David Peña Dorantes ha celebrado este mes de junio en la sala Guirau, de los Teatros Fernán Gómez de Madrid, el vigésimo quinto aniversario, un cuarto de siglo de la publicación de su primer álbum, Orobroy en caló, la lengua de los gitanos españoles, que significa Pensamiento.

Empezaba así su historia como brillante compositor y pianista, el primero de los pianistas flamencos. Empezaba así su homenaje a la etnia gitana, a la familia, tan importante entre los gitanos, sobre todo a sus mayores.

También el homenaje a su historia en España y particularmente en ese triángulo mágico cuyos vértices son Lebrija, tierra natal del artista, Utrera y Jerez de la Frontera.

A Orobroy, toda una declaración de intenciones, Dorantes le puso una letra en caló, que en español dice:

«Cuando escucho la vieja voz de mi sangre
Que canta y llora recordando pasados siglos de horror
Siento a Dios que perfuma mi alma
Y en el mundo voy sembrando rosas en vez de dolor».

En Orobroy, rendía también homenaje a la Abuela Perrata, matriarca de una importante saga cantaora que abarca todo el triángulo citado, quizá la más importante cuna del cante flamenco. Y quizá sin saberlo la inductora a su interés temprano por el piano, menuda historia, la de la pianola de la abuela María la Perrata.

Homenajeaba también a las Gañanías tan cruciales en la historia de los gitanos en los cortijos y en los orígenes del cante. Una Nana de los Luceros, siempre la familia, en esta composición, los niños; con Silencio de Patriarca, a su padre, Pedro Peña, fallecido recientemente, aquel que le dijo cuando aún era un niño, «si quieres ser músico, estudia». A la madre, con Oleaítas, Mare. A la tierra y a su gente con Semblanzas de un río, Gallardo, Ventanales.

Orobroy fue Premio Nacional de la Crítica Flamenco Hoy en 1999. Dos años antes había sido Premio Demófilo al artista revelación; y desde ahí siguieron los premios a su discografía, el premiadísimo álbum Sur; y luego, ¡Sin muros!, Paseo a dos, El tiempo por testigo… a Sevilla, tiempo por testigo de su vida, con aquel comienzo en homenaje al barrio lebrijano donde nació y creció, Abajones; y luego la monumental obra La roda del viento en conmemoración de la primera circunnavegación del globo terrestre, la epopeya de Magallanes y Elcano, estrenada en la Bienal de Sevilla de 2020, como cierre de la Bienal, en el puerto de Sevilla. Y su más reciente obra, Identidad, álbum que termina con Orobroy a solas, regreso a los principios.

Por todo ello hizo un recorrido Dorantes, en un concierto inolvidable, donde emocionó con su maestría, virtuosismo y originalidades propias ya conocidas de siempre, como las percusiones creadoras de otra música en las cuerdas del piano.

Un homenaje a veinticinco años de reconocimientos internacionales, porque Dorantes que ya se dio cuenta hace muchísimos años, en el Conservatorio de Sevilla, que compartía con sus compañeros lo clásico, pero que solo él era el piano flamenco, lo que le hacía único, como pianista y como compositor. Orgullo de su padre, «hijo si quieres ser músico, estudia»…

Un concierto en el que estuvo acompañado por la batería de Sergio Fargas, un milenialcasi niño prodigio; el cante del jovencísimo Manuel de la Tomasa, por cuyas venas aún corre sangre de Manuel Torres, Manuel Vallejo, bisnieto de Tomasa Soto y de Pies Plomo, sin olvidar a su abuelo José de la Tomasa. Los soníos negros los lleva en su ADN y en este concierto su cante, entre otras muchas cosas nos sonó a oración. Sabía dónde estaba y cómo tenía que cantar y a fe, que su cante llenó todo el espacio escénico de la sala Guirau y en los espectadores creó un silencio de misa, de consagración. Gitanos, poseedores del don de la música, como dice la leyenda de ese don recibido de Dios.

Y qué decir de la joven bailaora sevillana Marina Valiente, hija de artistas profesores de baile, tan joven y ya con una importante trayectoria en sus pies. Es profunda, intuitiva, baila desde los adentros, como si el baile surgiera de dentro de ella, desde la más profunda jondura. Esa es Marina Valiente.

Un honor, compartir en estos veinticinco años de Orobroy de David Peña Dorantes un concierto de su historia, de la historia gitana, de la historia de España, acompañado de tres jovencísimos valores del cante, baile y percusión, que nos están diciendo que el flamenco sigue, cada vez más fuerte, más inagotable, como valor musical único en el mundo.

Teresa Fernández Herrera
Algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Soy Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, master en Psicología del Deporte por la UAM, diplomada en Empresas y Actividades Turísticas, conocedora de la Filosofía Védica. Responsable de Comunicación y Medios en Madrid de la ONG Internacional con base en India, Abrazando al Mundo. Miembro de la British Association of Freelance Writers. Certificada en Diseño de Permacultura. Trainer de Dragon Dreaming, metodología holística para el crecimiento personal, grupal y comunitario en el amor a la Tierra. Colaboradora en Periodistas-es y en las revistas Natural, Verdemente, The Ecologist para España y América Latina. Profesora de inglés avanzado.

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