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¿Qué pensamos del estado de alarma?

Vecinos de Madrid, Zaragoza y Toledo comparten con Aquí Madrid sus percepciones ante la prórroga del estado de alarma

Marta Cruz Andrés

La crisis de la COVID-19 ha forzado a la declaración del estado de alarma en España, y solicitar por segunda vez su prórroga al Congreso de los Diputados, así como el confinamiento obligatorio de los ciudadanos. Pero, ¿qué piensan los ciudadanos del estado de alarma y sus consecuencias?

España registra a día de hoy más de 135 000 personas contagiadas por COVID-19 y más de trece mil han fallecidos. Y las cifras, aunque bien parece que se ralentizan, siguen creciendo. Por ello, el Gobierno de España solicitará la segunda prórroga al Congreso de los Disputados del estado de alarma esta misma semana.

La única vez que se había declarado con anterioridad el estado de alarma en la actual democracia fue en el año 2010, en plena huelga de los controladores aéreos, pero no supuso el confinamiento de millones de personas en sus casas. En los próximos días, el estado de alarma se prorrogará otra vez, en esta ocasión hasta el día 26 de abril. Así, este confinamiento ha traído consigo el cambio de rutina de muchas más personas, así como el forzado teletrabajo y, en muchos casos, el cierre de negocios.

Descubriendo el teletrabajo

Una de las personas que teletrabajan y estudian a distancia es Jimena de Diego, una madrileña de veintidós años quien, desde el pasado 14 de marzo ha visto su rutina cambiada drásticamente. Jimena afirma que «Ahora me levanto más tarde porque me ahorro el transporte de Madrid en el metro, pero por las tardes es muy distinto. Las clases del máster no son lo mismo, antes eran presenciales y la calidad no es la misma, me distraigo fácilmente en las clases».

Jimena de Diego atendiendo sus clases de máster, ahora de forma telemática

Así pues, otro cambio que percibe es «por las tardes antes iba al gimnasio y daba clases particulares, eso para mí significa muchos menos ingresos al mes». De hecho, asegura que aunque esté «harta del confinamiento», al mismo tiempo ha llegado a un punto en el que está «acostumbrada». Esto se debe a que «es la primera vez que pruebo el teletrabajo y me ha gustado, además, soy muy productiva».

Detrás de los números

Pero mientras unos gozan del teletrabajo, para otros en cambio ha resultado ser paro. En marzo los datos no eran esperanzadores en cuanto al empleo, ya que más de 900 000 personas en toda España se apuntaron al paro, y en estos datos no se incluían a las miles de trabajadores que entraban en los llamados ERTE (Expediente de Regulación Temporal del Empleo). 

Tatiana Márquez, una joven que vive en el madrileño barrio de Aluche, asegura que antes tenía un contrato de trabajo los fines de semana, pero ahora su actividad se ha paralizado. Así mismo, añade que ahora no tiene trabajo, «pero el confinamiento me parece lo más acertado. Sí, es un fastidio. Pero es lo más necesario. La pena es que las medidas no hayan llegado antes. (…) Además, pensar que cuando volvamos todo va a ser como antes, no es así, será con cautela. Porque en cualquier momentos podemos volver a lo de ahora, y será peor».

Tatiana Márquez disfrutando de la lectura en su balcón, en el barrio de Madrid, Aluche

Por otro lado, Tatiana recuerda que, aunque se hable en cifras, detrás de cada unidad hay una persona con una familia, un apartamento, una vida. Y esta forma de hablar sólo en datos puede ser mucho más fría de lo que se merecen las personas. Al mismo tiempo, su madre, Pilar Córdoba, recuerda que aunque el confinamiento y la prorrogación del estado de alarma pudiesen resultar molestos, son imprescindibles para mermar el número de afectados.

Pilar Córdoba, vecina del barrio de Aluche

El estado de alarma es útil

El golpe que ha dado COVID-19 al país no sólo se traduce en infectados y fallecidos, también se habla en dinero. Los autónomos tienen una moratoria del pago de la tasa, que no una cancelación. Y mientras tanto, salvo grandes superficies de alimentación, las medianas y grandes empresas se acoge a los ERTE.

Rafael y Ana son un matrimonio que vive en Zaragoza (Aragón). Ella trabaja en una cadena de pastelerías, en la que además venden pan, por lo que abren de cara al público. Pero han visto su rutina de trabajo algo modificada: «Ahora llevamos una pantalla de plástico, es algo incómodo trabajar así, pero es necesario. Las mascarillas y guantes siempre lo llevamos, incluso antes del estado de alarma, por motivos de higiene».  

Así pues, Ana asegura que, antes del confinamiento, la gente ya estaba bastante concienciada de lo que suponía la COVID-19, pero califica esta situación de «vergonzosa». En cuanto a la prevención, en su caso personal, cancelaron días antes un viaje que tenían previsto los dos.

Rafael trabaja en una cadena de tiendas de muebles, y afirma que ampliar el estado de alarma está «bien», pero «siempre y cuando sirva para algo. Cuando se termine, si todos salimos de golpe y volvemos a como estábamos, entonces no sirve, porque en ese caso si la vuelta no se hace bien, entonces nos ponemos a trabajar ya y al menos, levantamos el país». Además, recuerda que después de que todo pase, entonces, será el momento de pedir responsabilidades.  

¿Nos entretenemos?

Por otro lado, asegura hay mucha gente que se aburre durante el confinamiento es porque no tiene imaginación. Aunque sigue trabajando y de forma telemática, también le da tiempo para otras tareas. Narra de forma alegre y con ciertas ocurrencias su día a día: limpia la casa, hace la comida, descubre nuevos grupos musicales, Coldplay en su caso, además de intentar hacer germinar las plantas de frutas como el aguacate y el mango o tocar el tambor de su cofradía por el balcón, a falta de Semana Santa.

Pero este ambiente de humorismo es breve, puesto que añade que «esto va a ser mucho más grave que la crisis de 2008, no va a ser volver y ya. La gente gastará pero no como antes, las personas están asustadas y no querrán gastar, como es lógico. Esto no ha sido poco a poco, en tan solo unos días el país ha parado por completo».

Mientras tanto, en Castilla-La Mancha…

Otro ejemplo es el de Alba García. Es toledana, estudiante de doble grado y está contratada en una empresa. Asegura que el confinamiento lo lleva bastante bien, el teletrabajo le distrae y por la tarde tiene tiempo para su trabajo final de grado, así como para hacer ejercicio y ver series y películas. Alba asegura que «esta medida es responsable porque no estamos bien y tampoco está todo completamente garantizado que podamos volver a trabajar y que no se vuelva a ésta situación, o a una peor».

Alba García trabajando en su habitación

Al mismo tiempo, Alba pone sobre la mesa otro detalle: las personas que incumplen el confinamiento. Alba asegura que «lo importante en estos momentos es concienciar también a la gente de que esto es grave y no podemos saltarnos el confinamiento por capricho». Además, cree que, cuando podamos salir a la calle, sería un error pensar que todo va a ser como hace dos meses.

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