Durante la pandemia y la post-pandemia las series en las plataformas televisivas estuvieron en auge. Hubo una serie sobre Marco Polo que suscitó especial interés aunque, de manera un tanto sorpresiva, se canceló la tercera parte. Sin embargo, reavivó el interés por este extraño mercader y viajero veneciano que en el siglo trece atravesó la China, recorrió la ruta de la seda, llegó al imperio mongol de Kublai Kan, quien lo nombró, entre muchas gestiones, gobernador de la ciudad china de Suzhou, un lugar que le recordaba su Venecia natal, para luego de diecisiete años regresar a Europa y contar en un libro, las maravillas de Oriente.

Yo estuve en Suzhou y doy fe que es un lugar muy especial, no solo porque conserva aún su arquitectura típica, también por su gente fiel a las tradiciones, y porque el espíritu de Marco Polo, sigue viviendo.

La antigua ciudad de Suzhou, a sesenta kilómetros de Shangai, fue fundada a la orilla del rio Yangtse y del lago Tai. Era tan bella en la antigüedad que hay un proverbio chino: «En el cielo está el paraíso y en la tierra, esta Suzhou». Fue considerada la cuna de la cultura Wu, dos mil quinientos años atrás vivían tribus que fueron formando la ciudad, con canales de acceso. Durante la Dinastia Qin, se la conoció como el condado Wu y se estableció la gran ciudad de Helu; durante la Dinastia Sui se la llamo Suzhou, se terminó el Gran Canal y se convirtió en importante centro comercial de confluencia de ríos y rutas siendo una ciudad muy populosa. Se mantienen casi seiscientos puentes y los coloridos mercados de seda y productos chinos.

Es verdad que recuerda Venecia, por los canales como calles y sus construcciones al borde del agua; me impresionó saber que durante la Dinastía Tang (circa. 825), un poeta llamado Bai Juyi construyó otros canales para conectar aún más la ciudad y que en el siglo once se levantó un templo a Confucio, el único que conocí en China, ya que las religiones no son consideradas.

En el siglo trece fue invadida por los mongoles que destruyeron la ciudad real. Marco Polo fue gobernador de este lugar, y hay testimonio que conoció y vivió por un tiempo en esta ciudad mágica, y se asombró de los jardines imperiales.

La mayoría de los jardines, alrededor de setenta, fueron construidos durante la Dinastía Ming y Qin, según el diseño clásico. Estuvieron abandonados pero durante la década de los años cincuenta del pasado siglo fueron restaurados y lucen con antiguos esplendores. Recorrerlos es entrar en un paraíso de naturaleza en armonía; conservan el trazado original siguiendo un eje de oeste-este, sus pabellones albergan muebles antiguos de madera labrada, y eran los estudios donde filósofos, calígrafos y pintores realizaban sus obras, inspirados en la belleza vegetal, el cantar de los pájaros, el murmullo del agua y las inmensas flores de loto en los estanques, con puentes que enlazan los pabellones.

Entre los más famosos se cuenta el Jardín del Administrador humilde, el Jardín del pescador y el Pabellón de las olas azules. Estos jardines son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997, por su especial concepto del paisajismo.

La ciudad antigua de Suzhou invita a caminar, es una ciudad de artesanos que hacen trabajos de orfebrería, carpintería, ebanistería y pintura. Algunos tallan abanicos en sándalo, otros engarzan perlas, mientras los sastres cortan las sedas y los vestidos al estilo chino. Es a su vez, la ciudad de la gastronomía tradicional, con los fideos rojos y blancos acompañados de camarones, cerdo, verduras y pato estofado.

El recorrido por los canales es parte del encanto, con sus típicas casas, como lo conoció Marco Polo. En su libro «Il Millione» llamado también «El libro de las maravillas» comenta su viaje a Oriente:

«No dije ni la mitad de lo que vi, porque no me hubieran creído»

Su admiración lo llevó a impulsar una unión espiritual y comercial entre Occidente y Oriente, ese mismo puente espiritual lo ha revivido actualmente, en el Siglo veintiuno, el famoso arquitecto I.M.Pei, creador de la pirámide de cristal del Louvre y de monumentales obras en Estados Unidos.

Museo Suzhou

La razón de mi viaje se debió a la inauguración del Museo Suzhou, obra del I.M.Pei y Partnership Architecs, padre e hijos. Reconozco que recorrer el museo fue una singular experiencia artística e histórica.

Pei, quien estudió y vive en Estados Unidos, concibe el Museo Suzhou como una unión entre el pasado chino y la visión moderna. Esa concepción se vincula a su propia vida, ya que Pei nació y pasó su niñez entre estos jardines, pagodas y canales, porque proviene de una familia de abolengo y ésta fue su tierra natal.

«El proyecto del museo es muy especial para mí -confiesa el arquitecto– porque toca a mí pasado, a mis ancestros y a mi antiguo hogar».

Afincado en Estados Unidos logra fama y prestigio internacional, de esa manera, como hijo ilustre, crea esta obra en China.

Mientras recorro el Museo acompañado de un guía, siento que el museo es un objeto de arte como las piezas expuestas en las vitrinas, por el equilibrio estructural, la compensación lumínica, los juegos de espacio y la circulación, y especialmente por el respeto al estilo chino del pasado histórico, que no siempre se conserva en la China actual.

El museo se inauguró en 2006, está dividido en tres áreas: la gran entrada con el bello jardín y las dos alas del edificio. En una se exhibe la colección histórica del museo que comprende alrededor de 30.000 piezas, incluyendo, mobiliario, cerámicas, objetos de hierro, jade, caligrafías y pinturas de diversos periodos. El otro sector es para exposiciones de arte contemporáneo.

El jardín une las dos alas mediante puentes, cascadas de agua, y piedras que tienen una simbología en los antiguos jardines chinos. El arquitecto se inspiró en las pinturas de Mi Fu de la Dinastía Song para crear un mural de granito, que revela el perfil de las montañas.

El Museo está diseñado sobre planos geométricos, ofrece distintos niveles con un juego de líneas y espacios, manteniendo el color blanco y gris, típico del estilo Suzhou y los tejados a dos aguas de la arquitectura regional. Es un placer visitar las salas, apreciar los objetos antiguos y vivir la experiencia de una China milenaria.

El Museo ha logrado una armonía entre la antigüedad y la contemporaneidad, entre materiales y estética, entre poesía visual y estructura, un concepto que refleja el antiguo espíritu chino, y alienta la conservación del patrimonio artístico y cultural histórico; preservación del patrimonio no muy evidente en la China que recorrí durante casi un mes y donde la historia no parece contar demasiado.

Sin embargo, Suzhou y su gente guardan el espíritu tradicional, es un lugar especial y comprendo que Marco Polo estuviera encantado en esta ciudad de los canales, como lo estuve yo, descubriendo un mundo muy lejano, que aún persiste en este bello lugar, que me ha llevado a pensar: ¿Qué somos sin nuestro pasado, nuestra historia, nuestras raíces?

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