisis sanitaria para justificar medidas liberticidas y antisociales.
En los principales telediarios y en las cadenas de información continua en Francia podrán escuchar en sus titulares: «fracasó la movilización de los gilets jaunes» y a continuación en un minuto a guisa de oración de fúnebre, oirán que ese movimiento iniciado hace dos años «se reduce hoy a sus elementos mas radicales».
Minimizar y tomar sus deseos por la realidad no es informar de lo que en realidad sucede en este país. Es por eso que he empezado mi crónica diciendo que esa movilización ha sido un éxito no obstante el contexto de violencia policial y judicial, de represión y de decretos liberticidas promulgados por Macron y su gobierno.
La participación de la población es sin duda menor que cuando el movimiento estalló en octubre del 2018, pero ello se debe a la brutal violencia policial, a la persecución y amenaza que pesa hoy contra los gilets jaunes y contra toda manifestación antigubernamental.
En manifestaciones autorizadas o no, según los casos, miles de personas han desafiado en efecto este 12 de septiembre la prohibición dictada por la prefectura de Paris, que había desplegado un desproporcionado dispositivo de seguridad, con vehículos blindados, compañías de «voltigeurs» policía motorizada, elementos de la Bac (brigada anticriminal) y cientos de CRS policía antidisturbios.
Innumerables controles de identidad y un total de 250 detenciones han sido practicadas en París, en donde los manifestantes se han concentrado en el distrito 17 cercano al arco del triunfo. La estrategia policial de impedir el paso de los manifestantes ha provocado contados incidentes, que serán sin duda magnificados por las cadenas de televisión, que se interesan más por una moto incendiada que por las reivindicaciones de este importante y persistente movimiento social.
Ni el miedo a la Covid, ni las amenazas policiales y judiciales han podido impedir esta primera gran manifestación de la «rentrée», la vuelta al trabajo tras las vacaciones de verano. Es evidente sin embargo que la fuerte represión policial y judicial contra los gilets jaunes y contra el movimiento sindical, ha contribuido a limitar el numero de participantes en estas manifestaciones.
François Bulo, abogado de los gilets jaunes, explica así esa menor participación: «Este 12 de septiembre ha mostrado una vez mas que la libertad de manifestar esta muerta en este país. La mayoría de la gente no viene porque tiene miedo. Aun así, los que se animan a venir pacíficamente, son víctimas de la mas brutal represión».
Cabe subrayar así mismo que la esperada confluencia de luchas entre los gilets jaunes, y las luchas sociales y sindicales, no ha llegado a cuajar de forma masiva, aunque ha habido en el pasado varios momentos de evidente acercamiento entre los partidos de izquierdas, los sindicatos en lucha contra Macron, y ese movimiento de gilets jaunes que desconfía instintivamente de toda forma de organización política estructurada.
Las reivindicaciones sociales y un plan que no planifica nada
«Poder llenar la nevera dignamente», «Macron degage» (Lárgate Macron), «RIC, referéndum de iniciativa ciudadana», «fin de mes y fin del mundo» o confluencia de la lucha social y ecologista: «aunque Macron no lo quiera seguimos aquí, por el honor de los trabajadores y por un mundo mejor». Las reivindicaciones de este movimiento heterogéneo y espontáneo siguen siendo las mismas desde su creación, aunque todas las tentativas de transformarlo en movimiento político organizado por unos u otros, han fracasado.
El movimiento de izquierdas «Francia insumisa», el Partido Comunista, lo que queda de la izquierda socialista, los ecologistas de izquierdas, las organizaciones sindicales CGT, SUD y FO, y las organizaciones de extrema izquierda y de defensa de los derechos humanos, sostienen sin embargo esta movilización social, que busca desesperadamente un denominador común, capaz de ofrecer una alternativa política a la ceguera neoliberal de Macron, y a la amenaza política de la ultraderecha Lepenista.
El próximo 17 de septiembre ha sido convocada ya en toda Francia por las organizaciones sindicales una jornada intersindical nacional de huelga y manifestación por los derechos, el empleo, el servicio público y las condiciones de trabajo. Una movilización social para denunciar el mentiroso plan de estímulos del gobierno.
El nuevo gobierno Castex del presidente Macron ha anunciado en efecto la semana pasada un plan de «relanzamiento» o reactivación de la economía para el mundo después del covid, mientras persiste en sus medidas arbitrarias en la gestión de la pandemia. Un plan de cien mil millones de euros, de los cuales cuarenta mil millones quedan a cargo de la Unión Europea, a condición de proseguir con su vieja política de austeridad y la «reforma» del sistema de pensiones.
Un plan que ofrece regalos millonarios a las grandes empresas, sin compensación ninguna, y limitándose a financiar con dinero publico los planes de «reestructuración» y despidos masivos ya iniciados por las empresas privadas. Solo ochocientos millones de euros están consagrados a la ayuda social de los más necesitados y no contempla dicho plan ninguna inversión masiva en el sector público, ni tampoco una planificación de las necesarias relocalizaciones de sectores claves de la economía.
No obstante las limitadas compensaciones financieras obtenidas en el sector sanitario tras la crisis del covid, el gobierno no ha modificado en nada su absurda política de «rentabilización» de los hospitales públicos, y su supuesto plan es más un plan de comunicación y de ayuda al sector privado, para mantenerse en el poder, que un plan destinado a sacar las conclusiones debidas de todos los errores y horrores cometidos por los sucesivos gobiernos neoliberales.
El plan de estímulos de Macron consiste en reactivar el libre mercado y su locura financiera, el mismo que nos condujo a la parálisis económica con la pandemia del covid, al poner de relieve las derivas de la mundialización, la perdida de soberanía nacional y la dependencia económica en la producción a todos los niveles.
En cuanto a la fábula de la reconversión ecológica de Macron, baste recordar aquí que acaban de dar marcha atrás en una cuestión clave autorizando de nuevo el uso de los pesticidas en Francia, contrariamente a promesas formuladas en el pasado. Mientras, en Europa siguen fomentando los acuerdos de libre comercio con países que no respetan las normas mas elementales ecológicas y sociales.
La fractura social en Francia es hoy irreversible y profunda, y a tan solo año y medio de las elecciones presidenciales, Macron intenta centrar el debate en temas de seguridad, inmigración y terrorismo islamista, terreno preferido de la extrema derecha, para vender a la opinión un nuevo duelo Le Pen/Macron.
Los meses venideros serán decisivos para demostrar, con la movilización social, que existe en Francia como en Europa otra alternativa al ultra liberalismo de Macron y de la Comisión Europea.