Paula Maddox
«Somos el sector más olvidado de esta crisis. Pero esto no es de ahora, viene de siempre», son las palabras de Bea Alarcón, una comerciante ambulante que, al igual que otros cuarenta mil compañeros del sector, lleva dos meses sin poder abrir su puesto en un mercadillo de la Comunidad de Madrid.
Tras decretarse el estado de alarma el pasado 14 de marzo, miles de puestos de vendedores ambulantes desaparecieron a lo largo de todo el territorio español.
Ahora, dos meses después, la mayoría del sector sigue paralizado y, aquellos que ya han podido volver a trabajar, lo hacen en unas condiciones difíciles.
«Al comercio ambulante le están poniendo muchas trabas para poder volver a hacer su trabajo, restricciones que no vemos que se cumplan en el día a día que estamos viviendo. No permiten nuestra actividad con normalidad, nos restringen a las fases de la desescalada con un veinticinco, treinta y tres o cincuenta por ciento, y así sucesivamente de nuestro colectivo solo en activo, cuando el comercio puede abrir con normalidad. Esto es desigualdad y discriminación», denuncia en un comunicado la Confederación Catalana de Asociaciones de Marxants.
Supermercados sí, ¿Mercadillos no?
Una de las primeras indignaciones de este sector llegó cuando, al tener que cerrar todos los puestos, «ni siquiera a los fruteros les dejaron estar».
«Los puestos de alimentación tenían que haberse mantenido por ser una actividad esencial, pero la línea general ha sido la suspensión de los mercadillos de manera total», denunciaba hace unos días Carlos Martí, coordinador general de la Unión Nacional de Empresas del Comercio Ambulante.
Esta medida resulta discriminatoria en tanto que, «si las tiendas de alimentación no han cerrado en todo este tiempo, ¿por qué los comerciantes no podían vender fruta y verdura en sus puestos?»
Sin embargo, ahora la indignación es todavía mayor. «No nos dejan trabajar a todos», denuncian en el sector.
Un aforo injusto
«Las propuestas para comenzar en la Fase 1 la apertura del mercadillo son, en muchos ayuntamientos, dejar poner solo el treinta o el cincuenta por ciento de los puestos, cuando la ley no pone aforo a comerciantes sino a clientes. Al igual que las peluquerías pueden abrir al cien por cien, lo que debería limitarse en los mercadillos es el aforo de clientes, no de comercios», cuenta José Salazar.
Además, en el caso de algunos municipios, también les están quitando días de forma injustificada. Es el caso del ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid. «Allí se celebra desde hace más de treinta años el mercadillo en sábado, pero hace poco y por su cuenta abrieron otro el domingo, y ahora quieren que tanto los comerciantes del sábado como los del domingo trabajemos todos el domingo eliminando así el sábado. El problema de eso es que los comerciantes que trabajamos allí el sábado, ya teníamos mercadillo de domingo en otras localidades, con lo cual nos quitan de trabajar el sábado y no nos soluciona nada ya que el domingo trabajamos en otro sitio».
«Por no hablar de que, económicamente, a un vendedor no le compensa salir a trabajar solo un día», explica Quilino Jiménez, otro comerciante afectado.
Dos meses sin dinero para comer
Lo malo de todo esto, denuncia Jiménez, «es que en el momento que nos dejen trabajar habrá que empezar a volver a pagar, por lo que debemos estar sumamente seguros de que vamos a trabajar sin pérdidas. Mucha gente que vive de esto, vive al día… llevamos dos meses sin trabajar, por lo tanto dos meses sin dinero para comer. Además, nos obligan a pagar autónomo ya que estamos en regimen general (no nos aplican ertes, ni moratoria ni nada parecido), es decir: nuestras vidas siguen igual, mismos pagos, mismas necesidades, pero sin poder trabajar».
En relación a las medidas de distanciamiento y seguridad, los comerciantes también se quejan de que «no es lógico que vayas a una tienda y te dejen tocar los productos de comida o vayas a una tienda de ropa y puedas tocar la ropa y en el mercadillo no te dejen tocar nada».
Además, «cuando vas a comprar al supermercado, los pasillos son de un metro setena entre estanterias y no pasa nada, y en la fruta te pones el guante y tu mismo coges la fruta. En cambio en los mercadillos (como ha sido el caso de Murcia, que ya está en la fase 1) ponen unas distancias de seguridad injustas».
El sector del comercio ambulante está muy indignado, y con razón. Sin embargo, aunque aquellos comerciantes que ya han podido salir a trabajar confiesan que son pocos los vecinos que han ido a comprar, Roberto Montojo, comerciante de Guadalajara, alienta a que «tenemos que seguir yendo. Que sepan que no estamos muertos, que estamos ahí».
Porque, a pesar de lo marginado que ha estado en muchas ocasiones este gremio, «muchos llevamos en este negocio toda la vida, y nos encanta nuestro trabajo».
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