En 2018, el año en que Mario Vargas Llosa escribió el artículo más reciente de los que se incluyen en su último libro («Medio siglo con Borges». Alfaguara), el escritor peruano tenía 82 años, los mismos que Jorge Luis Borges había cumplido en 1981, cuando el primero le hizo una entrevista al escritor argentino en su apartamento de Buenos Aires.
No fue la única, pues en 1963 ya había tenido la oportunidad de entrevistarlo cuando trabajaba como periodista para Radio France en París y Borges visitaba la capital francesa como una etapa más de un itinerario por varios países europeos.
Ambas entrevistas se incluyen en este libro, junto a otros «encuentros» entre los dos grandes escritores latinoamericanos, si bien en forma de conferencias, reseñas, notas y celebraciones.
A lo largo de este libro de apenas cien páginas Vargas Llosa va configurando un completo retrato de Borges como hombre y como escritor («el más sutil y elegante de su tiempo») al mismo tiempo que elabora un análisis crítico de su obra literaria («una fuente inagotable de placer intelectual»).
Los detalles y los comentarios con los que Vargas Llosa va enriqueciendo las dos entrevistas a Borges conforman una imagen muy aproximada de la personalidad y la figura del escritor argentino, quien vivía en un humilde apartamento (con goteras), dormía en una habitación más parecida a la celda de un monje trapense que al cómodo dormitorio de un escritor consagrado («el lujo me parece una vulgaridad») y apenas tenía libros en los anaqueles de su exigua biblioteca: ninguno suyo («¿quién soy yo para codearme con Shakespeare o Schopenhauer?») ni sobre él («el tema no me interesa»).
Este carácter modesto se repite varias veces a lo largo de este libro para subrayar la consideración que Borges tenía de su propia persona y de su obra. En 1963 se sorprendía gratamente de que en Francia se hubieran vendido ¡¡37 ejemplares!! de su «Historia de la eternidad», y con esa misma modestia asumía que la Academia sueca no le hubiera concedido el Nobel de Literatura: «Porque esos caballeros comparten conmigo el juicio que tengo sobre mi obra».
Sin embargo otras fuentes manifiestan que la negativa a concederle el Nobel estuvo relacionada con unas polémicas declaraciones de Borges en las que apoyaba a los regímenes militares de Pinochet en Chile y de Videla en Argentina.
Uno de los temas más ineludibles cuando se habla de Borges es el de esas polémicas opiniones políticas, más sorprendentes cuando a lo largo de su vida se había manifestado como antirracista y antinazi, defensor de los judíos y solidario con la causa de los aliados en la guerra mundial.
Y sobre todo cuando ya en 1946 Borges había escrito contra los autoritarismos: «Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez».
Vargas Llosa sugiere que tal vez fuera su antiperonismo el que lo llevó a defender los golpes de Aramburu y de Videla, que fueron respectivamente, como se recuerda aquí, contra los regímenes de Juan Domingo Perón y posteriormente contra el de su esposa Isabelita y su consejero López Rega. Vargas Llosa recuerda la propia autodefinición de Borges como anarquista spenceriano y pacifista al estilo Gandhi y Bertrand Russell, aunque en los últimos años se manifestaba desconcertado y escéptico.
Vargas Llosa expone también los cambios que él mismo experimentó a lo largo de su vida en relación con la obra de Borges, desde su postura inicial sartriana del compromiso del escritor con su tiempo y con su sociedad, que Borges no adoptaba, hasta concluir que «Borges ha sido lo más importante que le ocurrió a la literatura en lengua española moderna».
Borges fue además quien liquidó un complejo de inferioridad instalado en los escritores latinoamericanos, el de no tener una cultura universal. Además de su inmensa cultura, Borges poseía amplios conocimientos de la mitología escandinava, la poesía anglosajona, la filosofía alemana, la cultura francesa, el Siglo de Oro español o las leyendas orientales. Este cosmopolitismo era su manera de ser profundamente argentino.
Cuando aborda la literatura de Borges, Vargas Llosa se detiene en el análisis de su prosa, de estricta parquedad, clara y directa, «en la que hay casi tantas ideas como palabras», de su estilo, «inteligente y límpido, de una concisión matemática» que roza la perfección.
Se habla también de una pregunta común a todos los lectores de Borges: por qué no escribió una novela. Para Borges es un desvarío querer explayar en quinientas páginas lo que se puede expresar en una sola frase. Por eso optó por el cuento, cada uno de los cuales es, en palabras de Vargas Llosa, «una joya artística y una obra maestra». Pero sobre todo, el género que más le satisfacía era la poesía, hasta el punto de asegurar que toda su obra era en realidad una obra poética.
Vargas Llosa recoge también la reseña de dos libros que definieron al Borges escritor. Uno de ellos es una selección de sus artículos en la revista «Sur», fundada por Victoria Ocampo, recogidos por Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Socchi. El otro es otra recopilación de sus escritos para una revista bonaerense poco conocida, «El Hogar», dirigida a la población lectora de las amas de casa, pese a lo cual Borges escribía allí como si se dirigiera a los lectores más exigentes y abordaba temas que requerían una gran formación cultural, seguramente a la altura de la población argentina de aquellos años (1936-1939).
Poesía, novela, historia, clásicos de la literatura universal, autores contemporáneos (Faulkner, Joyce, Hemingway, Virginia Woolf) eran los temas de los artículos de Borges para esta revista, recopilados por Emir Rodríguez Monegal y Enrique Sacerio-Garí en un volumen titulado «Textos cautivos. Ensayos y reseñas en ‘El Hogar’», del que Vargas Llosa incluye aquí su propia reseña.