Siempre existieron migraciones desde que el mundo es mundo. Recordando la Biblia, Adan y Eva fueron expulsados del paraíso a tierras desconocidas y desde entonces el «extranjerismo» se apoderó del hombre.

Moises, condujo al pueblo de Israel, en éxodo, por el desierto. Los celtas trasmigraron por Europa, abandonaron los aztecas Teotihuacan, nómadas son los bereberes, miles son los desplazados en el genocidio de Ruanda, los kurdos sin tierras, los armenios perseguidos, los monjes del Tibet se van a la India ante el acoso chino, Rusia invade Ucrania, cubanos huyen en flotadores por el mar Caribe, un millón de venezolanos se desplazan por las tierras selváticas del Tapón de Darien, y podemos seguir.

Migraciones violentas por las guerras, por razones climáticas o catástrofes, por asuntos laborales y económicos, por ansias de nuevos desafíos, por ideologías o religión, las mutaciones del cuerpo y del alma, la transmutación del espíritu hacia la luz, el desarraigo, los retos y triunfos, la otredad sartriana, la pérdida y la nueva vida. El último viaje, la gran extranjería: la muerte.

El tema: «Foreigners Everywhere», puede tener tonalidades políticas e ideológicas pero los artistas han encontrado caminos más profundos para darnos diversas perspectivas de lo «extranjero» y del tránsito.

Con ese tema candente abrió, en abril, la Bienal de Venecia, en su sesenta edición del 2024, y se extenderá hasta el 22 de noviembre. Hay tiempo para verla, gozarla y también reflexionar.

Un poco de historia

La Bienal de Venecia se inicia como una exposición internacional de arte en 1895, para celebrar el aniversario del rey Umberto y Margherita de Saboya. Se gestionó como una fundación cultural que luego incluyó exposiciones de teatro, danza, música, cine y arquitectura y en poco tiempo, se constituyó en uno de los acontecimientos artísticos internacionales más importantes y regente de tendencias.

Ha tenido diversos curadores, en 2011, fue la suiza Bice Curiger, en 2013, el italiano Massimiliano Gioni, en esta ocasión, la Bienal cumple su sesenta aniversario y el comisario de la gran muestra es el brasileño, curador del Museo de Arte de Sao Paulo MASP, Adriano Pedrosa, el primer curador latinoamericano.

Adriano Pedroza nos dice: «Extranjeros en todas partes. Finalmente, no importa donde estés, en el fondo eres un extranjero».

¿Acaso el nacer no es la máxima extranjería? Salir del vientre materno a otro mundo. El viaje de la vida es una permanente búsqueda de felicidad y de pertenencia. Con estas consignas se abren los distintos pabellones de la Bienal y aparecen, como magos o filósofos, los diversos creadores, con sus obras, sueños y pensamientos.

La muestra presenta 331 artistas de 87 países, con treinta eventos colaterales.

La Bienal se compone de dos núcleos: El Núcleo Contemporáneo, donde se explaya el término «extranjero» que implica «lo extraño», lo de fuera del terruño o fuera de algo, fuera de las leyes, fuera incluso del cuerpo, de ahí la presencia de la sexualidad y los géneros, etnias, indígenas, considerados «extraños» en sus propia tierra.

Por otra parte, tenemos el Núcleo Histórico, que incluye trabajos del siglo veinte de Latinoamérica, África, Medio Oriente, Asia.

De allí la presencia del Arte Abstracto y el retrato, en el Pabellón Central, donde nos encontramos con artistas latinoamericanos reconocidos como Frida Kahlo, Diego Rivera, Cavalcanti, Tarsila do Amaral, Cándido Portinari, Raquel Forner, María Martorell, Guayasamín, Wilfredo Lam y muchos otros de Medio Oriente, África y Asia. Tal vez, esta narrativa sea un tanto confusa en su descripción, pero es igualmente inclusiva y recordatoria.

La Bienal, a su vez, se divide en dos grandes áreas:

Los jardines de la Bienal que reúne el Pabellón Central con el tema de la Bienal, y los pabellones de países, que mantienen económicamente estos espacios durante todas las bienales.

La otra área es El Arsenal (hay que tomar el vaporeto para llegar), donde se encuentran las galerías que reúnen diversos países y artistas internacionales, completando el panorama del arte.

Cuatro naciones participan por primera vez en esta colosal muestra: Benin, Etiopía, Timor y Tanzania. Venecia tiene su propio pabellón difundiendo sus artistas regionales.

Hay una gran cantidad de eventos colaterales que acompañan las exhibiciones, en muchos casos con la presencia de los artistas, además, siempre es un placer admirar la poética Venecia.

Itinerario «personal» artístico

Comenzamos por el Pabellón de España, donde España se asume como país colonialista y en un análisis de metodología marxista engloba más de quinientos siglos de su historia y la de Latinoamérica. Otros latinoamericanos estudiamos esa historia desde perspectivas no dogmáticas, permitiendo ver las múltiples facetas de esta gesta heroica. Y decidimos amar a España, la descubridora, la colonialista, la torera, la Fuenteovejuna, porque a pesar de lo mucho que saqueó y de entregarnos una estructura medievalista caduca, nos dio el español, lengua maravillosa, la cultura occidental judeo-cristiana, greco-romana, la gloria del arte y la música, la hidalguía y la «alegría de vivir». Permítanme decir: ¡Viva España! Con esta aclaración penetramos en la propuesta de los organizadores.

