A veces, hay razones muy fuertes que te alejan de tu patria, pensando que siempre volverás, aunque nunca se cumpla. Algo así sucedió en la vida de la artista española Remedios Varo, conocida como pintora surrealista, dibujante científica y diseñadora.
Nacida en Gerona el 16 de septiembre de 1908, pero afincada con su familia en Madrid desde niña, tuvo una inclinación precoz por el arte, la cual la llevó a estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo una de las primeras mujeres en ingresar.
Adolescente, se vincula a grupos artísticos y frecuenta las tertulias en la Residencia de Estudiantes con García Lorca, Rafael Alberti y Salvador Dali. La Residencia ha dejado intacto el dormitorio de Lorca y se puede visitar y revivir aquella bohemia, en Madrid.
Sin duda, los años treinta fueron una época de vanguardias, cambios y conmoción artística, esa euforia la vivió Remedios, primero en Madrid y luego en París donde conoció a André Breton y formó parte del círculo surrealista, movimiento al que la artista se adhirió de por vida, y que fue su forma de expresión.
Al mudarse a Barcelona se une a los Logicafobistas, surrealistas catalanes que unían el espiritualismo con el surrealismo, grupo formado por Magi Albert Cassanyes, José Viola Gamón, Angel Planelis, Esteban Francés y la propia Remedios Varo, quien expone en diversas galerías e instituciones.
Al estallar la Guerra Civil Española, conoce al poeta francés Benjamin Perét con quien huye a París, donde participa en los movimientos de vanguardia junto a Max Ernst, Joan Miró, Dora Maar y su amiga Leonora Carrington, además expone en varias exhibiciones internacionales surrealistas.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, a los inicio de los años cuarenta, la pareja viaja a México, donde pueden desarrollar una amplia actividad gracias a la buena acogida del gobierno mexicano, de los intelectuales y artistas entre los que se contaban Octavio Paz, amigo personal de la pareja y a quien le oí, cuando yo vivía en México en los años noventa, comentarios elogiosos sobre la obra de Remedios.
Asimismo, recuerdo mis visitas a la casa de la historiadora de arte Raquel Tibol, quien, aunque se especializaba en los muralistas mexicanos, me habló de Remedios Varo como alguien fundamental dentro del Surrealismo mexicano. Me contaba, además, el gran apoyo que le dio su tercer marido Walter Gruen, ya que Remedios no quiso volver a Europa cuando su segundo marido Perét decidió volver, hecho que determinó la separación.
Remedios era muy discreta con respecto a la época vivida en Europa, donde había sufrido el dolor de las guerras. También era callada en cuanto a su exilio, nunca se naturalizó mexicana, conservando su nacionalidad española hasta su muerte acaecida el 8 de octubre de 1963.
Raquel vinculaba el Surrealismo de Remedios con el Surrealismo del cineasta español Luis Buñuel, quien había llegado a México después de la pintora, y del cual yo conocía muchas historias por mi amiga la actriz Berta Moss, quien filmó con Buñuel «El Angel Exterminador». Buñuel, como Remedios Varo habían estado en contacto con el movimiento surrealista francés, especialmente con Breton y con el movimiento surrealista español, no olvidemos que Buñuel junto a Dali filmó «El perro Andaluz», película revolucionaria para su época.
Tibol me decía que fueron dos momentos del Surrealismo mexicano: el de Varo, pictórico y el de Buñuel, cinematográfico. Vale la pena destacar que ambos artistas tuvieron contacto con el mundo científico, Buñuel estudió entomología y Varo, viajó a Venezuela en 1947, contratada por una expedición científica, como ilustradora entomóloga. Ambos afirmaron sus carreras artísticas en México, dentro de un estilo surrealista y personal. Ambos eran exiliados políticos españoles pero vivieron el exilio de manera diferente.
Después de los años de Venezuela (1947-49), donde convivió con su hermano médico Rodrigo y trabajó en ilustraciones científicas, la artista vuelve a México y se casa con Walter Gruen logrando la ansiada estabilidad emocional y económica, porque solía regalar sus cuadros, ella misma decía que la mayor satisfacción estaba en pintarlos no en verlos terminados. Exhibió en diversos museos y galerías y logró ser reconocida ampliamente por la crítica y el mundo cultural mexicano.
Actualmente, en la última subasta de Sotheby’s uno de sus cuadros fue adjudicado en más de seis millones de dólares alcanzando un nuevo récord.
España, toma en cuenta aquella evasión de Remedios que aún conservando su hispanidad, no insistió en volver a su tierra natal. Aquel exilio político se convirtió en exilio espiritual.
Tal vez, como muchos que vivimos fuera de nuestra patria, sentimos que la patria se lleva en la mente y en el corazón, y que cada lugar donde vivimos nos da un «pedazo de patria» que se une, en nuestras vivencias, con la tierra natal. Tal vez, la pintora sintió ese extraño sentimiento de pertenencia múltiple. O, tal vez, su «patria» fuera para ella, el arte.
El exilio tiene diversas caras y una larga nostalgia, para Remedios su pintura era su sitio de pertenencia. México le había dado todas las posibilidades para desarrollar su talento, pero España era reminiscencia de antiguas vivencias en sus telas.
La Universidad de Barcelona, en 2008-2009, celebró un seminario por los años setenta años de su exilio, recopilando las ponencias bajo el título «Remedios Varo. Caminos del Conocimiento, la creación y el exilio».
Remedios era española pero también era universal, su obra se nutre de diversas experiencias reales y del inconsciente, en sus cuadros florecen personajes fantásticos, gitanos, hechiceras, paisajes exóticos, estructuras medievales o arquitecturas oníricas. Creó su imagen visual con el cuidado de una alquimista que dosifica sueño y realidad.
Su mundo pictórico es mágico, pero su técnica precisa es la que logra cautivar el mundo esotérico. La precisión científica de su dibujo, el detalle, la observación prolija marcan sus cuadros, surgen, así, sus escenarios, los símbolos, las asociaciones libres y los vestigios del inconsciente. Sin duda, el psicoanálisis actúa como motor desencadenante de sus fantasías, miedos y espasmos espirituales. Sus personajes, a veces andróginos, flotan en espacios irreales, generalmente atmósferas cerradas. Su ductilidad plástica la volcó en la decoración teatral, trabajando con Marc Chagall en el vestuario del ballet Aleko, estrenado el Palacio de Bellas Artes de México y, a su vez, exploró la escultura con materiales no convencionales: huesos, alambres, sogas y esqueletos de pescados.
Su obra es su mundo y su mundo es surrealista, una extraña amalgama entre expresión y técnica, procurando con rigor científico unir las partes de su cosmos espiritual, buscando siempre la ansiada armonía universal.