Por primera vez una artista no española, de origen peruano, ella misma inmigrante, Sandra Gamarra Heshiki, representa a España. Su proyecto expositivo se apoya en testimonios, bibliografía y documentos. «Pinacoteca migrante», cuestiona las narrativas coloniales y los conceptos históricos y muestra la manipulación y la estructura institucional condicionante, en un marco museográfico esmerado, con una exhaustiva investigación donde se comprometen en este proyecto casi un centenar de Instituciones y de expertos. El pabellón se transforma en una enorme pinacoteca centrada en el concepto de la migración, apartándose de la visión eurocentrista y enfocando el lado de los invisibles originarios.

El comisario Agustín Pérez Rubio, de reconocida trayectoria curatorial, nos propone recorrer seis salas abarcando distintos géneros: grabado, retrato, paisaje, con intervenciones que simbolizan el juego entre colonizador y colonizado.

Modificando, interviniendo y dramatizando los textos visuales se aprecian los diferentes conceptos: Tierra Virgen, Gabinete del Racismo Ilustrado, Máscaras Mestizas, Retablos de Naturaleza Moribunda y Jardín Migrante.

Es una mirada diacrónica y sincrónica de la migración, del choque de culturas y de la extranjería hasta el siglo dieciocho, porque en el siglo diecinueve, las colonias unidas encararon sus propios destinos, con la independencia latinoamericana.

La «Pinacoteca Migrante» es, sin duda, un trabajo muy interesante pero parcial, dogmático y ajustado a un método de análisis que no enmarca la totalidad del fenómeno histórico y menos aún el artístico, ni considera los paradigmas epocales, pero es valioso para el ingreso en el tema de la migración desde la perspectiva política, sociológica y antropológica; y valga la ironía, para enfatizar las consignas institucionales y de política cultural que se imponen en la actualidad.

Siguiendo el recorrido, Suiza optó por la tecnología a través de pantallas y digitalización para narrarnos, de manera paródica, aspectos de la agenda de género, la crítica satírica de los sistemas económicos y una visión pastiche, que provoca risa por momentos en el público, impactado por los videos, las intervenciones lumínicas y la visualización de las ideas confusas de los autores del guión adheridos a una tendencia de moda, actualmente, en el país helvético.

Muy diferente es la propuesta de Japón, que propone un trabajo en conjunto para un objetivo en común bajo la concepción del artista Yuko Mohri. En su perfomance conceptualista nos muestra la inserción de electrodos en frutos vivos que se transforman en sonidos, luz y energía; los frutos al entregar su energía van muriendo en una lenta mutación de la vida a la podedumbre.

Solo la sabiduría y la filosofía japonesa pueden llegar a una mirada tan profunda de la realidad del tránsito de la vida hacia la muerte. Como buena obra conceptual la estética se concentra en el concepto: el pasaje del ser a la nada.

En cambio, el artista Julien Creuzet elabora en el Pabellón de Francia la idea de extranjería en el mundo acuático, a través de la poética, con un sentido plástico de gran sensualidad, nos muestra la presencia de lo «extraño» en los mares.

Para Alemania, la exposición «Umbrales» como dice su comisario inmigrante Čaglia Ilk plantea: «El arte que nos otorga libertad, algo muy necesario en estos tiempos, sirve como plataforma para unir a las personas». Estamos ya, en la posmigración y esta instalación invita a profundizar el concepto de pertenencia y de trabajo en conjunto.

Libertad y unión es lo que nos propone el artista norteamericano Jeffrey Gibson, en el pabellón de Estados Unidos, un derrame de color y formas uniendo pasado presente y futuro. El estallido colorístico proveniente de las culturas originarias, las etnias cherokke y otras, que inspiran a Gibson en la recreación pictórica. Evocando lo ancestral, sustenta la comprensión que permite el despegue hacia el futuro con una nueva mirada. Motivador y energético mensaje.

La memoria animal, la tansportación de la jirafa a otro medio es tema en el Pabellón Checo, que comparte con Eslovaquia, según me comenta la guardiana, que muestra, en la parte exterior la visión arborística estampada en las paredes del pabellón compartido. Unión, ecología y migraciones del mundo vegetal y animal.

Tema que también toca el Pabellón de Brasil con la migración de las aves, y a mí, puesto que después de recorrer a vuelo de pájaro los pabellones de Grecia, Hungría, Australia, Israel (cerrado por deseo del artista hasta que no finalice el conflicto), los países escandinavos, Inglaterra y más, tomo el vaporeto para llegar al Arsenal.

El Arsenal con sus amplias galerías encandila, registro la gama de temas ecológicos de los países africanos, entre ellos Benin, que nos muestra la fragilidad de las cosas y los sistemas, la exploración de las tradiciones Yoruba, la delicada naturaleza sujeta a los cambios climáticos, la necesidad del retorno a la madre tierra.

Argentina nos impacta con la presencia del árbol convertido en celulosa, en la instalación de la artista Luciana Lamothe, con su alerta a la devastación de las forestas, sin políticas de reforestación. El àrbol de la vida transfigurado en árbol de la muerte.

Arabia Saudita nos regala la imagen de la movediza arena del desierto, en una instalación del artista Manal Aldowayan, inspirado en la evolución de la mujer en su país natal. Hay algo más cambiante y a la vez misterioso que la arena?

Recuerdo el desierto, el esplendor solar y el texto bíblico que lo menciona como el lugar donde uno se encuentra con Dios.

Al salir de esta gigantesca cosmogonía de colores, formas, líneas y conceptos, siento que el único sentimiento que puede conjurar el hechizo de la «extranjería» es el amor.

El amor que flota como un viento entre los corazones humanos,

En el atardecer dorado de Venecia.

2 COMENTARIOS

  1. Una buena descripcion de la historia de las migraciones que por distintas razones nunca dejaran de existir,Ya sea por politica,desastres naturales o deseos del hombre por una vida mejor.Y la Bienal de Venecia bien explicada para quienes no tenemos la posibilidad de asistir por distancia .Gracias por el paseo por las exposiciones-

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